Así titulaba, y con mucho acierto en el difícil arte de titular, la entrevista que en mayo de 1980 le hacía el hoy director de Levante-EMV, Ferran Belda, a quien el 21 de julio de 1936, era alcalde de Valencia, José Cano Coloma, joven abogado, de Izquierda Republicana. Recuerdo que la publicación de la entrevista, en el periódico en el que entonces trabajaba, el día 11 de mayo de 1980, impactó mucho, pues se desconocía en buena medida lo ocurrido en la fatídica y trágica jornada. En síntesis, lo relatado por el principal protagonista de la salvación de la histórica imagen de la Virgen de los Desamparados, fue lo siguiente:

"ÉA las diez de la mañana me llamaron al ayuntamiento para decirme que se rumoreaba que querían quemarla [a la Virgen de los Desamparados]. En aquel tiempo, mediante Radio Valencia, nos poníamos en contacto con la población siempre que fuese necesario. Rápidamente emití un discurso llamando a la cordura y pidiendo a los ciudadanos que nos ayudaran; que se acordaran todos que nosotros vivíamos en la ribera del mar Mediterráneo, que era el mar de la civilización y que ésa sería una vergüenza que pesaría toda la vida sobre ValenciaÉ

"Eso era a las once, pero a las doce y media me dicen: "Señor alcalde, que ya están allíÉ Enseguida me trasladé a la Plaça de la Mare de Déu. Salía humo de la basílica de la Virgen, no muy intenso, pero ya se estaban quemando sillas; los bomberos estaban allí, ¡pero no tenían agua y estaban, como quien dice, esperando a que bajase el arcángel San Gabriel; estaba también la Guardia Civil, al mando de un sargento, que tendría sus cincuenta o sesenta años, y una colección de número tan veteranos como su sargento.

"Y llego y les digo a mis bomberos: "¡Agua y adentro!" Les aconsejé que en primer lugar desalojaran la basílica con el aguaÉ la Guardia Civil acordonó el recinto para alejar a la gente. Total, salvamos a la Virgen, apagamos el fuego y dejamos un piquete para cuidar aquello".

Sin querer entrar en polémica con los descendientes del teniente Sevilla, a la luz de este documento, es necesario recordar los hechos que se conocen y están documentados, además de matizar y acotar, en aras de la historia, y poner a cada uno en su lugar, sin desvirtuar nada, ni añadir relatos ficciones.

En su justo y digno afán por ensalzar la figura de su padre, los hijos del teniente Sevilla le convierten en el líder de la salvación de la imagen de la patrona de Valencia. Menoscabando el papel de la fuerza que mandó ese día el operativo de orden público, el capitán de filiación anarquista señor Uribarry, de quien dicen, con sorna y sin base alguna, por haber leído mal anterior ar-tículo mío, que el capitán Uribarry, no podía estaba en misa y repicando, dando el mitin por radio y dando sablazos por la calle al mismo tiempo. Nunca dije eso, sino que quien habló por Radio Valencia (Unión Radio) fue Cano Coloma, como ha quedado de nuevo explicado.

El capitán Uribarry -lo cuenta Vicente Cárcel Ortí en su Historia de la Iglesia en Valencia-, desde varias horas antes del incendio, andaba galopando, con sus efectivos, de un lado a otro, intentando que no quemaran la catedral, ni las demás iglesias, cosa que no pudo evitar con los pocos guardias a caballo con que llegó al amanecer al centro de la ciudad desde el cuartel de Arrancapinos.

Ello quiere decir que el teniente Sevilla no lideró el rescate de la Virgen, ni las frustradas operaciones para evitar los incendios y saqueos de los templos, como afirman sus hijos, pues es evidente que un teniente está a las órdenes de su capitán, aparte de lo que se encontró Cano Coloma en la plaza al llegar fue un sargento por todo mando del dispositivo.

Como cuento en mi libro Historia de la Virgen de los Desamparados de Valencia, a las seis y media de la tarde, Cano Coloma llamó por teléfono a Enrique Taulet, decano accidental del colegio notarial, para que levantara acta de lo acontecido y de la relación y entrega de las joyas que, en el interior del templo, recogieron bomberos y guardias civiles. El acta lleva el número de protocolo 811, donde se detalla las recuperadas, más el resplandor y el manto de la imagen. Eso sí, fue levantada a requerimiento del teniente de la Guardia Civil Luis Sevilla Alonso, a quien el capitán Uribarry le ordenó que se encargara de tal menester burocrático-administrativo.

Las diversas versiones de salvación de la histórica y primitiva talla de la Virgen, sobre todo, las que si fue un teniente de la Guardia Civil o un sacerdote quienes salvaron la imagen de la Virgen, en absoluto se sostienen. Pudieron haber estado presentes en los hechos dentro del templo basilical en esos momentos, pero nunca ninguno de ellos, a nivel individual o exclusivo, pudo haber bajado y llevarse a brazo la histórica talla a ninguna parte, mucho menos, como se ha contado en algún relato, que un sacerdote, aprovechando la confusión originada, envolviera la imagen en papeles de periódico, la sacara de la capilla por la puerta trasera. De su camerín fue bajada por efectivos del cuerpo de bomberos.

Como tampoco es cierto, por lo que se sabe hasta el momento, que la imagen fuera llevada a Gobierno Civil. Por orden de Cano Coloma, quedó dentro de la Basílica hasta que por la noche, a las diez, fue cargada en un camión de reparto de patatas y escoltada por un coche de bomberos y algunos números de la Guardia Civil, y llevada al ayuntamiento, donde permaneció oculta durante toda la guerra civil.

Los milicianos empeñados en localizar la imagen para destruirla, detuvieron al prior de la Real Cofradía de la Virgen y canónigo de la Catedral, don Julio Cabanes, al que sometieron a torturas para que dijera había sido ocultada la histórica talla mariana. No consiguieron arrancarle ningún dato, guardó silencio, y con él se fue a la tumba. Lo asesinaron en la madrugada del 9 de diciembre de 1936. De él nadie se ha acordado en los recientes fastos de la a Iglesia valenciana y la Real Basílica en torno a la salvación de la Virgen. También él, con su silencio y sacrificio, hizo posible que se salvara la venerada y preciada imagen de la Mare de Déu dels Desamparats.