Ni Amparito Roca ni Pepita Greus ni Julio Romero de Torres. La nueva sensación en el mundo del pasodoble es Don Carlos, la pieza musical dedicada al arzobispo de Valencia, Carlos Osoro. La composición fue estrenada ayer en la iglesia de Nuestra Señora de Lepanto de Castellar y es obra de Pablo Sánchez Torrella, exdirector de la Banda Municipal de Valencia y autor de Amunt València, entre otras muchas composiciones. Osoro recibió exultante la obra y tras escucharla por primera vez comentó en tono cómplice: «Ya que tengo un pasodoble lo único que pido al Señor es llegar a los altares y poder caminar a ´paso doble´ para dar el ejemplo de vida que merecéis todos».

La iniciativa, surgida del Altar de San Vicente Ferrer del Mercat de Colón, logró una espectacular acogida y durante la representación la Iglesia de Castellar se llenó a rebosar. Nadie quería perderse este estreno en el que estuvieron presentes el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valenci Miguel Domínguez y el concejal de Pedanías, Vicente Aleixandre. De hecho, a pesar de que se habilitaron sillas plegables para aquellos que no lograran un sitio en los bancos de la nave, la afluencia fue tal que muchos asistentes tuvieron que permanecer de pie durante el concierto, ya fuera en los pasillos, en la entrada o desde el pórtico del edificio. Y eso que el estreno «oficial» del pasodoble será el próximo 15 de mayo, festividad del altar vicentino.

Como era de esperar, las expectativas del público se vieron colmadas y la euforia llevó a algunas asistentes a aplaudir incluso antes del fin de la pieza y a lanzar algún «¡bravo!» cuando ésta alcanzaba su apogeo. La música levanta ese tipo de pasiones. Y si el auditorio estaba encantado con «Don Carlos» el arzobispo no cabía en sí de gozo: «En mi vida me iba a imaginar que yo tendría un pasodoble. ¿Y qué pinta un arzobispo con un pasodoble?», preguntaba emocionado al entusiasta auditorio. Él mismo se contestaba: «Pues pinta mucho, pues según Juan Pablo II, cultura y fe deben ir de la mano para que una vida sea completa». Por su parte, el presidente del altar vicentino, Armando Serra, describía con lirismo la atmósfera reinante en la iglesia de Castellar al explicar que en la interpretación participaban dos bandas «una que toca los instrumentos y otra, la del público, cuyos corazones laten al son de la música».

El flautín rememora la infancia

Desde un principio, la intención de Sánchez Torrella fue reflejar la personalidad de Osoro y relatar, a través de la música, episodios de la vida del prelado. Por ello se decidió por una melodía «pegadiza y alegre» en la que el flautín toma el protagonismo durante unos instantes para representar la infancia de Osoro «jugando por las calles de Cantabria». A este delicado fragmento le siguen ritmos contundentes que recuerdan su paso por el Obispado de Asturias y a continuación comienzan los majestuosos compases que ilustran la llegada del prelado a Valencia y sus primeros meses al frente del Arzobispado. «Le llevo a usted en mi corazón», confesaba el compositor a Osoro tras la actuación.

El arzobispo, que admitió haber recordado momentos íntimos de su vida con la obra, agradeció «todo el cariño» que recibe de los valencianos transmitido «de muy diversas formas, como la música».