La escena tiene toda la pompa vaticana y desprende el aroma de la historia. En el fondo del Salón del Trono del Palacio Arzobispal se halla el cuerpo sin vida del cardenal García-Gasco dentro de un féretro abierto sobre una alfombra. El príncipe de la Iglesia , arzobispo de Valencia entre 1992 y 2009, ha sido amortajado con alba y casulla morada, lleva mitra (que sobresale del ataúd) y palio arzobispal, y tiene el báculo apoyado sobre la caja fúnebre. Su mano derecha cubre la izquierda y deja a la vista el anillo cardenalicio recibido en 2007. Aquel premio terrenal ya no es más que una reliquia. El rigor mortis de su rostro es, ahora sí, definitivo. Detrás del féretro, dos agentes con uniforme de gala de la policía local de Valencia, ciudad de la que era hijo adoptivo, custodian el ataúd. La cruz, el cirio pascual, las tres banderas y dos reclinatorios completan el atrezzo de esta histórica capilla ardiente.

Pero a la pompa de un acontecimiento que Valencia no vivía desde 1903 se le une la espontaneidad y la naturalidad simbolizadas en el rostro de Lanteri Giuseppe. Este italiano de 74 años, venido de Roma a Valencia «expresamente» para asistir al funeral de don Agustín, ha sido el primero en entrar a la capilla ardiente tras encabezar una cola que superaba las 60 personas en el momento de abrir la capilla. Antes de subir los 36 peldaños para llegar al Salón del Trono, Lanteri —vestido con zapatillas sin marca, humilde pantalón negro y cazadora de batalla— contaba que había conocido a García-Gasco en la catedral de Valencia durante un viaje a España. «Era una persona buona, buona, buona. Él ha hecho mucho por España y se merece que lo hagan santo», pedía.

Ante el cadáver del cardenal, la boca apretada de Lanteri no lograba frenar las lágrimas. Lo mismo les ocurría a muchos de los cientos de personas que ayer despidieron al purpurado y que después guardaron cola para estampar en el libro de condolencias frases como éstas: «Muy bueno, muy cariñoso y muy santo»; «Don Agustín, nos has dejado, pero estamos seguros de que estarás con el Señor y con Juan Pablo II»; «Se fue un gran hombre al cielo».

Algunos de los fieles que se visitaron al ataúd del arzobispo emérito de Valencia rompieron el protocolo y sobrepasaron la barrera imaginaria para acercarse al féretro y depositar un ramo de rosas al pie del ataúd o, como hizo una mujer que alarmó al secretario personal del cardenal, para tocarle la punta de los zapatos al finado tras haberse besado las palmas. «Sólo quería darle un besito», se justificó la mujer.

Precisamente el secretario personal de don Agustín, Antonio Corbí, su mano derecha siempre en la sombra, aquel al que la víspera de su muerte en Roma el cardenal le confesó que sentía «un poco de frío», fue el encargado de recibir el pésame de muchos asistentes. «A todos los valencianos, creyentes o no creyentes, los ha querido con locura hasta que se ha roto su corazón», decía Corbí. De su círculo íntimo también estaba Lourdes Sánchez, una de sus secretarias, a la que el miércoles le firmó dos cartas antes de marcharse a Roma. «Fue un privilegio trabajar con alguien tan humano, tan cercano y que siempre nos alegraba», aseguró Lourdes.

Aparte de los cientos de seres anónimos que desfilaban por la capilla ardiente —como Asunción Blanca, que ayer rompió con cuatro años sin subir escaleras por su menisco roto «porque aunque fuera con gayato tenía que venir a verlo»—, muchos sacerdotes visitaron el féretro del cardenal. Entre ellos pasó Alexandre Alapont, el misionero valenciano que estuvo más de 50 años en Zimbabwe y que tradujo la Biblia y el Misal Romano a la lengua nambya. Alapont destacó las atenciones personales que con él tuvo García-Gasco, pero huyó de los maniqueísmos post mortem y también quiso resaltar la «mancha del antivalencianismo» que se ganó el purpurado. «Su actitud ante el valenciano, al que no dio plena autorización en los textos litúrgicos, nunca me pareció bien. Pero es como los defectos de un padre al que quieres», zanjó con diplomacia.

Ya han visitado el féretro autoridades como Camps, Barberá, Cotino, Font de Mora, Belén Juste, Fernando Giner, la delegada Botella o De la Rúa. Los Reyes y los Príncipes de Asturias han comunicado su «pésame». La capilla ardiente, que ayer cerró a las ocho de la tarde, abrirá hoy entre las 10 y las 16 horas. A partir de las cinco de la tarde se iniciará el funeral en la catedral de Valencia. Se anuncia un acto con pompa vaticana y el aroma histórico dejará paso a la Historia.

Cotino repasa detalles para el funeral de hoy

Los preparativos para el funeral del cardenal García-Gasco se ultimaban ayer en varios frentes. Al vicepresidente tercero del Consell y conseller de Medio Ambiente, Juan Cotino, se le vio a un lado del altar mayor de la catedral de Valencia poco después de las once de la mañana hablando sobre los detalles de la ceremonia. Él suele ser el hombre del Consell en los actos religiosos y ha ayudado a las gestiones para la rápida repatriación de García-Gasco a Valencia.

Según informó ayer el arzobispado, un total de cinco cardenales concelebrarán hoy en la catedral (17 horas) la solemne misa exequial de córpore in sepulto por el eterno descanso del purpurado, que será enterrado en la capilla de San José de la propia catedral, cuya tumba se dejaba ayer a punto. Serán los cardenales Antonio Cañizares, Antonio María Rouco Varela, Lluis Martínez Sistach, Carlos Amigo y Francisco Alvarez. También concelebrarán ocho obispos. La eucaristía la presidirá el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro. p. c.