¿Ha mejorado la enseñanza y el uso social del valenciano con respecto a hace cuatro años? ¿La situación actual del idioma se puede considerar satisfactoria? Son las dos preguntas para radiografiar el estado de salud de la morta-viva ahora que se echa el candado a una legislatura marcada en sus dos últimos tercios por una severa crisis económica internacional.

A la primera pregunta se puede responder que sí, que las cifras frías indican un lento pero continuo avance en la enseñanza en valenciano, que alcanza ya al 29% de los alumnos no universitarios (en 1999 era el 16%). Pero junto a ello, si se dejan de lado los números y se observa la estrategia política, se advierten una serie de decisiones recientes de la Conselleria de Educación que pueden marcar un cambio de rumbo en el costoso y desequilibrado progreso conseguido hasta ahora. La apuesta por un modelo plurilingüe -que nadie discute- se plantea a costa de limitar el valenciano en los programas de incorporación progresiva (PIP) a una sola asignatura (hasta ahora podía ser más de una) y de nuevos y necesarios recursos para profundizar en la extensión de la lengua propia en la Educación Secundaria.

Mientras tanto, también las universidades dan por finalizada la batalla y en estos tiempos de recortes financieros -la promoción de la lengua propia ha perdido un millón de euros en la Generalitat este año- asumen que no es posible que todos los alumnos puedan estudiar en valenciano.

Momento crítico, por tanto, para el valenciano, lengua oficial -con todos sus derechos- reconocida por el Estatut d'Autonomia y cuya extensión social está recogida en una ley (la LUEV) de 1983.

Momento tan crítico que hasta la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) rompió el pasado mes de febrero su beatífico silencio del último lustro para denunciar -en una declaración oficial aprobada por unanimidad- que el Consell y las universidades vulneran el principio de igualdad lingüística consagrado en el Estatut al no garantizar las clases en valenciano.

Los resultados de esta tibia política lingüística sirven como respuesta a la segunda pregunta del principio: 28 años después de la Llei d'Ús, ni la mitad de la población (el 48,5%) habla valenciano, por mucho que el Consell se esfuerce en destacar que el 93,9% de los mayores de 15 años entiende la lengua propia, según el último estudio oficial de Educación, presentado en diciembre pasado. Para contextualizar esta cifra hay que tener en cuenta que casi no se ha movido en seis años (en el informe de 2005 era del 93,7%).

En esta legislatura también se ha conseguido que Educación acepte el título de Filología Catalana. Claro que han hecho falta 28 sentencias para ello.

Cierto es asimismo que la tensión lingüística se ha relajado -los sectores blaveristas y la AVL han iniciado ya el cortejo-, pero el idioma continúa siendo un arma cargada de intenciones políticas. El caso de TV3 o las apreciaciones de Alfonso Rus sobre los profesores que dicen aleshores ("gilipollas" los llamó) son un ejemplo.