El blaverismo ha sido presentado, literalmente, como una ideología fascista y folclórica, propia de ignorantes y analfabetos, pasionales y activamente irracionales, o directamente desequilibrados. Lo representan, también se ha dicho, cuatro gatos encerrados en su búnquer-barraqueta, desde el que dominaron la Batalla de Valencia con su apuesta simbólica "trinitaria": senyera coronada con franja azul, una "llengua valenciana" independiente del catalán, y denominación de "Regne de València" -o "Comunitat Valenciana", a partir de 1982- frente al demonizado "País Valencià". Pero este movimiento magmático identificado con Unió Valenciana, el GAV, Lo Rat Penat, la Real Acadèmia de Cultura Valenciana, las Fallas o sectores ultra del Valencia CF, políticos como Lizondo o Sentandreu, y alguna reina ya sin trono, cuenta la versión oficial, pertenece a otra época. Hoy se identifica la ideología tricolor con algo residual que sólo aspira a las migajas electorales y a la marginalidad social. Punto final del blaverismo.

Hasta que ha llegado el sociólogo y profesor de la Universitat de València Vicent Flor con una tesis doctoral sobre "L'anticatalanisme al País Valencià: identitat i reproducció social del discurs del 'blaverisme'". Calificada por el tribunal con excelente cum laude tras más de una década de trabajo, ahora ha sido reconvertida en un profundo ensayo titulado Noves glòries a Espanya. Anticatalanisme i identitat valenciana (Editorial Afers, 25 euros) que tumba las descripciones hegemónicas "demasiado simplistas o maniqueas" sobre el valencianismo tricolor con una postura revolucionaria: pese a las falsas apariencias, el blaverismo se ha introyectado en las venas de la identidad valenciana.

Escribe Flor: "Cualquier afirmación sobre la muerte o la situación moribunda del blaverismo es, en todo caso, un simple desideratum más que una descripción objetiva". De hecho, sostiene el sociólogo, "el blaverismo ya es una nueva tradición política en el País Valencià. (...) Ha influido decisivamente en el subsistema de partidos políticos y en el entramado institucional del autogobierno, de manera que ha devenido, al menos parcialmente, ideología oficial del País Valencià, un regionalismo banal, trivial, ordinario, que se ha expandido mediante un proceso de dominación simbólica. En buena medida, ser valenciano a estas alturas es una forma no sólo de no ser catalán, sino incluso de ser anticatalán".

Fin al silencio sobre el blaverismo

Porque lejos de haber colapsado con el final de la batalla de símbolos librada entre 1977 y 1982, apunta Flor, "el blaverismo ha llegado para permanecer y se ha instalado en la centralidad identitaria-política" valenciana. "La realidad social no es inalterable, pero el blaverismo ha conseguido instalarse, como un alien, en la identidad valenciana", concluye Vicent Flor en esta ambiciosa investigación sociológica que huye de apasionamientos ideológicos y que, según el autor, pone fin a la "ley del silencio" que pesaba sobre el estudio del blaverismo.

El libro, muy documentado, llega a esa conclusión tras casi 350 páginas de análisis de un movimiento ideológico del que explica sus cinco rasgos definitorios: "el populismo, el anticatalanismo, el conservadurismo, el regionalismo y el españolismo". Los epígrafes del libro dan una idea clara del retrato que Flor hace de los seguidores del blaverismo, a quienes presenta como "esencialistas", "guardianes de la autenticidad y de la verdad", "manipuladores", "victimistas", "justificadores de la violencia y/o violentos", "intransigentes, inflexibles y dogmáticos" o "hiperbólicos".

El precedente blasquista

Según recoge la investigación, "el blaverismo es un populismo regionalista y conservador que hace del anticatalanismo su leitmotiv fundamental para construir una región plenamente integrada en España y, a la vez, lo más alejada posible de Cataluña". Pero no ha inventado nada. El blaverismo tiene como precedentes anticatalanistas a la mayor parte del republicanismo de Valencia y Castelló y, especialmente, al blasquismo. Luego llegó el anticatalanismo franquista ("católico y tradicionalista, regionalista y españolista"), y en la Transición surgió el blaverismo, que apoyándose en estas bases creó "uno de los movimientos valencianos de masas más importantes de la historia reciente" y articuló "una valencianidad perfectamente complementaria con la españolidad; aún más, nacerá de ésta y subordinada a ésta".

Precisamente ahí reside una de las grandes claves de la obra de Flor: "El blaverismo ha sido el instrumento más eficaz del nacionalismo español en tierras valencianas, una de las vanguardias más eficaces en el conjunto del Estado en defensa del principio de la radical unidad de España ligada a un uniformismo cultural intransigente". Es, agrega, "una de las herramientas más útiles en el proceso de sustitución lingüística y en el freno del nacionalismo valenciano. Y además, ha permitido a muchos valencianos una defección (casi) definitiva hacia el valencianismo sin apenas mala conciencia".

De hecho, su propuesta anticatalanista -y sus derivados simbólicos, identitarios y políticos- ha calado hondo. Es "hegemónica y dominante", vista como "normal", mientras que el aparato ideológico y simbólico del fusterianismo se ha convertido en una "subcultura identitaria valenciana", constata Flor. "La asunción del discurso [blavero/anticatalanista] por parte del PP y, en alguna forma, del PSOE, es un indicador de hasta qué punto ha impregnado la política valenciana" y de cómo el blaverismo ha pasado a representar "uno de los grupos más influyentes en el país, hasta el extremo de devenir 'invisible'" y ser útil para lograr su soterrado objetivo: ofrendar, como reza el título y defiende su autor, noves glòries a Espanya.

Igual que Navarra, al revés que Baleares

El sociólogo Vicent Flor destaca que Valencia no es la única zona de España que ha generado anticatalanismo. Tampoco es la única que ha librado una guerra identitaria caracterizada por ir a la contra de una ideología demonizada. "Como en Navarra, el enfrentamiento identitario [en Valencia] no ha generado ningún otro consenso identitario que el de la victoria de un proyecto sobre otro. Ser valenciano, en general, es ser no catalán e incluso anticatalán, como ser navarro es ser no vasco y probablemente antinacionalista vasco y hasta antieuskérico", escribe el profesor Flor.

Distinto es el caso de Baleares. Flor destaca que en las islas (que también perteneció a la Corona de Aragón y que queda englobada en el mismo sistema lingüístico) no hay ninguna fuerza política que use el mensaje anticatalanista ni hay problema en llamarle catalán a su lengua. La respuesta se halla en que Baleares no ha tenido un movimiento análogo al blaverismo.

El viraje ideológico de un autor "converso": de la dura UV al Bloc

El autor de este análisis sociológico sobre el proceso de reconstrucción de una identidad valenciana impregnada de blaverismo cuenta con una pequeña historia que él mismo relata en la introducción del libro como ejercicio, dice, de "honestidad intelectual". En 1986, Flor entró con 15 años en las juventudes políticas de Unió Valenciana hasta que fue expulsado del partido el 20 de noviembre de 1993. Él remarca: "Nunca he militado en el blaverismo más radical ni he colaborado con él. (...) Podría haber sido de los GAV cuando era adolescente, ciertamente, pero no fue el caso". Después, "una particular evolución personal me hizo romper definitivamente con el blaverismo", dice. En 1993 fundó Joventut Valencianista. En 1995 ingresó en el Partit Valencià Nacionalista y, como partido fundador, en el Bloc, de cuya dirección formó parte hasta 2003. Ahora sigue pagando las cuotas de militante del Bloc. "Pero pienso -subraya en el libro- que ni la biografía personal ni la ideología actual me inhabilitan como sociólogo". p. c. valencia