Paco Cerdà

valencia

Ni fuman en pipa, ni llevan capa ni andan todo el día con el bastón en una mano y la lupa en la otra como Sherlock Holmes, Hércules Poirot o el inspector Clouseau. Los detectives privados del siglo XXI rompen los tópicos literarios y también desmontan el estereotipo del huelebraguetas amateur que en los años sesenta se dedicaba a investigar casos de infidelidad matrimonial. Hoy, los 220 detectives privados que conforman el Colegio Oficial de Detectives Privados de la Comunitat Valenciana responden a un perfil distinto. Tienen estudios universitarios -los de Criminología, con rama de Investigación Privada- y poseen la Tarjeta de Identidad Profesional (TIP) que otorga el Ministerio del Interior para autorizarles a realizar las funciones de investigación que les reserva la ley. ¿Y qué casos atienden? Investigan, principalmente, bajas laborales fingidas, estafas a aseguradoras, fugas de información en empresas o la modificación de medidas acordadas en los divorcios.

La profesión sigue marcada por las excentricidades. Sólo hace falta oír a los detectives entrevistados su renuencia a fotografiarse para no entorpecer su futuro laboral (han de pasar inadvertidos en la mayoría de casos), o escucharles decir que en esta profesión "no hay horarios". "Además -añade la detective María José Darza, secretaria del colegio oficial de detectives- es casi imposible conciliar la vida laboral con la familiar. Tal vez un día te pones a trabajar a las seis de la mañana para seguir a una persona que entra a trabajar a las siete y a la que has de controlar todo el día. Otro día, si estás investigando una infidelidad, empiezas a hacer el seguimiento justo cuando esa persona acaba de trabajar por la tarde. O si hay que seguir a un menor del que sus padres quieren conocer sus hábitos nocturnos, trabajas las noches del fin de semana".

Sin embargo, es la propia Darza quien intenta desmontar "la imagen clandestina y peliculera" que la sociedad tiene de los detectives. "La mayoría somos empresarios autónomos, con despachos de uno o dos detectives, y aunque tengamos un trabajo un poco peculiar, cuando no estamos haciendo trabajo de calle estamos en despachos normales, somos personas normales, profesionales cualificados y en constante reciclaje", apunta.

Eso es cierto: la profesión ha experimentado una evolución abismal en los últimos tiempos. Primero, por la nueva regulación establecida en la Ley 23/1992 de Seguridad Privada. Pero, sobre todo, por la revolución tecnológica. Eloy de Paco, que lleva casi 30 años como investigador privado y que preside el colegio oficial de detectives de la Comunitat Valenciana, explica las ventajas del boom tecnológico. "Internet ha facilitado la obtención de datos y permite hacer informes mucho más completos sobre las propiedades o las participaciones en sociedades mercantiles de las personas a las que investigamos. ¡Las redes sociales como Facebook son ya algo increíble para extraer información! Y los equipos electrónicos, como las microcámaras de foto o de video o los localizadores vía GPS, ayudan a resolver de forma más rápida y profesional los casos", detalla Eloy.

Casos de familia

En consonancia con la sociedad, también ha cambiado el repertorio de casos por los que se recurre a un detective privado. En materia familiar, llegan cada vez más encargos relacionados con la modificación de medidas impuestas por el juez en las separaciones. Los detectives investigan, por ejemplo, si uno de los cónyuges que dice no estar trabajando para no pasar pensión, en realidad trabaja en negro. O si la casa que se ha quedado uno de los dos miembros de la pareja divorciada le está sirviendo para convivir con otra persona a pesar de que ello es incompatible en su caso concreto con cobrar la pensión de la ex pareja. También reciben encargos sobre divorcios en los que el padre, que tiene la custodia de los hijos los fines de semana, realmente no se encarga de los niños sino que los deja con la abuela.

En el terreno laboral, la crisis ha hecho mella en el gremio. Antes, los investigadores privados destapaban -a instancia de las empresas- bajas fingidas de empleados que aducían enfermedades en su puesto de trabajo mientras se pasaban el día en un negocio familiar. También descubrían casos de absentismo laboral encubierto. "Pero ahora, la crisis ha hecho que ese perfil de trabajador del que la empresa sospechaba haya sido el primero en caer, y que los trabajadores que quedan en activo cuiden mucho más que antes su empleo. Por eso recibimos menos casos de este tipo", aclara María José Darza. Tal vez han crecido algunos otros encargos para encontrar a gente que no ha pagado su hipoteca o que mantiene deudas y está ilocalizable, pero la recesión ha dañado el sector.

Vocación, tesón e inteligencia

Lo que no ha cambiado son las cualidades para ser un buen detective. "Tener vocación, paciencia, tesón, ganas de sacar el tema y no aburrirte aunque estés 10 ó 12 horas sentado dentro de un coche", responde Eloy de Paco. "También has de tener inteligencia social para moverte por ámbitos diferentes, ser despierto, tener intuición y mantener la mente fría", completa Darza.

Y cuando todo ello se junta, se producen episodios tan dulces como los que llenan profesionalmente a Eloy de Paco. "Es desagradable cuando ves a un menor con cara de niño que, por no romper la tónica del ambiente, está bebiendo alcohol mientras sus amigos le dicen 'no pongas la lengua y bebe más'. Pero si lo detectas pronto, luego eso es muy fácil de reconducir. Al mismo tiempo -prosigue-, es una satisfacción muy grande cuando hay un juicio para declarar la gran invalidez a un trabajador que llega en silla de ruedas al tribunal y tú pones en el juicio un video donde se le ve jugando a fútbol. ¡Eso es maravilloso! Porque triunfa el bien sobre el mal".

Destapar una infidelidad puede costar 1.500 ?

No es un servicio barato. Los honorarios medios de un detective privado se mueven alrededor de los 50 euros por hora. Destapar una baja laboral fingida y documentarla con pruebas irrefutables para un juzgado de lo Social puede costar unos 4 días de investigación. Es dedicr, en torno a los 1.500 euros. Por ahí ronda también el coste de una investigación de infidelidad matrimonial (se hacen muchas menos que antes, pero aún se hacen, dice Darza) o la vigilancia a un hijo del que se sospecha el coqueteo con el alcohol, las drogas o las malas influencias. Aunque pueda parecer caro, Eloy de Paco alega que "en más de un 90% de las ocasiones ayudamos a resolver el caso". También investigan los "divorcios fingidos", una práctica "muy antigua" -matiza Darza- de personas con problemas de deudas que ceden a su pareja sus bienes para evitar el embargo