"Si la Candelària plora, l'hivern és fora. Si la Candelària riu, el fred és viu". Un refrán popular -con más de una docena de variantes- para la jornada del dos de febrero, que marca el ecuador del invierno y que en nuestro país delimita el tiempo que queda para la llegada de la primavera, según la climatología registrada el día de la santa. A raíz de la tempestad que azotó el litoral catalán y valenciano, la noche del 31 de enero al 1 de febrero de 1911, la tragedia pasó a denominarse "El Temporal de la Candelària o de la Candelera". Del resultado se acuerdan este año, con motivo del centenario, numerosos municipios de Tarragona, Barcelona, Castelló o Valencia.

Murieron 140 pescadores y marinos mercantes, aunque las cifras son difíciles de cuantificar según los documentos escritos existentes de aquel año. Frente a las costas valencianas fallecieron 56 hombres, todos ellos entre Vinaròs y Peñíscola -al norte- y Borriana, Canet, Puçol y Sagunt -más al sur-.

En Cataluña el temporal se recuerda también como "L'Any de la desgràcia" o "La nit terrible", pero pese a que pescadores e investigadores catalanes han trabajado duro para recordar la efeméride, lo cierto es que no existe mucha documentación al respecto. Es más, años después de aquellas muertes ya se había olvidado la tragedia.

El silencio alrededor de la catástrofe se debe, fundamentalmente, a que afectó a gente de estrato social muy humilde (los pescadores) y a marineros de los buques que cargaban minerales desde el puerto de Sagunt, y que mayoritariamente no eran valencianos. De esta manera aquel temporal se difuminó en el tiempo. A ello también contribuyeron las personas afectadas, que guardaron las desgracias en el seno familiar, como ha ocurrido en la gente del mar de Peñíscola, la localidad valenciana que más sufrió.

Ahora, el trabajo de investigación del Museo de Historia de Cambrils ha reactivado aquellos sucesos. Una exposición "1911. Sobrevivir a la tempestad" explica lo ocurrido en el Museu Marítim de Barcelona hasta el 28 de agosto. Después visitará Vilassar de Mar, l'Ametlla de Mar, Sant Feliu de Guíxols y Caldes d'Estrac. En Peñíscola esta semana han honrado a las víctimas mortales con una ofrenda y salves.

Olas de 8 metros en el puerto

El temporal se prolongó durante varios días y participaron barcos de rescate. La población de las localidades costeras se movilizó para intentar salvar las barcas y recuperar los cuerpos sin vida de los pescadores. Eran otros tiempos. Apenas existían fuertes diques de protección en las capitales. Los puertos de pescadores eran ensenadas o refugios naturales tras los accidentes geográficos del litoral. El caso de Peñíscola es el más paradigmático. Murieron 27 personas del pueblo y tras los hechos la ciudadanía luchó para que se construyera un puerto. Una infraestructura que se terminó años después, en 1922. Lo más curioso de aquel temporal es que no se le esperaba ni por asomo. Los pescadores siempre se refieren a esas fechas como a "les calmes de gener", mes en el que el mar casi siempre se encuentra como una "balsa de aceite" como recuerdan los más mayores. Aquella noche del 31 de enero, sin embargo, la tormenta perfecta, un temporal de Levante, se alzó con furia y nada volvió a ser como antes. Barcas de pesca destrozadas, buques a vapor hundidos, cargas de naranjas con destino a Inglaterra perdidas en el mar y todo un reguero de cadáveres repartidos por la costa.

Un siglo después el Servei Meteorològic de Catalunya ha explicado lo ocurrido teniendo en cuenta los datos recabados por los observatorios que ya funcionaban en la época, los periódicos del momento, los archivos municipales y las aportaciones orales de los nietos de pescadores.

"Después de diversos días seguidos de bonanza, el día 31 de enero de 1911 se levantó de nuevo con el mar calmado y el cielo entre sereno y un poco nuboso, por lo que los pescadores salieron como cada día a faenar. A media mañana, sin embargo, una masa de nubes muy compacta comenzó a meterse desde levante hacia poniente e hizo encender las luces de alarma, pero la velocidad a la que el frente se desplazaba era demasiado rápida para que las barcas que se encontraban mar adentro pudieran regresar a la costa. El viento comenzó a soplar muy fuerte, primero de 'gregal' y después de levante y 'xaloc', el mar se embraveció rápidamente y, según las crónicas de la época, las olas superaron los 8 metros de altura en el puerto de Barcelona(...). Las rachas de viento alcanzaron los 80 km por hora".