Con una docena de libros editados y al frente de la Asociación de Filosofía para Niños de la Comunitat Valenciana, Chema Sánchez Alcón ofrece en su nueva obra toda una serie de experiencias para las personas mal denominadas «con discapacidad intelectual» y sobretodo para familiares, amigos o compañeros de apoyo en sus vidas. García Alcón es profesor de secundaria en el IES de Vilamarxant pero antes fue oficial del Ejército y estudió Teología hasta que evitó ser nombrado sacerdote. Desde entonces es un trabajador incansable de la educación. Una máquina del pensamiento crítico.

En su último libro incide en que educar viene de «educere», sacar de dentro. ¿Qué se puede sacar de un joven o adulto con discapacidad intelectual?

Ese es el reto del libro. En vez de tratar de incidir en la enseñanza , hay que incidir más en el aprender, en lo que todo el mundo sabe. Incluso en una persona con trastorno autista. Tratar de sacar los elementos cognitivos; los valores y emociones que tiene una persona calificada con déficit de inteligencia pero no de personalidad, de pensamiento o de emociones.

¿Por qué se insiste, dentro de la educación tradicional, en adecuar el currículum al alumno?

Este proyecto es para una educación no formal. En España puede haber un millón de personas adultas con discapacidad intelectual. Hablamos de educación, procesos de enseñanza-aprendizaje. Imagínense personas de 30 o 40 años que tienen unas etiquetas determinadas, a base de coeficiente de inteligencia, y que en una de las reuniones que yo hago me dicen «Chema yo creo que puedo reflexionar sobre la libertad, sobre la justicia, pero es que no me dejan. Y los que no me dejan son mis propios padres, porque tengo que darles explicaciones, me dan una hora y cuando voy a estudiar me ponen una adaptación de un libro de un niño de cinco años».

¿Y entonces?

El método que gasto, que es socrático, evita la adaptación. No hay que adaptar el currículum. En su edad cronológica tienen un mundo, no es sólo coger y enseñar historia, o los niveles de la lengua. Hoy en Europa se habla de competencias lingüísticas, no se habla de que tenga que saber el nivel morfológico o sintáctico de la lengua. Claro, una persona con discapacidad intelectual se le coloca la etiqueta de coeficiente si no sabe de eso. En pleno siglo XXI es arrogante. Yo creo que con el feminismo, los movimientos indigenistas, o los de personas de otro color, uno de los grandes movimientos de derechos civiles en el siglo XXI o XXII será el movimiento de liberación intelectual, de personas con síndrome de Down que reivindicarán sus derechos civiles. Metafóricamente creo que si ha habido un presidente de EE UU negro, cuya mujer es descendiente de esclavos, es posible también que haya uno con síndrome de Down, porque es necesario para la sociedad.

¿Cómo se consigue que se sientan valorados y no tutelados?

Cuidar o incluir. El Estado cuida, la familia cuida, el sistema educativo los cuida. Pero claro, hablamos de personas adultas que están en centros ocupacionales, que han pasado por centros de educación especial y que acaban en residencias de ancianos. Han estado toda su vida cuidados. Esto no puede ser. Es políticamente correcto para la sociedad pero hoy se habla en el mundo de inclusión social, de liberación, de salir, de arriesgarse a vivir. Eso implica equivocarse y también que los sistemas jurídicos eviten la incapacidad de seres humanos simplemente por criterios a veces de inteligencia, merced a test psicométricos. Hay muchos lugares donde pueden trabajar personas con discapacidad intelectual. Hasta el año 2001 la Organización Mundial de la Salud (OMS) trataba la Discapacidad Intelectual como una enfermedad (la homosexualidad dejó de serlo en 1980) cuando se trata de una posibilidad de ser libre. Es una incapacidad de la inteligencia, y la inteligencia unidimensional que el siglo XX ha medido es una parte de la mente. La mente no está discapacitada como todo, es una parte, y hay otras cosas dentro de la mente. Y eso es lo que hace que una persona viva en sociedad.

En la obra habla de Ximo, ¿quién es?

No existe. Es una especie de arquetipo. El «Diario de Ximo» lo escribo yo. Cada centro educativo escribe sobre su propio Ximo. Intento que el personaje tenga un grado de utopía. En este trabajo es fundamental la presencia de los educadores sociales.

En un poema dice «quiero que me abraces sin asfixiarme, quiero que me protejas sin mentiras...», ¿cómo ha de ser la independencia del discapacitado intelectual con respecto a sus padres?

Las palabras clave -y lo dice la OMS y los programas más pioneros del mundo- son «autodeterminación» y «empoderamiento». Es decir, «déjame que me caiga. No me levantes tú». Eso implica un riesgo. Es el riesgo de aquella metáfora del pajarito que se encuentra en mitad de la charca, rodeado de fieras salvajes. Y llega un hombre y por salvarlo se lo lleva a casa y el ave muere en una jaula. Si lo hubiera dejado tenía posibilidades de sobrevivir ante los depredadores, pero en una jaula no. Ese es el riesgo a correr.