Como buen aficionado al baloncesto que es, Alberto Fabra tiene interiorizado que en la política, como en el deporte, una de las reglas de oro es ganar la posición al contrincante. A lo largo de su dilatada carrera, el alcalde de Castelló ha demostrado en repetidas ocasiones que tiene el don de estar en el lugar adecuado en el momento justo. Ahora le ha llegado la oportunidad de su vida y, de nuevo, ha estado en el sitio indicado. A esa habilidad innata para posicionarse añade otros valores, como son la astucia política, la prudencia, la paciencia y un perfil amable. Y también una dosis de suerte.

Alberto Fabra Part, de 47 años, está casado y tiene dos hijos. Estudió arquitectura técnica en la Universidad Politécnica de Valencia. La inquietud política le llegó con la mayoría de edad y a los 18 años se afilió a las Nuevas Generaciones de la extinta Alianza Popular, desde donde dio el salto al PP. Entró en el Ayuntamiento de Castelló en 1991 de la mano de José Luis Gimeno y asumió inicialmente las delegaciones de Juventud y Medio Ambiente, aunque luego se encargó de Servicios Públicos y Policía. Su ingreso en el consistorio supuso el pistoletazo de salida a una carrera política de fondo, siempre en curva ascendente y sin ningún paso atrás.

Alcalde desde 2005

El fallecimiento en 1999 de Víctor Falomir, mano derecha de José Luis Gimeno, supuso un momento clave para Alberto Fabra, que se convirtió en concejal de Urbanismo y en el nuevo hombre de confianza del alcalde. En esta etapa, el trago más amargo le llegó con la querella presentada por el PSOE y su imputación en el caso de los terrenos liberados por el soterramiento de la vía férrea. La causa, sin embargo, fue archivada y el entonces edil salió reforzado del proceso.

La vara de mando la asumió a principios de 2005 con la rocambolesca salida del ayuntamiento de José Luis Gimeno, quien dejó la alcaldía a mitad de mandato para poner en marcha el proyecto de la Ciudad de las Lenguas. Un mero pretexto, ya que la operación buscaba proyectar a Alberto Fabra de cara a las elecciones municipales.

En los comicios de 2007 se presentó por primera vez como cartel electoral en Castelló y revalidó la mayoría absoluta, aunque el PP perdió un escaño y porcentaje de votos. También formó parte de la candidatura autonómica e ingresó en las Corts Valencianes. Su entrada en el parlamento fue determinante, ya que Alberto Fabra empezó codearse con la nobleza del partido.

En poco tiempo, dejó de ser considerado un político de ámbito local y se convirtió en un referente autonómico. En más de una ocasión se especuló con su entrada en el gobierno valenciano.

El alcalde de Castelló siempre vio en la esfera regional su espacio natural de crecimiento. De hecho, renunció a convertirse en el delfín de Carlos Fabra porque la política provincial se le quedaba pequeña. Ese cometido se lo encargó a Javier Moliner, su alumno aventajado en el ayuntamiento, a quien impulsó hacia la presidencia de la diputación y, próximamente, hacia la presidencia provincial del partido.

El caso Gürtel

El estallido del caso Gürtel fue otro episodio decisivo porque, desde ese momento, Alberto Fabra empezó a visualizarse como el posible relevo de Francisco Camps. La salida forzada de Ricardo Costa de la secretaría general del partido en noviembre de 2009 aupó a lo alto del organigrama regional al alcalde de Castelló, que fue nombrado coordinador general. En las pasadas elecciones de mayo, Alberto Fabra repitió como candidato a la alcaldía y, además, encabezó la lista autonómica. En ambos casos, arrasó.

Con la prudencia que le caracterizan, Alberto Fabra se ha ido granjeando en los último meses adhesiones en el PP autonómico y nacional. Y lo ha conseguido manteniendo lealtad a Francisco Camps y sin perder su favor.

Moderación

La discreción es es una de los rasgos que definen la personalidad de Alberto Fabra. También es introvertido y algo frío en el trato, aunque en las distancias cortas gana calidez. Es moderado y evita las situaciones estridentes, aunque no rehuye el debate cuerpo a cuerpo cuando la situación lo requiere. En su etapa de portavoz del PP en el ayuntamiento se curtió ejerciendo de parachoques de José Luis Gimeno.

Amante de la naturaleza y de la montaña, cuando puede se escapa a un pequeño pueblo de Teruel. También es deportista y habitualmente se le ve en la piscina municipal de la ciudad. Otra de sus pasiones es el CD Castellón. En las últimas semanas ha pasado el trance del descenso a tercera división, lo que le ha supuesto un agrio enfrentamiento con los actuales gestores del club.

El inconveniente de apellidarse Fabra y el enfrentamiento con el líder provincial

El apellido Fabra ha sido un lastre político para el alcalde de Castelló, hasta el punto de que prescindió de él en la campaña de las municipales de 2007 –en plena ebullición del caso Fabra– y concurrió con el lema «Alberto alcalde».

La coincidencia de apellido con Carlos Fabra ha llevado a relacionar a ambos políticos, a los que no une ningún vínculo familiar. La personalidad arrolladora y controvertida del expresidente de la diputación ha relegado en los últimos años al alcalde a un lugar secundario en la política provincial, hasta el punto de que muchos se referían a él como «el otro Fabra» para distinguirlo de Carlos.

La relación entre ambos políticos no ha sido fácil. Tradicionalmente, el ayuntamiento y la diputación han sido dos esferas de poder paralelas cuyos inquilinos rivalizaban. El enfrentamiento entre los dos Fabra se escenificó en la antesala de las pasadas municipales, cuando el entonces presidente de la diputación quiso formar parte de la lista municipal. Alberto Fabra se negó y apeló a la dirección nacional para frenar los planes del mandatario provincial, que vio frustrado su plan de prolongar su actividad política.

Después de los comicios, volvió a la carga y pidió al alcalde que lo nombrara concejal no electo de designación directa. De nuevo se encontró con el rechazo del alcalde, que puso fin a la carrera institucional de Carlos Fabra.