No derramó una sola lágrima en público, salió a escena con la sonrisa puesta, como en una de esas caretas de expresión congelada, pero los ojos vidriosos lo delataban. Se plantó en el centro del patio gótico del Palau sin papeles, con el discurso en la cabeza, como para vender relajación, y acompañado por todo su Consell (los diez), por Federico Trillo, el negociador comisionado por Génova, y Rita Barberá, la madre política de Camps. Estos dos habían entrado media hora antes por la puerta lateral para preparar la comparecencia con el todavía jefe del Consell.

Rita ya le hizo carantoñas políticas aquella mañana del 20 de mayo de 2009 cuando el presidente fue a declarar al TSJ. Era el peor día de su carrera política. Hasta ayer. Pasadas las cinco y cuarto de la tarde, Camps arrancó una intervención bilingüe de 13 minutos y 37 segundos. Anunció que se va "voluntariamente", aunque se declaró "completamente inocente". Hace ese "sacrificio personal, familiar y político para que Mariano Rajoy sea presidente". Y decir por Rajoy es decir por su partido -"milito desde hace 30 años"- y por España: "Ofrezco este sacrificio también a España; no quiero ser el más mínimo obstáculo para que la voz de Rajoy llegue a los 46 millones de españoles". Su cabeza la ofreció también "a la Comunitat Valenciana". "Estoy harto, completamente harto, de que cuando se hable de la C. Valenciana no se hable de nuestra cultura, tradiciones, industria, turismo, proyección y grandeza". Esto es, harto de que sus problemas judiciales dañen la imagen de Valencia. En eso coincide con la oposición, que lleva dos años pidiendo que dimita. Camps tomó, una semana después del auto del juez Flors de apertura de juicio oral por los trajes, la decisión de retirarse de la escena y defender ante un tribunal del jurado que la trama Gürtel no le pagó las prendas, en la línea de la versión mantenida hasta ahora.

"Estoy desde este instante liberado para defenderme de estas infamias donde corresponda", advirtió. "Dejo la Presidencia de la Generalitat, la dejo inocente, completamente inocente (...), como las otras tres personas que están en este absurdo", en alusión a Ricardo Costa, Víctor Campos y Rafael Betoret, "también acusados de infamias y mentiras". Los cuatro encausados por la rama textil del caso Gürtel han sido víctimas de un "sistema brutal", en alusión al Gobierno y algunos jueces. El ya expresidente revisitó la tesis de la conspiración. Pero se le ha caído la mitad del crédito. Dos de cuatro (Campos y Betoret) firmaron una aceptación de culpa, que, aunque no tenga validez judicial porque la sentencia de conformidad la han de rubricar todos, sí implica dar por buenos los relatos de la acusación.

"Somos los mejores del mundo"

Camps defendió su honradez en el asunto de los trajes (" no han podido ni podrán demostrar nada porque no hay nada") y como político: "Me voy con la conciencia tranquila y el deber cumplido". Y remató: "No van a encontrar ni un euro, ni un bien más de lo que he declarado que tengo". "Me voy con menos de lo que vine, con mucho menos", insistió. Se reivindicó defendiendo su gestión, invocó sus tres mayorías absolutas y transitó por esa valencianía identitaria y de autoestima subida de tono que el PP ha patentado en el imaginario colectivo: "Somos los mejores, la Comunidad más grande de España y de Europa, la Comunitat Valenciana es lo más grande que hay en el mundo...".

Culpó también a los periodistas de su situación. Les asestó que no les guarda rencor, pero "no se lo merecen". Tras su discurso, se fundió en un sentido abrazo, beso incluido, con Rita. "¿Te ha gustado?", le susurró. Luego se despidió de Trillo y de sus consellers, uno a uno, entre aplausos del personal de confianza. Y desapareció de escena.