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Alberto Fabra tiene ante sí la oportunidad política de su vida. Su carácter apaciguador y su rectitud -no se le conoce escándalo alguno en su carrera- le van a aupar hasta la presidencia de la Generalitat. Pero las circunstancias no son las idóneas. Ya no sólo porque tome el mando tras la dimisión de su antecesor, que también, sino más bien porque deberá hacer frente a un Consell endeudado hasta las cejas, con millones de euros pendientes de pago a los proveedores (hasta 53.000 millones de endeudamiento bancario y de pagos aplazados, según la oposición) y lastrado por los escándalos de corrupción en los que se ha visto envuelto. Ante esta tesitura, a Alberto Fabra le queda una única salida: aplicar un drástico plan de recortes en el Ejecutivo para paliar el déficit y, a ser posible, devolver la sensación de normalidad a las instituciones valencianas.

Pero no lo tendrá fácil. Sobre todo, porque de momento no podrá rodearse de su equipo. La dirección nacional le ha ordenado mantener en su totalidad el Consell que diseñó a su antojo Francisco Camps con el fin de no levantar ampollas. Al menos, hasta después de las elecciones generales. Sean en otoño -si finalmente Zapatero decide adelantarlas- o en marzo, todo apunta a que el próximo jefe del Consell estará maniatado. Su margen de maniobra será de momento muy limitado. Porque junto a que todos los consellers son de la estricta confianza de su antecesor, Fabra también se topará con un grupo parlamentario en las Cortes cien por cien campista. Los últimos reductos del zaplanismo fueron laminados en las pasadas elecciones y la bancada popular está copada ahora por el núcleo duro del hasta ahora presidente, con multitud de alcaldes que siempre le han sido fieles.

La opción de Sánchez de León

El problema estriba en que el sustituto natural del campismo no era Alberto Fabra. Tampoco la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, primera alternativa de Madrid para relevar a Camps, pero que finalmente se opuso a acceder a la presidencia. La preferida era Paula Sánchez de León, vicepresidenta única en el nuevo Consell que conformó Camps hace justo un mes. Por eso, en el seno del PPCV no ha sentado nada bien que Génova "impusiera" a Fabra. La opción era Sánchez de León.

Ahora, una vez que se consume el relevo, el también nuevo presidente del PP de la Comunidad deberá apaciguar esas rencillas internas que se han generado en el partido. Y tendrá que hacerlo a la par que aplique recortes. La época de los grandes gastos pasará a mejor vida y los municipios verán menguados sobre manera los proyectos que habitualmente ha venido ejecutando la Generalitat en los municipios. Está por ver, no obstante, si los diputados -muchos de ellos primeros ediles de grandes poblaciones- acceden a que sus localidades sean las perjudicadas. Si bien es probable que no manifiesten su disconformidad en público, otra cosa es lo que ocurra en el ámbito privado. Precisamente, es en esos círculos donde se está empezando ya a cuestionar la idoneidad del ascenso de Fabra y el retroceso del núcleo duro campista.

De aquí a tres meses, el nuevo líder popular tendrá que haber sido capaz de unir a todo el grupo parlamentario. Más que nada, porque el PP tiene de plazo hasta el próximo 30 de octubre para presentar en las Cortes los Presupuestos de 2012. Las cuentas del próximo año estarán presididas por la austeridad, tal y como han venido reiterando hasta la saciedad desde el Ejecutivo, y presumiblemente serán menos ambiciosas que las de este año, ya bastante limitadas respecto a ejercicios anteriores.

La crisis sigue apretando y el endeudamiento del Consell crece mes a mes.