«No sé cuántas veces hubo que bombardear Barcelona, pero esta vez se solucionará todo sin necesidad de bombardearla». La polémica frase del catedrático Gregorio Peces-Barba, en la que el político socialista evocaba la sentencia del general Espartero de que «hay que bombardear Barcelona cada 50 años para mantenerla a raya», ha sido enarbolada por la historiografía nacionalista catalana para reforzar la condición de la vieja Barcino como ciudad «mártir». Así, llegan a afirmar que la aseveración del entonces regente de España se ha convertido en profecía, pues en los últimos tres siglos la Ciudad Condal ha sufrido de media dos bombardeos masivos cada centuria. Sin embargo, Barcelona no es la única urbe doblegada a base de bombas. Los restos de las murallas de Xàtiva, Alicante y Valencia —donde en el siglo XIX la amenaza del duque de la Victoria se cumplió cada 25 años — dan fe del alto precio que han pagado a lo largo de la historia estas tres ciudades por aferrarse a sus convicciones políticas.

El historiador José Luis Arcón apunta como el primer «gran bombardeo de terror» de las ciudades valencianas el sufrido por Alicante el 21 de junio de 1691, cuando la flota del Rey Sol de Francia al mando del almirante D´Estrées arrasó la capital alicantina. La armada de Luis XIV, en guerra contra Carlos II, el último rey de la Casa de Austria, se ensañó con Alicante, contra la que arrojó 4.000 bombas frente a las 850 que había lanzado sobre Barcelona unos días antes.

El exterminio de Xàtiva

Dieciséis años después, aquel mal que llegó de Almansa, iba a desencadenar el encarnizamiento con una ciudad nunca visto hasta entonces en Europa: el incendio y exterminio de Xàtiva por orden de Felipe V durante la Guerra de Secesión. La decisión del nieto del Rey Sol de borrar del mapa a la segunda ciudad del Reino de Valencia fue ejecutada el 22 de mayo de 1707 por el marqués D´Asfeld. Los cañones borbónicos tumbaron las murallas de la capital de la Costera, que seguía fiel a Carlos de Austria. Luego fuego, saqueo, destrucción y la expulsión de sus habitantes, muchos de ellos deportados a Castilla y a América.

Valencia, que se había rendido el 8 de mayo a la nueva dinastía, pospuso el tronar de los cañones 101 años. El 28 de junio de 1808, durante la Guerra del Francés, el mariscal Moncey bombardeaba las Torres de Quart. La ciudad resistió la andanada napoleónica, si bien es cierto que Moncey carecía de artillería gruesa y pronto tuvo que levantar el sitio tras ser enviado a sofocar la revuelta en Andalucía.

Poco duraría la alegría de los sublevados contra el hermano mayor de Napoleón, a quién el emperador había coronado como José I de España. El 26 de diciembre de 1811 el mariscal Suchet comenzaba el asedio definitivo contra Valencia, que iba a durar hasta el 8 de enero. En la ciudad, que tenía 200.000 vecinos, se atrincheraban 15.000 hombres al mando del capitán general y regente, Joaquín Blake. Extramuros, Suchet al frente de 20.000 soldados franceses e italianos y siete baterías de artillería.

José Luis Arcón ha editado Las apuntaciones sobre el Ejército de Valencia en 1811 escritas por el general Ramón Pírez, «número 2» de Blake. En ellas se relata que el 5 de enero los cañones de Suchet iniciaron un bombardeo sobre la ciudad «que continuó día y noche hasta el fin del sitio» a razón de mil bombas y granadas cada 24 horas.

Los cañones de Napoleón

Los proyectiles, rellenos de estopines o fuegos incendiarios, sembraron el terror entre la población. «No es posible —relata Pírez— explicar la consternación del vecindario ni los grandes estragos de las bombas en los débiles edificios de la población. A oleadas e indeciso corría por las calles hacia todas partes el inmenso pueblo, procurando libertarse de las continuas ruinas e incendios...». Tras cuatro días bajo la bombas, Valencia capituló.

Durante el Sexenio Democrático que alumbró la Revolución de 1868, «La Gloriosa», y mandó a la reina Isabel II camino del exilio, la ciudad del Túria iba a dar rienda suelta a su lado más levantisco, lo que le costó sendos terribles bombardeos en 1869 y 1873.

Sexenio de cañoneos y revueltas

El primero tuvo lugar el 16 de octubre de 1869 tras negarse los voluntarios del Partido Republicano Federal a acatar la orden de disolver la Milicia Nacional. El entonces capitán general de Valencia, el teniente general Rafael Primo de Rivera y Sobremonte —tío del futuro dictador—, decreta el estado de sitio y los sublevados, unos 6.000, se atrincheran en el corazón de la ciudad. Levantan 930 barricadas de adoquines que cerraban casi toda la ronda interior, donde vivía la mitad de la población de la ciudad.

Primo de Rivera cerca a los sublevados con más de 24.000 hombres distribuidos en 14 batallones, tres tercios de la Guardia Civil, un regimiento de Caballería y otro de artillería con 16 cañones, ocho piezas de montaña y cuatro de batir. El sábado 16 dispone estas piezas en cuatro baterías que —desde Patraix, Marxalenes, la puerta de San Vicente y convento Jerusalén— inician siete horas y media de bombardeo en las que arrojan 1.200 proyectiles huecos, 600 granadas y 140 bombas. El «Diario Mercantil» —precursor de Levante-EMV— y Las Provincias, hablan de cientos de muertos y muchas casas destruidas, especialmente en el entorno del Hospital, donde había más de 100 heridos. El periódico realista La Legitimidad de Madrid informa de 1.600 civiles muertos.

El siguiente gran bombardeo llegaría tras la proclamación del Cantón Federal Valenciano el 18 de julio de 1873, que propugnaba una República federal y liberal. El encargado de sofocar la revuelta cantonal fue el general Martínez-Campos, que sitió la ciudad del 26 de junio al 7 de agosto. El escritor republicano Constantí Llombart, uno de los «padres» de la Renaixença, narró las vicisitudes del asedio en el libro «Trece días de sitio».

El fundador de Lo Rat Penat relata que la mayoría de la población, todavía con el susto del ataque de cuatro años antes, huyó a los pueblos de alrededor, con lo que las víctimas civiles «por fortuna no fueron lo numerosas que se creía». Aún así, contabiliza 80 heridos y cinco muertos, entre ellos una niña

El lunes 4 de agosto a las 5 de la mañana comenzó el asalto final a la ciudad, con tres días y dos noches de bombardeo en el que se lanzaron 140 bombas, 749 proyectiles Krupp y 500 granadas. La zona cero del ataque fue la calle Quart, que quedó «casi totalmente destruida». El bombardeo, añade, causó unas pérdidas de «unos 100 millones de reales de vellón». Unos daños que hubieran sido mayores, concluye, de no darse «la feliz coincidencia de quedar agotadas las municiones».

Bombardeos durante 152 días y 515 muertos

Valencia sufrió durante la Guerra Civil 152 días de bombardeos, principalmente de la aviación de Mussolini al servicio de Franco, que dejaron 515 muertos. Este es el balance de los historiadores Rafael Aracil y Joan Villarroya en el libro «El País Valencià sota les bombes (1936-1939)» publicado por la Universitat en 2010. Barcelona fue bombardeada en 118 ocasiones, pero estos ataques fueron más cruentos al segar 2.500 vidas. Aún sabiendo que la Ciudad Condal tenía el triple de población que Valencia, los fallecidos en ésta suponen el 0,16 % del censo de 1930 frente al 0,25 % de Barcelona.