El terremoto de 2,4 grados en la escala de Richter que el lunes se dejó sentir frente a las costas de El Saler no fue algo inusual. Y el que sucedió al día siguiente, de 2,3 grados de intensidad y cuyo epicentro se localizó en la diminuta población de Llocnou de la Corona, tampoco. Ambos forman parte del enjambre de terremotos que los expertos han detectado en el Golfo de Valencia, tal como revelaron ayer fuentes de la Unidad de Registro Sísmico de la Universidad de Alicante.

Se trata de una serie continua de seísmos de similar intensidad -lo habitual es que sobrepasen en contadas ocasiones los 2,5 grados en la escala de Richter- que periódicamente sacuden l'Horta Sud desde algún punto situado en el Golfo de Valencia. Y esto se debe a que es un área de actividad sísmica "de leve a moderada", explican los especialistas, por lo que no es previsible que registre un gran terremoto, "aunque eso es algo que nunca puede asegurarse al 100%".

El hecho de que se haya detectado un enjambre de terremotos en el Golfo de Valencia significa que es probable que durante los próximos días o semanas se produzcan nuevos seísmos como los tres acaecidos en los últimos cinco días -el jueves pasado fue el primero-.

Es algo "habitual y normal" que "ocurre desde hace millones de años", aclaran desde la Unidad de Registro Sísmico y, de hecho, en lo que llevamos de 2011 ya se han registrado seis sismos de diferentes intensidades. El más fuerte, de 2,8 grados en la escala de Richter, tuvo lugar el 11 de junio. Al igual que ha ocurrido esta semana, a aquel terremoto le sucedió inmediatamente otro: un seísmo de 2,1 grados que acaeció al día siguiente a apenas unos metros de distancia.

No es el único caso. El año pasado se documentaron dos sismos el mismo día -el 12 de noviembre-, aunque de diferente intensidad: 2,3 y 2,6 grados. Meses antes también se midieron dos sacudidas terrestres consecutivas, el 23 y el 24 de marzo, ambas de 2 grados en la escala de Richter. En total, la Unidad de Registro Sísmico de la Universidad de Alicante contabilizó nueve terremotos con origen en el Golfo de Valencia y de entre 1,5 y 2,6 grados de intensidad.

El motivo de tan continua actividad sísmica no es otro que la actuación de fuerzas internas que empujan la litosfera -la envoltura rocosa que constituye la corteza exterior de la Tierra- en sentidos contrarios. Las acometidas acaban por fracturar la capa externa terrestre, lo que libera una gran cantidad de energía que sube a la superficie en forma de ondas sísmicas (las que hacen temblar la tierra). A más profundidad -el del martes se localizó a 11 kilómetros bajo el suelo-, menos poder destructivo, puesto que la energía es absorbida durante su ascenso a la superficie.