Las aventuras de Kurt Schmidt han terminado. El Capitán Kurt, como se le conocía en Altea, ha fallecido a causa de un tumor cerebral, que consiguió lo que no habían conseguido las corrientes del Cabo de Buena Esperanza, las tormentas de Alaska, las nieblas del canal de Santa Bárbara o los piratas de Borneo. Este alemán afincado en la Marina Baixa ha dejado incompleta su obra musical o el viaje en barco por los ríos de Europa que planeaba después de la vuelta al mundo en 21 años que terminó en enero de este año. Muchos de los sueños de este hombre singular se han quedado sin cumplir.

En una entrevista concedida a este diario explicaba que una vida sin diversión no vale la pena ser vivida, y para eso regentaba un bar, tocaba la guitarra, componía canciones -una de ellas es el himno de una isla de Fiji, según el propio Capitán Kurt- y oficiaba bodas por 25 euros. Viajó a Estados Unidos para escapar del servicio militar y estudió Psicología. Luego vino a España, montó una agencia de publicidad, la vendió, se compró un barco -el Nicole- y se echó a la mar. Y así, hasta volver a Calp y Altea, más de 20 años después, y vivir sus últimos días en el último puerto de su vida.