?

El actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, rubricó en 1997, como ministro de Administraciones Públicas, la desaparición de los gobernadores civiles, una figura que surgió en España en la primera mitad del siglo XIX, en el contexto del Estado liberal centralista, y que remedaba a los prefectos franceses. Con la reforma del primer Gobierno de Aznar, se intentaba adecuar la figura del gobernador civil a la nueva estructura descentralizada del Estado de las autonomías. Sus herederos directos fueron los subdelegados del Gobierno, funcionarios de carrera con competencias ya muy mermadas, a las órdenes directas de los delegados del Gobierno, que a su vez pasaban a ser la cabeza visible de la Administración central en cada región, sus ojos y su boca en la periferia, con el añadido de las atribuciones de orden público en aquellas regiones sin Policía autonómica. Los delegados asumían además un papel de "interlocutor del Estado ante las autonomías, en un marco de diálogo institucional", como indica Miguel Ángel Presno, profesor de Derecho Constitucional.

Poco que ver con el gran poder de los gobernadores civiles franquistas que podían nombrar alcaldes, censurar y hasta cerrar periódicos. La figura del gobernador civil había estado muy ligada a la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en la última etapa del franquismo, con lo que llegó a tener unas connotaciones desagradables a los oídos de las formaciones políticas más a la izquierda. Tampoco gustaban a los nacionalistas catalanes y vascos, que clamaron por su desaparición -"los chivatos del Estado central", los llamaba el peneuvista Arzalluz- y de hecho la impusieron como precio a su apoyo a Aznar. El debate llegó a dividir a los socialistas. Los catalanes querían incluso eliminar a los delegados, en línea con los postulados de CiU. Un sector mayoritario del PSOE estimaba no obstante que el Estado central debía mantener algún tipo de hilo directo con la Administración periférica. Aznar y el PP también creían que el Estado central tenía que estar representado en las autonomías. Quince años después, la polémica revive de vez en cuando, y en Galicia hay voces que postulan la desaparición de los subdelegados del Gobierno, por su inoperancia, pero también porque se ahorrarían cantidades importantes en una época de recortes presupuestarios. Con el tiempo, el delegado del Gobierno se ha convertido en una figura "que transmite la política del Gobierno, alguien que suele ser de la propia autonomía y conocer en profundidad el ámbito político y geográfico de la región", según Miguel Ángel Presno. Ese papel informativo ha ido incrementándose conforme las competencias del delegado del Gobierno se iban reduciendo. "El Estado central ha ido desapoderándose de competencias y el delegado del Gobierno ya no tiene nada que decir en materias como la sanidad, educación, urbanismo o justicia, por citar algunas", indica Ramón Punset, catedrático de Derecho Constitucional. Y en Cataluña aún menos, puesto que los delegados del Gobierno ya no tienen siquiera competencias en orden público.