Durante 26 jornadas en agotadoras sesiones de mañana y tarde han escuchado casi un centenar de testimonios (entre acusados, testigos y peritos), han repasado decenas de documentos e incluso han planteado preguntas, a través del presidente del tribunal, Juan Climent, cuando les han surgido dudas. En este mes y medio, formar parte el jurado del proceso de los trajes que se está juzgado en el Tribunal Superior de Justicia de Valencia ha sido su trabajo, una ocupación full time que ha incluido los almuerzos, todos juntos y vigilados de cerca por una agente judicial, y que a partir de mañana afronta la tarea más complicada: dirimir si quienes fueron el jefe del Consell y el número dos del partido que gobierna esta Comunidad, el PP, recibieron o no ropa, calzado y otros complementos de la red corrupta Gürtel y, en el supuesto de llegar a la conclusión de que así fue, si tales presentes se les hicieron por el cargo que ocupaban o por su pertenencia al partido, con el que la trama de Francisco Correa también tenía negocios, al igual que con la Generalitat.

Eso será a partir del mediodía de hoy, cuando el magistrado Climent haga entrega del objeto de veredicto a los nueve miembros titulares del tribunal popular (los dos suplentes no participan en la deliberación salvo que, por razones de fuerza mayor, se tuviera que ausentar alguno de los nueve iniciales: seis hombres y tres mujeres de unos treinta años de media).

Lo que en la Ley del Jurado se llama objeto de veredicto no es otra cosa que el cuestionario (dos en este caso a tratarse de otros tantos acusados) elaborado por el presidente del tribunal sobre los hechos probados al que los miembros del jurado deben responder y cuyo resultado determinará la inocencia o culpabilidad de Camps y Costa. En un acto que se desarrollará a puerta cerrada y previo a la entrega de las preguntas (lo que se hará en audiencia pública) las partes personadas en este proceso (las fiscales anticorrupción así como los abogados que representan a la acción popular y a los dos acusados) examinarán las cuestiones ante las que pueden plantear objeciones, supresiones o añadidos, aunque es Climent quien tiene la última palabra mientras a las partes sólo les queda, en el caso de no estar de acuerdo con el magistrado, recurrir en la instancia superior, en este caso en Tribunal Supremo.

Una vez tengan en su poder los cuestionarios, y tras escuchar de boca del magistrado las indicaciones de cómo cumplimentarlos, los nueve miembros serán aislados en un hotel cercano al edificio judicial donde deberán llegar a un acuerdo de inocencia (para el que se precisan 5 de los 9 votos) o de culpabilidad (para el que son necesarios 7). Otras votaciones con resultados distintos a estas dos variables, salvo la unanimidad, les obligará a seguir debatiendo. Aunque la ley no establece ningún plazo para llegar a un veredicto, si en 48 horas no se hubiera alcanzado el magistrado se interesaría por los problemas que lo impiden. Los miembros del jurado disponen de hasta tres intentos para darle una solución al proceso. De no lograrse en la tercera, el jurado sería disuelto y el juicio, repetido. Una posibilidad que ninguno de los que han vivido el proceso desde dentro quiere siquiera contemplar.