La aritmética es una ciencia muy útil en política, una verdad que suele recordarse cuando se yerra. Le ha pasado a Jorge Alarte, secretario general del PSPV. El dirigente socialista creía contar con una mayoría de apoyos entre los compromisarios de la provincia de Valencia. Por eso forzó, hasta el punto de romperla, la negociación con el sector de su principal rival, Ximo Puig, para montar una lista única en el congresillo de Valencia del pasado sábado en que se eligió a los 48 delegados para el Congreso del PSOE. No hubo consenso, se presentaron tres listas -la de Alarte y dos críticas con su gestión- y el líder del PSPV se encontró con que sus apoyos en su feudo se han reducido al 35 %.

"Nos han fallado las cuentas", reconocían ayer desde la dirección de Blanqueries. Y a quien se dirigen las responsabilidades por un error que ha evidenciado la debilidad de Alarte ante el Congreso Nacional es a Carmen Martínez, secretaria provincial del partido en Valencia y mano derecha de Alarte. Martínez y sus colaboradores eran los encargados de hacer los números y de negociar las listas en cada agrupación en nombre de Alarte, que se había inhibido del proceso, apuntaron.

Con todo, pese al contexto de debilidad actual, desde el entorno de Alarte aseguran que el secretario general "no tira la toalla" en sus aspiraciones por revalidar su cargo como líder en el Congreso Nacional que seguirá al Federal. "Esta votación no significa que todo esté perdido", señalaba ayer un dirigente afín a Alarte. Y es que el hecho de que en Alicante y Valencia se enfrentaran varias listas y todos los sectores se vieran obligados a "contar" sus apoyos no sólo ha revelado la debilidad de Alarte. Según sostienen los afines al secretario general, la exministra Leire Pajín ha demostrado que su control sobre la provincia de Alicante no es tan grande como parece. Que el aspirante a líder del PSPV Francesc Romeu llegó con dificultades al 20 % en la provincia de Valencia; que Manuel Mata no planteó lista única, y que Ximo Puig, pese a contar con varios sectores críticos como aliados, tampoco logró una abultada mayoría en Valencia (43 %). "El partido está más abierto que nunca", señalan, a pesar de que en estos momentos Alarte no cuenta con ningún potencial aliado orgánico en el PSPV.

Romeu se deja querer en Madrid

En este contexto, Alarte evitó ayer la autocrítica y mantuvo que no hay posible lectura en clave interna de los resultados del sábado. "Ni derrotado ni vencido. Son procesos diferentes", dijo a la SER.

Por su parte, desde el entorno de Francesc Romeu, que obtuvo nueve delegados en el congresillo de Valencia, insistían en que no son partidarios de Rubalcaba, sino que decidirán en Sevilla. De hecho, reconocieron que esta semana tienen previsto encontrarse con ambos candidatos, de quienes han recibido felicitaciones por su resultado en Valencia. "Zapatero ganó por nueve votos en 2000", recordaron.

Dos o tres delegaciones del PSPV a Sevilla

Una de las cosas que ha aclarado el fin de semana de congresillos provinciales es que, contra lo que esperaba Blanqueries, no habrá una delegación única de los socialistas valencianos en el Congreso Federal de Sevilla. La división en dos bloques impide completamente esta opción. A falta de los contactos entre los dirigentes del partido y las reuniones de los delegados, podría haber tres jefes de delegación (uno por provincia) o dos: una delegación mayoritaria que agrupe a los 50 delegados partidarios de Chacón, y otra con los partidarios de Rubalcaba, entorno a las listas de Alarte y Luna.

Una moneda al aire entre Orengo y Mata

La lista que produjo el vuelco "chaconista" en el PSPV y que evidenció de forma más rotunda el castigo de los sectores críticos con Jorge Alarte fue la que coordinaron los afines a Puig en el congresillo de Valencia, con 25 delegados. Y tuvo una cocción lenta y hasta última hora. Rotas las negociaciones entre los lermistas y Alarte para la lista única, los afines a Puig (especialmente Alfred Boix) trabajaron en un frente "chaconista" que también concentró a los descontentos con Blanqueries. La alianza con Ciscar se cerró más allá de la medianoche del viernes, pero la mañana del sábado fue intensa. Manolo Mata, que aspira a liderar el PSPV, no quería integrarse por detrás de los lermistas tras meses criticando el formato de pacto de familias en el partido.

Descartó esta alternativa y trató de aliarse con Romeu, pero este quería concurrir con lista propia y ni siquiera le respondió. Cuando Mata ya tenía preparada la suya, a diez minutos del cierre de candidaturas (13 horas), recibió la llamada de Orengo, que desbloqueó la situación. El exalcalde de Gandia y destacado lermista convenció a Mata de que la lista era una alianza "chaconista" y propuso jugarse el número uno de la candidatura a suertes, con una moneda al aire, el "gesto de generosidad" que reclamaba Mata. Lanzó la moneda un colaborador de Orengo y salió cara. Este fue el uno y Mata el dos de la lista que sacó el 43 %.