Obama se aprieta el cinturón. El presidente de los EE UU se ha tomado, al igual que el español, a rajatabla eso de ahorrar y, si no, que se lo digan al presidente del Puerto de Alicante, José Joaquín Ripoll, que este mes ha visto cómo dos barcos mercantes de la Armada estadounidense han estado fondeados casi una semana en la bahía de Alicante y no han amarrado en el puerto para no tener que pagar las tasas. Una práctica autorizada y legal, habitual en algunos mercantes, pero que deja sin ingresos a los puertos, y en el de Alicante, precisamente, no sobran los euros. En esta ocasión, han sido el Roy Mwhea y el John Bobo, dos barcos inmensos que arribaron el pasado 20 de enero y estuvieron en la bahía hasta el jueves, día que se fue el último. Esta semana han llegado a coincidir con otro mercante, éste completamente civil, el Neu Bung de la naviera Pérez i Cía, que también ha optado por no entrar a puerto y esperar a que se produzca el relevo de su tripulación.

El caso es que la presencia de los mercantes de EE UU no ha pasado desapercibida para los vecinos de Alicante, sobre todo los que viven en las viviendas más próximas a la fachada marítima y en la zona de la Albufereta. A todos sorprendía el tamaño y la potencia de las luces de uno de los barcos, más parecidas a las de un casino flotante que a las de un barco. Oficialmente, los buques han estado fondeados en tránsito, y nunca llegaron a entrar en el puerto.

El sistema de tarifas para estos casos es complejo y variado. Un barco que llega a Alicante, y a cualquier puerto español, debe pagar a los prácticos y al puerto, pero las tarifas varían según la fórmula empleada. La bahía de Alicante admite el fondeo, pero por seguridad tiene también zonas asignadas y concretas para los barcos. En este caso, el práctico sale con su embarcación y le comunica al capitán dónde debe echar el ancla por la que paga su correspondiente tasa. El puerto cobra, por su parte, dos tipos de tarifas. Una, si el barco fondea para después atracar y pagar por el uso del muelle; y otra, más económica, por permanecer en la bahía hasta que decide entrar a puerto y largarse sin más. Éste fue el caso de los buques civiles de la Armada de EE UU, encargados del avituallamiento de las embarcaciones militares que navegan por el Mediterráneo, que permanecieron en Alicante mientras relevaban a parte de la tripulación o, simplemente, descansaba el resto. Marineros que sí visitaron la ciudad para el regocijo de los establecimientos hosteleros, pero que no supusieron ingresos para la Autoridad Portuaria de Alicante.