Rafael Blasco sabe lo que estar en la cuerda floja y lo que es caer. Fue hace 23 años cuando el socialista Joan Lerma lo destituyó al estallar el caso Calp. El incombustible político supo renacer de sus cenizas y años más tarde volver a la primera línea hasta convertirse en un hombre clave en los distintos gobiernos del PP. En su trayectoria han proliferado los escándalos, pero siempre ha logrado sobreponerse a ellos. El portavoz del grupo popular se situó ayer de nuevo en el disparadero y se encuentra en un momento de máxima debilidad. En el PPCV se da por hecho de que en el momento en que la investigación judicial le salpique personalmente, el jefe del Consell, Alberto Fabra, lo apartará del cargo. Blasco, a pesar de sus múltiples servicios a la causa popular, lo tiene todo en su contra: la gravedad de los hechos -se trata de irregularidades en fondos públicos para el Desarollo-; el momento político -Fabra acaba de líder un nuevo código ético en el PP-; y su falta de sintonía con el actual inquilino del Palau de la Generalitat.

Dirigentes del PP cercanos a Fabra consultados por este diario se mostraban ayer convencidos de que el exconseller tiene muy complicado salir indemne de esta situación. La evolución judicial de la trama de ONGs era esperada ya desde hace tiempo en Presidencia de la Generalitat, aunque la contundencia de la policía -con una decena de detenidos- y el impacto mediático ha sido determinante a la hora de tomar decisiones. Si a las 11 de la mañana, el escándalo estaba ya en todos los medios de comunicación, a las 14 horas Fabra ya había anunciado las destituciones. Los ceses, que el presidente comunicó por la tarde a los afectados, se harán efectivos en el pleno de hoy.

Aunque Fabra salvó ayer a su portavoz en las Corts al asegurar que confiaba en él, tanto el tono de sus declaraciones como su contenido, evidencian que no se esforzará en proteger al exconseller. El presidente informó a los periodistas que había hablado con Blasco del asunto y que éste le había transmitido su absoluta tranquilidad y rechazó "ir más allá". "Confío en el señor Blasco, tiene mucha experiencia y conoce plenamente la administración, estoy convencido de que su actuación al frente de cargos de responsabilidad haya sido la que todos esperamos", agregó. Acto seguido destacó su "inflexibilidad" con "todos los imputados o personas cuestionadas", que, subrayó "van a quedar fuera del Gobierno de la Generalitat". Pero fue al responder a la pregunta de qué iba hacer con otros imputados cuando Fabra deslizó lo que pareció un aviso a navegantes: "Debemos mostrar firmeza absoluta. Otras cuestiones tienen su proceso y no eran tan graves, pero si se produjera una situación mucho más complicada la firmeza del partido también iría encaminada a separar a esas personas", sentenció.

Fabra, además, recibió el aval de la dirección nacional que, a través de un comunicado, elogió la rotundidad con la que había actuado. Fuentes del entorno de Fabra indicaron que, a diferencia de otros expresidentes, el jefe del Consell "no tiene ninguna deuda" con Blasco, por lo que no le temblará el pulso a la hora de apartarlo. Tampoco al PPCV a la hora de abrirle expediente. A nadie en el partido se le escapa que Blasco está desde hace tiempo fuera de la órbita de confianza de Fabra.

El escándalo de las ONGs ya le costó el puesto de conseller. Camps y su entorno vieron con preocupación las noticias sobre su gestión en Cooperación, pero el entonces jefe del Consell, muy debilitado por el caso Gürtel, no se atrevió a dejarlo fuera de la primera línea política.

Intentó enviarlo a Madrid

Fabra intentó enviarlo a Madrid en las listas al Congreso, pero Blasco, desde hace tiempo aliado del barón provincial Alfonso Rus, rechazó la oferta. Algunos sectores del PPCV le adjudican maniobras para desestabilizar el liderazgo de Fabra e incluso algunos le situan detrás de los movimientos para promover la vuelta del expresidente Camps.

A este panorama se añade que Blasco, pese a los años que lleva marcando la estrategia del PP y militando en el partido, siempre ha arrastrado el estigma de su pasado. Blasco fue hasta su destitución con Lerma uno de los puntales del Gobierno socialista.