Mudhar Hussein Almalki nació hace 51 años —este año cumplirá los 52— en Jordania. Como otros jóvenes económicamente bien situados de su país, eligió España para completar su formación académica. Llegó a nuestro país hace unos 18 años y, según explican los vecinos del detenido por su presunta vinculación con la captación de terroristas para la red terrorista Al Qaeda, se matriculó en una facultad de Valencia.

En ese entorno universitario conoció, afirman, a la que se convertiría poco después en su mujer. Una joven valenciana, M. J. G. G., que hoy tiene 50 años y trabaja como secretaria en una empresa ubicada fuera de Valencia.

La pareja tuvo una hija en 1996, que hoy tiene 15 años y cursa cuarto de la ESO en un centro público. Cuando la niña era apenas un bebé, compraron el piso que ocupa la puerta 44 del inmueble ubicado en el número 16 de la avenida Juan XXIII de Valencia. Una finca modesta, de familias trabajadoras, en la que se distribuyen 56 viviendas en siete plantas.

«Él es un hombre con mucha habilidad y conocimientos en electricidad», explica Isabel Jiménez, una vecina del mismo rellano que no deja de mostrar su sorpresa por la detención y su defensa de la pareja. Esta mujer recuerda que fue «Hussein el que hizo toda la reforma del piso con sus manos, sin ayuda de nadie. Aquí, en casa, ha venido alguna vez para arreglarme cosas de electricidad. Es un manitas y una persona muy atenta», defiende.

Nadie sabe, al menos no ha trascendido, si se radicalizó en algún momento o si, simplemente, era un activista «dormido».

La pareja no aparentaba integrismo religioso. La mujer estudió un tiempo árabe «para poder comunicarse con la familia de su marido» y la niña acudía regularmente a la escuela coránica de la mezquita de Valencia. Como cualquier niña de confesión musulmana.

Día y noche ante el ordenador

El único elemento extraño que habían percibido los vecinos —y también la Guardia Civil— era la extremada obsesión de Mudhar Hussein por internet. «Se le veía a todas horas sentado delante de la pantalla... De día, por la tarde, de madrugada...», explica un vecino. Su mujer comentó en alguna ocasión que su marido pasaba tantas horas conectado a la red porque solía hablar mucho con su familia, a la que apenas había visitado en los últimos años.

Hasta hace poco más de un año, justo cuando comenzó la investigación de la Guardia Civil, el ahora detenido trabajaba como instalador para una empresa de aire acondicionado. Al parecer, se despidió voluntariamente. Los investigadores tratan de saber ahora si lo dejó para acudir a la llamada de Al Qaeda y dedicarse a ellos a tiempo completo. El peor trago se lo llevó ayer su mujer, que no supo una palabra de la detención de su marido bajo la acusación de ser un pez gordo nada menos que de Al Qaeda, cuando llegó del trabajo a las tres de la tarde, como cada día. «Está destrozada, ¿cómo va a estar? Ella no sabía nada de nada de lo que pasaba».

«Él era muy amable y discreto y ella, maravillosa»

Los vecinos del número 44 de la avenida Juan XXIII, en el barrio valenciano de Torrefiel amanecieron ayer con el sobresalto de que entre ellos residía, según el Ministerio del Interior, un auténtico líder del terrorismo islamista con conexiones en medio mundo. «¿Un terrorista? ¿Ese hombre? No sé, me parece raro, es un hombre totalmente normal, muy amable, discreto...». Todos coinciden. La opinión del vecindario es monolítica. Afirman que tanto Hussein como su mujer «siempre han sido corteses y amables. Ella bajaba a las juntas y mantenía la relación normal entre vecinos. Nunca ha habido conflictos».

Él solía dejarse ver «menos que ella» y, en general, no se les conocen amigos ni una relación más estrecha con algún vecino. Tampoco solían recibir visitas ni salir mucho de casa, «salvo ella, cada mañana y cada tarde, para ir al trabajo, pero poco más». La detención y el posterior registro del domicilio trastornaron por completo la rutina diaria del edificio, ya que cada vecino hubo de identificarse ante la Guardia Civil antes de subir a su casa.