El obispo de la Diócesis de Segorbe-Castelló, Casimiro López, acusa a los profesores de «algún» colegio público de «mofarse» de los alumnos que cursan religión y de intentar disuadir a los padres que piden esta asignatura para sus hijos.

Así lo ha expresado en su tribuna de la Hoja Parroquial de abril cuya publicación coincide con la apertura en breve del periodo de inscripción para el próximo curso escolar en el que los alumnos deben elegir entre las asignaturas de religión o atención educativa.

El obispo afirma que los padres «no tienen fácil ejercer este derecho» y añade que es la propia legislación la que «pone trabas» al «no equipararla al resto de asignaturas».

Para Casimiro López, existe una clara «discriminación» ya que no existe una «verdadera alternativa» a la clase de religión, «una discriminación que aumenta cuando la clase de religión se pone al comienzo o al final del horario escolar».

«Actitud antidemocrática»

Ante esta situación, que el obispo califica de «antidemocrática», López insta a sacerdotes, profesores de religión y catequistas a «ayudar a los padres católicos para que no se dejen amedrentar por los intentos de que sus hijos no reciban formación religiosa por la facilidad de tener una asignatura menos». El obispo concluye asegurando que la formación religiosa en la escuela «no es un privilegio» sino una enseñanza «fundamental para la formación integral de los alumnos, que no puede excluir la dimensión trascendente y religiosa de toda la persona. Además, ayuda a conocer y comprender la propia cultura y es fuente de valores y referente que da sentido a la vida».

Una docente revela que le quitaron un cartel sobre la materia en tres ocasiones

I. N. son las iniciales de una profesora de religión de un Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) de Castelló que, pese a que asegura no haber detectado una discriminación real, afirma que sí la hay de forma indirecta. Ella misma la sufrió el año pasado cuando, por estas mismas fechas, colgó en el tablón de anuncios un cartel informativo sobre el periodo de inscripción para que los padres y alumnos pudieran elegir la opción de religión. A los pocos días, se dio cuenta de que la cartulina había desaparecido. La volvió a colocar y se la volvieron a quitar, así hasta en tres ocasiones. «A la tercera decidí hablar con el director y el jefe de estudios y, al final, tuvimos que poner el cartel en un tablón cerrado con un cristal y bajo llave para que no se lo volvieran a llevar», cuenta. La profesora no consiguió saber quién fue el autor, pero cree que no fue un alumno. Además, apunta que en secretaría, «dependiendo de las convicciones religiosas que tengan los trabajadores», se informa o no de la opción de religión. Al igual que el obispo, explica que el principal problema al que tienen que hacer frente es que la alternativa a religión es una clase en la que no se imparte contenido.