Alberto Fabra salió ayer reelegido presidente del PPCV con un 81,3% de los votos emitidos, un porcentaje que le permite sacar pecho si se compara con cualquiera de los últimos líderes del PSPV, pero que desluce si la referencia son el resto de barones del PP que, hasta el momento, han tenido congresos a la búlgara. Fabra sabía que determinadas decisiones, principalmente la elección de Serafín Castellano como número dos, y, en menor medida, el fichaje del zaplanista Miguel Ortiz en la ejecutiva, le podría acarrear votos de castigo. Y se arriesgó. Los críticos, agrupados sobre todo en torno al barón provincial Alfonso Rus, dejaron claro su rechazo al equipo conformado por Fabra.

La jornada de ayer pone el punto y final del campsismo aunque se abre para Fabra un escenario de tensas relaciones con la dirección provincial de Valencia. Por lo pronto, la brecha entre Fabra y Rus quedó ayer más abierta cuando apenas quedan 45 días para la batalla del congreso provincial y una legislatura por delante lastrada por la situación económica.

Ahora bien, Fabra hizo un esfuerzo considerable para limitar el descontento con una nueva ejecutiva, mucho más amplia que la de antes (16 miembros más), en la que reparte el poder entre los diferentes dirigentes territoriales y familias. Con todo, el nuevo líder del PP no consiguió eliminar del marcador los votos en blanco: 18, 7%, según informó la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, presidenta de la Mesa del XIII Congreso Regional del PPCV que hoy se clausura en Alicante sin presencia del Gobierno ni de Mariano Rajoy. De los 995 compromisarios con derecho a voto; acudieron a votar 953 delegados, lo que hace unos 170 votos en blancos. Mucho o poco, según se mire para un partido acostumbrado a la disciplinan férrea y de marcado carácter presidencialista, pero que recién había cerrado las luchas internas entre campsistas y zaplanistas. En los momentos de mayor conflicto, el entonces presidente Francisco Camps obtuvo un 22% de rechazo, un 3% menos que el que aglutinó su sucesor.

Fabra esperó hasta el útlimo momento para cerrar el organigrama buscando calmar al máximo el descontento. De hecho, hizo incorporaciones de última hora para arrastrar más apoyos, sobre todo con vistas a Aliante. Sin embargo, la imposibilidad de llegar a un acuerdo con Rus estaba asumido desde el principio. Ni si quiera hubo un amago de acercar posturas durante la jornada. Nadie llamó a Rus ni a nadie llamó el barón provincial. Los movimientos de Serafín Castellano para debilitar el ejército del jefe de la diputación €se ofreció a varios de sus afines entrar en la ejecutiva€ sólo sirvieron para cabrearle más. El malestar desde ambas partes fue patente desde el principo y hubo gestos y escenas que no auguraban la paz interna. Rus llegó tarde al plenario, aunque sí asistió a la comida organizada por Fabra con la ejecutiva saliente. La frialdad entre Rus y el presidente llegó a tal punto que no se saludaron, pese a cruzarse, cuando el jefe del Consell entró a la sala para anunciar los miembros del comité ejecutivo y la junta directiva y hacer su discurso. Fabra, molesto con la actitud de Rus, evitó saludarle y, en cambio, abrazó efusivamente al presidente del PP de Castelló, Carlos Fabra.

Distinto papel tuvo la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, también muy crítica con la designación de Serafín Castellano, pero que guardó las formas. Fiel a su estilo, se tomó licencias como llegar con casi dos horas de retraso al Auditorio donde se celebra el cónclave o como no asistir al almuerzo. Ahora bien, durante la votación, se mostró dicharachera con Fabra y siguió el escrutinio con él en la sala habilitada como despacho del presidente. El recuento, a diferencia de otras ocasiones, fue abierto. Es decir, se hizo a la vista de los compromisarios, ya que desde la dirección provincial de Valencia se había solicitado. El entorno de Fabra, seguro del triunfo, accedió para evitar cualquier sospecha de amaño. Aún así, desde el entorno de Rus se hablaba a última hora de un resultado maquillado porque no se había tenido en cuenta las ausencias. Los rusistas confiaban en un porcentaje más elevado.

Junto al trabajo de fontanería, Fabra intentó también consagrar su liderazgo con un discurso en el que llamó a la unidad. «Caben todos los que quieran sumar y arrimar el hombro. La batalla es la crisis. No hay que entrar en debates estériles por el quien; nadie es de nadie», advirtió Fabra, quien se presentó como alguien que llegó «sin peajes ni piedras en la mochila», pidió que nadie en el PP «se esconda». Tras asegurar que están en riesgo los fundamentos del Estado del Bienestar, exigió a los suyos un comportamiento ejemplar. «Tenemos que ser un modelo de conducta».

Canarias, Murcia y Ceuta, con más del 97%

La amplia mayoría de apoyos que aglutinó ayer Alberto Fabra en el congreso regional, de más de un 81 %, se queda corta si se compara con el grado de unanimidad con que otros barones territoriales del PP sacaron adelante sus cónclaves. El ministro y presidente de Canarias José Manuel Soria fue reelegido con el respaldo del 97,15 % de los votos.

En Murcia, el presidente Ramón Luis Valcárcel también sacó adelante su congreso de releección de forma abrumadora: el 98,14 % de los votos emitidos, con 952 apoyos, diez votos en blanco y ocho nulos.

Otro de los lugares donde el partido vivía ayer la renovación de sus órgnos de dirección era Ceuta. Allí la mayoría fue aún más rotunda. Juan Jesús Vivas fue elegido presidente del PP de Ceuta con el 99,47 % de los votos €376 votos a favor y únicamente dos nulos€, en un congreso que solo ha contado con su candidatura. efe valencia