Domingo 3 de juniol. 12 del mediodía. Embalse de Benagéber y alrededores. La ceniza y los restos calcinados de botes y latas son testigos mudos del paso de las llamas, que han asolado la zona desde el pasado viernes al mediodía.

Lo que antes era un pulmón verde de la provincia de Valencia, ahora presenta un aspecto triste, desangelado. La poblada vegetación -plagada hace poco de pinos centenarios- ha dejado paso a una estampa desoladora, donde los esqueletos de árboles tiznados y sin hojas se suceden. Donde la tierra antes marrón y verde ahora es negra. El silencio se adueña de la superficie montañosa cercana al pantano. No se mueve animal alguno. La naturaleza muerta no emite sonidos.

La Guardia Civil controla los accesos al embalse y los únicos vehículos que se mueven por la estrecha carretera pertenecen al consorcio de bomberos de Valencia y la Unidad Militar de Emergencias (UME). Se divisan conatos de humo en algunas zonas de difícil acceso, a las que acceden por tierra grupos de brigadistas.

El fuego ha sido estabilizado y perimetrado. El dato oficial de la Generalitat habla de 669,88 hectáreas arrasadas. Los vecinos calculan que serán más de 700 las hectáreas afectadas. Más allá de los datos, lo que pervivirá es el recuerdo del suceso. Ahora, los trabajos de investigación se centran en la autoría de los hechos. Los primeros indicios apuntan a que la zona cero del incendio se ubica en la aldea de Bercuta, donde descansan algunos caseríos de labranza. Es un punto de difícil acceso conocido por senderistas y amantes de la montaña. Así como por vecinos de los tres municipios afectados -Benagéber, Chelva y Tuéjar-. Por ello, la principal línea de investigación apunta a un fuego provocado, causado por un residente cercano. Por un vecino de la zona.

El viento impulsó las llamas

Los trabajos de inspección también han permitido situar el origen del suceso en dos focos diferentes, situados a las lindes de un mismo camino. El incendio nació a la vez en dos puntos cercanos, lo que refuerza la teoría de la intencionalidad. A su vez, se ha podido comprobar que fue un fuego rápido. Las llamas arrasaron 400 hectáreas en sus dos primeras horas de vida. El hecho de que en algunas superficies de bosque aún hayan escasos pinos vírgenes rodeados de matas calcinadas prueba que las llamas se movieron con gran rapidez, ayudadas por las rachas de viento habituales en superficies montañosas.

Traicionero al principio, el tiempo ayudó al final. La lluvia y el descenso de temperaturas fueron clave para sofocar y controlar las llamas. Al final, el incendio ya se da por controlado y estabilizado.