A su despiadado paso por Cortes de Pallás y Andilla, el fuego ha ido sembrando la semilla de la desolación y la impotencia mientras calcinaba los montes. Un germen que rápidamente ha florecido en los vecinos de los municipios más dañados en forma de buenas intenciones. Las ganas de colaborar de forma voluntaria para asestar un golpe mortal a las llamas ha ido creciendo de forma proporcional a la magnitud de la catástrofe. Sin embargo, el fuego no se apaga con buenas voluntad, ni con el esfuerzo espontáneo del que no quiere resignarse a ser un mero espectador del incendio que puede destruir su tierra, su trabajo, o su propia casa.

Ayuda sólo en la «retaguardia»

«Puedo entender a los que pretenden lanzarse al incendio a ayudar, porque quieren evitar que se queme lo suyo, pero a veces no saben el peligro que corren». Mercé Trullén, jefa del servicio de planificación del Centro de Emergencias, explica que el tema del voluntariado durante los incendios es «delicadísimo», y a pesar de que mucha gente pretende colaborar en la extinción del fuego «nuestra política a seguir siempre ha sido la de priorizar la protección de las vidas humanas ante los posibles daños del medio ambiente». Por esa misma razón, durante la extinción de los incendios no se acepta la colaboración de personas sin una formación adecuada. Así, aunque los agricultores, los ganaderos, o los simples vecinos de las zonas que han visto más de cerca las llamas son, probablemente, los que mejor conocen los secretos que esconden los montes en peligro, la colaboración voluntaria no está permitida más allá de la «retaguardia» de los frentes, como por ejemplo la preparación de albergues para los desalojados. «No podemos dejar que la gente sin preparación ante este tipo de situaciones trate de ayudar por su cuenta, porque hasta los brigadistas más experimentados y preparados pueden quedar atrapados por el fuego».

En la misma línea se muestra uno de los bomberos que ha estado trabajando en el frente de Cortes de Pallás, «aquí sucede como en el fútbol, todo el mundo cree que puede ser seleccionador y todo el mundo cree que sabe cómo se apaga un incendio». «Es de agradecer la buena intención de la gente y sus ganas de ayudar, yo también haría lo mismo, pero no podemos dejar que pongan sus vidas en peligro» remacha Trullén.

Las motosierras de Carlet

Uno de los casos puntuales en los que ha llegado a existir una colaboración voluntaria para combatir el avance de las llamas tuvo lugar el pasado domingo en Carlet. Ante la inminente amenaza del fuego, el ayuntamiento y la Guarda Civil acordaron solicitar a través de las redes sociales, listas de teléfonos e incluso el bando municipal, materiales y herramientas para optimizar las labores de extinción. Mª Ángeles Crespo, alcaldesa de este municipio de la Ribera Alta, señala que «durante el fin de semana, ante la amenaza del fuego, mucha gente llamaba al ayuntamiento para decir que querían ayudar y que si queríamos podíamos disponer de sus motosierras o de sus cubas de agua». El lunes por la mañana, con la autorización de la Guardia Civil, el consistorio pidió ayuda a los vecinos, que en pocas horas aportaron todo tipo de herramientas. Ninguno accedió de forma directa a la zona de mayor peligro, en la que los brigadistas peleaban frente a frente con el temido fuego.