Probablemente son de los mejores del mundo en investigación sobre suelos y conocen mejor que nadie las consecuencias de un incendio, pero pocas veces se les consulta sobre cómo se puede remediar el desastre. Levante-EMV ha hablado con cuatro expertos que coinciden básicamente en la necesidad de «no precipitarse» después de los últimos incendios, lo que significa justo lo opuesto de la pasividad. La amenaza de las lluvias torrenciales está a la vuelta de la esquina y después del diagnóstico es imprescindible pasar a la acción.

«Tras el incendio, el monte esta enfermo y hay que diagnosticarlo para ver qué tratamientos debemos de llevar a cabo. Si no lo hacemos se nos muere», explica gráficamente Jorge Mataix-Solera, de la Universidad Miguel Hernández de Elche.

Jose Luis Rubio, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) que comparte la Universidad de Valencia con el CSIC y la Generalitat, cree «necesario y urgente» intervenir, «sobre todo antes de que produzcan lluvias erosivas». «Habría que establecer una fase inmediata de actuación de emergencia y otra a largo-medio plazo de actuaciones de restauración El objeto primordial es la protección y conservación del suelo. Si perdemos el suelo lo perdemos todo: perdemos la biodiversidad, el paisaje, la cobertura vegetal, la producción forestal, la regulación hidrológica, la fauna€».

Su compañero en el CIDE, Patricio García-Fayos, apuesta por esperar a que la regeneración se produzca «antes de hacer ninguna intervención».

«La inmensa mayoría de la superficie que se quema en nuestra comunidad se regenera espontáneamente. Sólo habría que intervenir en aquellas zonas en las que a priori sabemos que, por las características de la vegetación previa, ésta no lo va a hacer o lo va ha hacer en un grado muy bajo y existe un riesgo importante de erosión», añade.

Ramón Vallejo, del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), dirige los equipos que están evaluando sobre el terreno los daños provocados por los últimos incendios. Coincide en la necesidad de intervenir allí donde el riesgo de erosión y de escorrentía es «grave» aunque matiza que generalmente son «pequeñas superficies en el territorio forestal valenciano donde las actuaciones de protección del suelo hay que hacerlas rápidamente para que sean efectivas antes de las posibles lluvias intensas de otoño».

Jorge Mataix-Solera recomienda tener mucho cuidado con el suelo. «Después del incendio y hasta que se cubra de algo de vegetación el suelo está en una situación muy frágil. Una intervención ahora podría ser más perjudicial que el propio incendio».

El esquema de una intervención postincendio prácticamente consensuado entre los expertos pasaría por evaluar y seleccionar las áreas prioritarias y, una vez identificadas, realizar actuaciones de bioingeniería, como semillados, la cobertura con paja y residuos, fajinas y otros tipos de barreras, enmiendas orgánicas, etc.

A medio plazo y en las zonas donde sea necesario intervenir habría que realizar actuaciones de restauración, incremento la presencia de especies capaces de resurgir tras los incendios, mejorar la diversidad y estructura de la vegetación y en su caso «potenciar» los procesos de sucesión en la vegetación que la naturaleza establece para tipo de suelo y clima. Finalmente sería necesario incidir en las políticas de prevención.

Algunos expertos creen necesario introducir el fuego controlado como un elemento de prevención, incluso como factor «ecológico» imprescindible en la gestión forestal. Recuerdan que los incendios forman parte del ecosistema mediterráneo y que es posible apoyarse en el fuego para evitar la destrucción de grandes superficies y para favorecer la aparición de algunos procesos.

Colapso presupuestario

En tiempos de recortes y sacrificios parece imposible que las inversiones forestales sean prioritarias. «Un problema estructural de la gestión de los montes es que sus tiempos superan con mucho el ciclo político con lo que no es fácil que se mantengan programas de gestión forestal a largo plazo», constata Ramón Vallejo.

Los expertos invitan a reflexionar y algunos como García-Fayos advierte: «Los incendios no van a disminuir sino que cada vez van a ser más numerosos y periódicamente se repetirán desastres como los de 1994 y 2012».

«Cada vez más van a afectar a personas y bienes y los costes seguirán aumentando. Dicho ésto, si se toman políticas con el mismo ánimo de reducir los incendios, pero equivocadas, se gastará dinero inútilmente. Esto lo saben bien en EE UU, donde en el siglo XX, a pesar del aumento de recursos destinados a combatir los incendios, la tendencia fue que cada vez eran más numerosos y la frecuencia de los siniestros devastadores no variaba», concluye García-Fayos.

José Luis RubioLas ventajas de «gestionar» la naturaleza

Uno de los pioneros. Ha sido presidente de la Sociedad Europea para la Conservación del Suelo (ESSC). Junto a enfoques más clásicos, como el de la corrección hidrológico forestal —diques y repoblaciones—aplicado masivamente hasta ahora, subraya que las técnicas de bioingeniería destinadas a la conservación de suelos «ofrecen interesantes posibilidades en la restauración de zonas incendiadas». Asegura que estas técnicas, que Odum ya definió en 1971 como «la gestión de la naturaleza» y que vendrían a facilitar y acelerar la evolución natural de la vegetación tras el incendio, proporcionan «un enfoque ambientalmente más adaptado y coherente con la sucesión vegetal, con el mantenimiento de la biodiversidad y con la preservación de las funciones ecológicas de las zonas afectadas». «Esta mayor coherencia ambiental —añade—favorece una mayor eficiencia a largo plazo. Tienen menor coste y mejoran «la calidad paisajística y visual de las intervenciones». Requieren de mano de obra especializada, planta adecuada y su disposición en el momento en el que sea necesario.

Ramón Vallejo«Si se espera, perdemos capacidad de reacción»

Representa el conocimiento adquirido por el CEAM. El centro de investigación valenciano dispone de una metodología contrastada en el diagnóstico postincendio puesta a prueba en más de 80 grandes fuegos y 200.000 hectáreas evaluadas. Lo primero es hacer un diagnóstico en cada zona quemada, explica, pero recuerda que con el nivel actual de conocimiento se puede prever cuál será la regeneración del monte quemado sin esperar. «Si se espera, es posible que algunos procesos de degradación, particularmente de erosión del suelo, ya se produzcan sin dar tiempo a reaccionar». Sobre las políticas de prevención aplicadas hasta ahora cree «razonable» analizar qué componentes de la estrategia son mejorables «sabiendo que en ningún caso se van a eliminar de forma completa el riesgo de incendios de un cierto tamaño. No se ha conseguido en ningún país del mundo, ni siquiera con enormes inversiones». Las soluciones globales fáciles — limpieza del monte etc.—«no son muy viables en el mundo actual» porque «no se puede volver a una España rural que sobreexplotaba el monte, por lo que no había grandes incendios».

Patricio García-FayosEl incendio como parte del ecosistema

Trabaja en el CIDE, un centro mixto de la Universidad de Valencia, el Centro Superior de Investigaciones Científicas y la Generalitat Valenciana. Cree que hacen falta muchos recursos pero no para intervenir justo después del fuego «sino para hacer una planificación y gestión eficaz de los montes que contribuiría a situar el impacto de los incendios en sus límites naturales». Matiza que aunque parezcan muchos recursos, «al dirigirse necesariamente también a una planificación y gestión rural integral, las poblaciones que aún viven en el campo serían beneficiarias también y con su trabajo estarían contribuyendo al éxito de su aplicación, lo que además redundaría en solucionar parte de la falta de alternativas en el campo». En este sentido sostiene que la política forestal «tiene que ser necesariamente un todo junto a una política integral del mundo rural (agricultura, ganadería, turismo rural, otros productos, monte, naturaleza, etc.) y, por otro lado, tiene que asumir que los incendios forestales son parte consustancial de la naturaleza de nuestros ecosistemas».

Jorge Mataix-Solera«Los científicos estamos para que se nos consulte»

Representa una nueva generación de investigadores. Trabaja en el Grupo de Edafología Ambiental (UMH) y Coordinador de Fuegored, la red temática nacional que investiga los efectos de los incendios forestales sobre los suelos. Cree que uno de los pilares de una política forestal correcta sería que haya «un mayor asesoramiento por parte de los científicos, que se nos hiciese más caso». «Los científicos estamos para que se nos consulte y para asesorar y ayudar; nos debemos a la sociedad, han invertido dinero público en nuestras investigaciones y es nuestro deber transferir esos resultados». Todavía se estudian aspectos básicos que no están del todo resueltas, «pero hay que dar ya el paso a transferir los resultados a algo más aplicado en colaboración con la administración encargada de la gestión forestal, es decir probar aspectos que sabemos suceden en parcelas a mayor escala: ladera, cuenca, paisaje. «Lógicamente —añade— eso supondría más inversión económica en investigación, transferencia de resultados y en prevención de incendios».