La festividad más arraigada en Aldaia es, sin lugar a dudas, la «baixà» del Crist dels Necessitats, un referente en ese tipo de tradiciones en toda la provincia por la numerosa participación que registra desde hace décadas, tanto de forma activa por los «tiradors» como por el público que asiste, así como por la solemnidad con la que se celebra. Pero este año, el momento culminante de esta «passejà de foc» se convirtió en un gran abucheo de vecinos y «coeters» a los clavarios con críticas también al ayuntamiento.

La «baixà» es un desfile de aficionados a la pólvora y devotos del Crist dels Necessitats por el itinerario tradicional, en la que los participantes llevan los cohetes sujetos por tenazas, que conforman espectaculares fuentes de luz con trueno final. La imagen del patrón marcha al final, a hombros de los Portadors del Crist. El paso por la calle Mayor es el momento más apoteósico por la cantidad de cohetes que se queman y el público que se concentra. Cuando toda la comitiva acaba el recorrido, la imagen entra en el templo de la Anunciación en medio de la «roda de foc» que realizan los clavarios.

Pero en esta ocasión, el grupo de festeros que lidera el empresario Julián Escarpa decidió variar la secuencia, cuando el acto estaba en plena celebración. En un momento dado de la madrugada del domingo al lunes, cuando los «tiradors» llenaban la calle Mayor, los festeros dieron la orden de que la imagen avanzara rompiendo el ritmo de la «passejà» hasta llegar junto a la iglesia, donde se iluminó un cartel en el que la factoría propiedad del clavario mayor felicitaba las fiestas. A continuación estalló un espectacular castillo, todo ello con la «baixà» paralizada en su fase culminante.

La reacción de los participantes fue comenzar a golpear con las tenazas los cajones que portaban los cohetes como señal de protesta. Y cuando hicieron volver al Cristo otra vez al final de la comitiva,los «tiradors» se negaron a seguir encendiendo cohetes y la imagen tuvo que volver a la puerta del templo a oscuras, entre los redobles de las cajas. Cuando los clavarios hicieron la «roda de foc» para que entrara en el templo, vecinos y tiradores les dedicaron un sonoro abucheo con gritos de «fuera, fuera» y otras críticas a festeros y consistorio. Entre el público, muchos calificaban de «intolerable» el cambio y otros criticaban que el ayuntamiento permitiera «romper una tradición de varios siglos».