Los musulmanes valencianos viven un momento dulce. Su expansión sigue con el modelo mancha de aceite y, en el último año, ha registrado el mayor aumento cuantitativo de todas las religiones: de 130 lugares de culto ha pasado a 164. De hecho, un fenómeno se está abriendo paso entre las comunidades islámicas: la compra del local donde se ubica la mezquita —normalmente una planta baja bajo— para decir adiós al tradicional sistema de alquiler.

Según explica el marroquí Abdelaziz Hammaoui, presidente del Centro Cultural Islámico de Valencia y uno de los referentes autonómicos del islam, en los últimos años, tres o cuatro mezquitas han iniciado colectas para sufragar la compra de un local con la ayuda de los feligreses. «La crisis es una oportunidad para cambiar de local o para comprar locales porque han bajado mucho los precios. Y tener un local propio es un elemento de estabilidad para la comunidad mucho mayor que tenerlo de alquiler», justifica Hammaoui.

A ello se suma la apertura de nuevos lugares de culto. Dice el presidente que el aumento de mezquitas «es constante desde hace algunos años». «Al principio se crearon las primeras mezquitas en núcleos urbanos importantes, y con el paso del tiempo se han producido tres fenómenos. Primero, el aumento de mezquitas en estos núcleos grandes, y así tenemos siete u ocho mezquitas en la ciudad de Valencia. Segundo, pueblos medianos como Algemesí o Benetússer han pasado a tener dos mezquitas en vez de una porque la mezquita inicial se ha quedado pequeña. Y, en tercer lugar, en muchos pueblos pequeños se ha impulsado una mezquita».

Pese a todo, hay un hecho que no cambia: el recelo de los propietarios y los vecinos a la hora de alquilar un local para abrir una mezquita, lamenta Abdelaziz Hammaoui, «por desgracia todavía existe». «Hay mucho desconocimiento y no sabe que eso es un derecho garantizado por la Constitución. Los vecinos siguen pensando que es como si nos hicieran un favor, o protestan, o aparecen pintadas racistas como ocurrió en Torrent…». Este clima, en el que «las autoridades no hacen lo que les toca» a juicio del presidente del Centro Cultural Islámico, provoca que algunas comunidades musulmanas hayan de cambiar de local, como en Torrent, o pierdan mucho tiempo en los trámites para obtener la concesión de la licencia.

Pero los musulmanes pelean. Porque abrir centros de culto no sólo facilita el rezo y la celebración litúrgica a los creyentes, sino que permite «ofrecer clases de árabe y de educación islámica a los niños, y eso es lo que más motiva a las familias para abrir lugares de culto en los pueblos más pequeños», destaca Abdelaziz Hammaoui .