El Ágora de Calatrava, la guinda inconclusa de la Ciudad de las Artes, ha sido motivo de polémica por diversos asuntos: desde las goteras que han obligado a interrumpir algún partido de tenis hasta sus sobrecostes (el doble de lo previsto) y la demora de un proyecto cuya ejecución estaba prevista para 2007.

Modificaciones y retrasos marcados por la «improvisación» en un edificio que ha ido incorporando añadidos durante el proceso de construcción. Así lo indica el diputado de EU Ignacio Blanco, que el pasado mes de abril pudo consultar toda la información en la sede de la empresa pública Cacsa.

El caso más significativo es el ya conocido de los WC. En 2009, en vísperas del Open de Tenis, Calatrava tuvo que modificar el diseño para incorporar más urinarios. Como el edificio había sido concebido sin un fin concreto, las previsiones de público y, por tanto, de servicios, se quedaron cortas.

Pero no fue la única «chapuza». Según Blanco, en el proyecto de ejecución modificado de marzo de 2009 (el cuarto documento desde el básico de principios de 2005), aparecieron por primera vez algunos cambios: 54 lavabos; cinco secamanos para reforzar los 4 previstos; 23 WC más y otros 9 urinarios.

Cuestiones fisiológicas al margen, parece que el arquitecto no había contemplado otras necesidades que pudieran darse. En ese último proyecto de 2009 se incorporan al edificio las «puertas de entrada para camiones», algo necesario para el montaje y desmontaje de los eventos que ha acogido el recinto, como el Open de Tenis o la Valencia Fashion Week.

Con todo, en opinión del diputado de EU, el «olvido» más grave está vinculado a la cubierta móvil que finalmente no fue colocada, un complejo diseño hidráulico con forma de alas que se abre y se cierra (las 163 láminas están abandonadas en un solar). Se trata de un auténtico reto de ingeniería, pero hasta cuatro años después del diseño (2009) no se introdujo en el proyecto un informe «estudios túnel de viento». Un tomo entero de cientos de páginas «que se justifica para detectar cualquier inestabilidad aerodinámica».

«El Consell aduce problemas económicos para no colocar la cubierta móvil, pero sospecho que no hay confianza en que funcione», señala. Y cita antecedentes como la visera del Palacio Congresos de Calatrava en Oviedo, que no puede levantarse por problemas del sistema hidráulico. Según un documento descriptivo del despacho del arquitecto, la cubierta móvil es quizá «el elemento más singular del edificio», por vistosidad y por el ingenio de su mecanismo de apertura y cierre. El remate (no ejecutado) constituye el 18, 5 % del proyecto inicial, es decir, 7,75 millones.