Las universidades valencianas, periódicamente, se benefician de la gracia de filántropos que destinan recursos destinados a la institución académica. Pisos, terrenos, obras de arte, bibliotecas y otras colecciones conforman los lotes que llegan a los campus de manos de algún protector. Nada que resuelva los apuros presupuestarios para pagar nóminas porque el ingreso en dinero es menor.

"Las diferencias con las universidades americanas son muy significativas en cuanto a captación de recursos privados. En aquellas se obtienen buena parte de estos recursos económicos para cubrir sus presupuestos generales de donaciones privadas de empresas y personas físicas. También es cierto que los incentivos fiscales al mecenazgo son mucho más atractivos, además de una cuestión cultural y conceptual del retorno a la institución académica", subraya el gerente de la Fundación General de la Universitat de València (UV), Cristóbal Suria. Como ocurre con los antiguos alumnos: "Una cuestión de cultura filantrópica" muy arraigada en Estados Unidos o el Reino Unido, añade Suria.

Sin embargo, destaca que en los últimos 25 años han aparecido en los campus españoles asociaciones de estudiantes que han concluido la carrera pero quieren mantenerse vinculadas a sus universidades. Además, a través de fundaciones se canalizan actividades. Empresarios y entidades privadas impulsan políticas de responsabilidad social corporativas, como las cátedras de empresa, para mejorar su imagen y reputación, con lo cual potencian el patrocinio y el mecenazgo, para bien de los centros que así captan recursos.

No obstante, la tendencia es refundir fundaciones antiguas o extinguirlas porque el dinero que el protector había destinado para becas, por ejemplo, ya se ha gastado. Especialmente destacada en la Universitat es la Martínez Guerricabeitia, que gestiona la donación, una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes de España. También destacados son los dos cuadros de Goya, "El Balancín" y "El Salto" que se conservan en el museo San Pío V de la ciudad y que formaban parte del legado de Ignacio Tarazona, creador en 1909 del Observatorio Astronómico. Relacionada con la institución, está la Fundación Cañada Blanch que permite becas, un colegio en Londres y la cátedra de Pensamiento Contemporáneo, dirigida por Paul Preston. Para captar recursos, la UV pone en marcha un proyecto, el "Crowfunding" para financiación colectiva, microfinanciación y micromecenazgo.

La Universitat Politècnica de València no se ha quedado al margen de estas aportaciones filantrópicas. Conserva los fondos de la Fundación Luis Giménez, una de las más sobresalientes colecciones cartográficas del país: más de 2.500 piezas entre mapas, cartas náuticas, libros y documentos marítimos o farmacéuticos.

Un alumno de 91 años de la escuela superior de Ingeniería Informática, Vicente Silvestre, donó junto con su mujer la finca rústica y terrenos de su propiedad para que la Politècnica los emplee en la investigación agrícola. Ubicados en el término de Llíria, ocupan una superficie de 4,5 hectáreas.

La Fundación Juan Arizo, como la Juan Esplugues en la Universitat, otorgan ayudas a los alumnos sobresalientes o que han concluido estudios. La de Juan Arizo, un profesor fallecido en accidente de automóvil a los 47 años y cuyo legado vela su madre María Serrullas, se creó en 2007 y otorga cuatro premios -uno de 12.00 euros y otros tres accésit de 4.000 cada uno- a los mejores proyectos fin de carrera en Caminos, Canales y Puertos.

Peculiar es el Agromuseo de Vera, en el que se pueden ver 12.000 volúmenes y decenas de objetos relacionados con la agricultura y la huerta valenciana. Los 7.500 documentos pertenecieron al exconseller de Agricultura Lluís Font de Mora, mientras que el millar de piezas ha sido cedido por agricultores y vecinos de Valencia: botijos, cerámica, utensilios, horchateras.