Ian Telfer, el magnate de la industria minera canadiense, no destacó precisamente durante sus días de estudiante en la Universidad de Toronto. Como tantos otros que han llegado a la cumbre, estaba demasiado ocupado divirtiéndose, según ha dicho en una reciente entrevista concedida al periódico canadiense The Globe and Mail. A los 25 años solo había hecho algunos viajes tras pasar sin pena ni gloria de un trabajo a otro. «No fui lo que se dice un cum ladue», explica el magnate del oro que planea sacar petróleo de l´Alt Maestrat castellonense.

Aunque se ve a sí mismo como un «intruso» en el teatro global de los negocios -la riqueza le ha llegado en la última década- se codea con los grandes tiburones de Wall Street. «Soy más un oportunista que un visionario. Y ahora he conocido a todos los chicos que fueron a Harvard. Hasta he negociado en contra de Goldman Sachs», afirma.

Sin embargo, a pesar de tener un sentido autocrítico del humor, Telfer no se toma la vida a broma. «Creo que toda mi experiencia me ha hecho muy consciente de que hay que tener la mente abierta. Nunca encaro un negocio con la suposición de que yo tengo la respuesta y la otra persona no». Y con esa filosofía es como pretende convertir Castelló en una pequeña Texas agujereada de pozos petrolíferos como un queso gruyer.

A sus 65 años, se ha hecho fabulosamente rico con el negocio de los minerales, especialmente el oro, y ya se encuentra entre los archimillonarios que lucen palmito en la revista Forbes.

En la actualidad, Telfer es la cabeza visible de un gran imperio planetario que ha puesto sus ojos en las reservas de petróleo de l´Alt Maestrat. Cofundador de R2 Energy, junto a Craig Steinke, otro hombre fuerte del sector energético, fue recientemente elegido presidente del Consejo Mundial del Oro, algo así como la OPEP del preciado mineral. En la actualidad, el emporio Telfer mueve 54.000 millones de dólares en la bolsa neoyorquina.

Una empresa ligada a R2, Montero Energy, será la filial española encargada de buscar petróleo en las comarcas del interior de Castelló. Y aquí es donde Telfer ha colocado a su mano derecha: Craig Steinke, administrador único de Montero Energy-España. En apenas dos años, una vez que el Consell autorice las prospecciones, las máquinas de Telfer/Steinke estarán horadando el terreno en busca de hidrocarburos del periodo Jurásico. «Ian es un hombre muy influyente en Canadá y latinoamérica. Es el cofundador de R2 Energy. Pero Steinke será el hombre que supervise toda la operación en España», asegura Rafael López, jefe de Exploración de Montero Energy.

En los últimos diez años, Telfer ha ido adquiriendo una serie de empresas mineras y se ha convertido en referente del sector energético americano. En los años 80 se trasladó a Brasil y aprendió portugués para cerrar personalmente los contratos, según explica en The Globe and the Mail. A continuación se metió en el negocio del oro venezolano y en 1999, con el precio de los lingotes por debajo de 300 dólares la onza, míster Telfer relanzó la compañía con un programa de Internet llamado Itemus Inc, que atrajo a nuevos accionistas. Y así, de negocio en negocio, llegó la hora de Goldcorp, su obra maestra, una de las mayores empresas del mundo en el sector del oro.

El hombre que se divertía en la universidad en sus años de juventud ha tardado 34 años en llegar a la cima del mundo. Los grandes «halcones», algunos ligados al mismísimo George Bush, como el exvicepresidente Dick Cheney -implicado en el escándalo de las adjudicaciones de pozos petrolíferos tras la guerra en Irak- figuran en su agenda. «Es cierto que Ian ha hecho muy buenos contactos con Halliburton porque hoy por hoy ellos tienen la mejor tecnología para abrir pozos de petróleo», asegura López. Los pocos que conocen de verdad a Ian Telfer aseguran que es un negociador formidable que está dotado de un intelecto superior y una curiosidad natural. «Siempre estoy dispuesto a escuchar y a aprender», dijo al The Globe. «Desde Vancouver a Guatemala, lo mejor que se puede dar a alguien es un trabajo. Y si hay una cosa que aprecio es un lugar que da a un hombre una segunda oportunidad», le cuenta al periódico canadiense.

Los tabloides hablan de su conocido gusto por los trajes grises y las camisas alizarinas de grandes marcas, que ha convertido en sello de su imperio. Quien quiera encontrar a Telfer para proponerle un negocio en Castelló no tiene más que pasarse por Il Giardino de Vancouver (todo magnate de las fianzas que se precie se refugia en un buen restaurante italiano). «Desde luego, allí estamos», dice.

Puede que el alma de Telfer siga siendo la de un joven que se divierte haciendo malabares con el mundo. Y que el resto sea leyenda.