En la semana grande de los cementerios hay un colectivo que volverá a sentirse excluido. Son los musulmanes „alrededor de 150.000 en la Comunitat Valenciana„, que sólo disponen de dos camposantos municipales adaptados a sus ritos funerarios: el cementerio general de Valencia y el camposanto de Alginet, que sólo admiten el enterramiento de los musulmanes empadronados en sus municipios. En cambio, los musulmanes que permanecen empadronados en cualquiera de las 540 localidades restantes de la Comunitat Valenciana sólo tienen tres opciones posibles para cumplir lo prescrito por la fe islámica respecto a su inhumación: o se entierran en un cementerio privado con parcela adecuada para enterramientos musulmanes, como el camposanto interreligioso de Riba-roja; o son sepultados en el gran cementerio musulmán de Madrid, que no exige el empadronamiento para ser enterrado allí; o su cadáver es repatriado a su país de origen en caso de que el fallecido hubiera nacido fuera de España.

Ninguna de las tres es una opción barata ni plenamente satisfactoria para los musulmanes. Ni tampoco justa. Porque, como destaca Abdelaziz Hammaoui, presidente del Centro Cultural Islámico de Valencia, los acuerdos de 1992 entre España y la Comisión Islámica de España garantiza a los musulmanes, literalmente, «el derecho a la concesión de parcelas reservadas para los enterramientos islámicos en los cementerios municipales, así como el derecho a poseer cementerios islámicos propios».

Sin embargo, han pasado veinte años „se cumplen la semana que viene„ y sólo dos poblaciones valencianas respetan la ley. La ciudad de Valencia inauguró su camposanto musulmán en el año 2000, dentro de las instalaciones del cementerio general, con 700 metros cuadrados y una capacidad para 145 cadáveres. Hasta ayer, los musulmanes enterrados eran 46. El cementerio musulmán de Alginet fue inaugurado en 2011 tras una intensa lucha de la comunidad islámica local. Eso permitió enterrar en su pueblo al hermano Yunus, fundador en 1993 de la comunidad islámica de Alginet, el 9 de agosto de 2011.

Pero no todos los musulmanes de la Comunitat Valenciana correrán esa suerte de poder tener descanso eterno en su último municipio de residencia, en su última casa. A juicio de Hammaoui, «es un problema muy serio que se va agravando a medida que se dan más casos de personas musulmanas que fallecen en España». «Pedimos „sostiene„ que cambien los requisitos del cementerio general de Valencia para que acepte a los fallecidos que estén empadronados en la provincia de Valencia, o bien que más municipios de la Comunitat Valenciana reserven una zona de su cementerio para enterramientos musulmanes», propone el presidente del Centro Cultural Islámico.

La repatriación, lo más común

De momento, la alternativa más común es la repatriación del cadáver al país de origen. Ihab Fahmy, coordinador de la Unión de Comunidades Islámicas de Valencia, explica que «trasladar el cadáver a Madrid cuesta casi lo mismo que repatriarlo a Marruecos» (unos 4.000 euros), y casi todos los musulmanes prefieren ser enterrados en su país de origen, aunque ya no sea el de sus hijos, antes que tener que hacerlo en Madrid, donde no tienen ningún vínculo familiar ni sentimental. «Cuando uno muere quiere estar cerca de sus seres queridos para que sus familiares no tengan que desplazarse a mucha distancia en las visitas. La situación actual impide normalizar la vida de los musulmanes. Uno vive en un pueblo y, por lo general, quiere enterrarse en ese pueblo según su confesión», concluye Fahmy.

Él plantea una solución provisional: que al menos cada capital de provincia disponga de un cementerio adecuado para los enterramientos musulmanes y no exija estar empadronado en ese municipio, sino en cualquier municipio de la provincia. Es decir: de entrada, que el cementerio de Valencia acepte enterramientos de los musulmanes de toda la provincia a través de un acuerdo provincial. Para que no haya más discriminaciones.

Un cementerio judío en Benidorm y sitio en el Cementerio Británico

La minoría judía opta, preferentemente, por ser enterrada en sus países de origen. La canadiense Alba Toscano, presidenta de la comunidad judía La Javurá de Valencia, subraya la importancia para los judíos de permanecer enterrados en el mismo sitio „siempre bajo tierra, no en nichos„ y de no disponer de un lugar de enterramiento en alquiler, como ocurre en los cementerios españoles, sino en propiedad. «Porque, si no tienes familiares aquí, ¿quién pagará dentro de 25 años para que no saquen tus huesos de tu tumba?», explica. Sólo hay un cementerio judío en la Comunitat Valenciana y está en Benidorm. En el Cementerio Británico de Valencia, donde también se pueden enterrar, hay tres judíos sepultados. Alba ya tiene su fosa comprada en EE UU. p. cerdà valencia