Al otro lado del teléfono, Javier Salinas no oculta que vive "como un momento de mucha alegría" el haber sido elegido obispo de Mallorca": "Aunque sobre todo siempre he ido por trabajo, me resulta un lugar amable".De abuela ibicenca, el nuevo prelado, nacido en Valencia, siente simpatía por los baleares: "A punto de cumplir los 65 años, tener que moverte, quieras o no, te lleva a reflexionar... pero al fin y al cabo piensas, es una misión ¿no? Si te lo han propuesto, debe ser porque algo podrás hacer allí".

Tiene un blog actualizado (http://bisbetortosa.blogspot.com.es) ¿es usted un obispo cibernáutico?

[Ríe] Es muy modesto. Lo empecé este año y lo llevo yo mismo, procuro escribir semanalmente, y hago una pequeña crónica de mis actividades pastorales, cuelgo algunas fotos... Espero poder continuarlo en Mallorca. No es que yo sea muy de este mundo -por mi época, soy hombre de libros-, pero encuentro que hoy en día las nuevas tecnologías son unas herramientas que llegan mucho a las personas, y estoy totalmente de acuerdo en utilizarlas.

Sacerdotes y religiosos que le conocen dicen que es un prelado moderado, muy campechano, al que no le gusta encerrarse en el palacio episcopal, ¿está de acuerdo con este perfil?

Es posible que vaya por aquí. La percepción que sobre uno puedan tener los demás también cuenta ¿verdad? Creo que el obispo tiene que generar cohesión, intentando alejarse de los extremos.

¿Su carisma está más cerca de Teodor Úbeda, o de Jesús Murgui?

No entraría en esa comparación, no lo sé, la verdad... Al primero lo traté mucho, de mi etapa en Eivissa, y a Jesús le conozco de hace muchos años y mira por dónde, he sido su sucesor ahora en Mallorca. Sí que es verdad que, como estilo, yo soy abierto, próximo a la gente, o procuro serlo.

Seguro que ha llegado a sus oídos la fractura existente en el clero mallorquín. ¿Cuál será su papel al respecto?

No conozco la situación, he leído algo, me han contado cosas, pero me gustaría conocerla de primera mano. Creo que es decisivo no venir a Mallorca con prejuicios. El tema de la unión del presbiterio es decisivo, siempre respetando las sensibilidades, por supuesto. Yo siempre digo que la Iglesia es como una arca de Noé, todo el mundo tiene cabida.

Una vez haya aterrizado, supongo que lo primero que querrá hacer es conocer a los sacerdotes, pero ¿qué otras prioridades se marca?

Una diócesis no es como una empresa, es una familia, con sus costumbres, sus tradiciones... y lo primero es conocerla y adaptarse a sus peculiaridades. Dedicar un momento de disponibilidad a aprender las variedades del idioma; mi forma de catalán es la propia de Valencia, así que entiendo que en la medida que pueda, me tengo que adaptar, aunque se note que no soy mallorquín y la gente diga al escucharme "este es valenciano" [ríe]. Pienso que es un tema importante este de la lengua, que te pide una actitud de simpatía, porque te aproxima a la gente. Este año además es el Año de la Fe, y hay toda una dinámica a seguir, porque profundizar en la fe es un camino que habría que acentuar.

¿Cuál es su opinión sobre la reciente sentencia del Constitucional que avala el matrimonio homosexual?

La Conferencia Episcopal hizo una nota al respecto, cuando se publicó el fallo, expresando su parecer. Encuentro realmente que como todas las sentencias, ésta tiene su parte muy discutible. Es una manera de reinterpretar, diría yo, la Constitución, y que tiene grandes consecuencias. Hay que tener respeto por las personas y sus situaciones, pero al final [la sentencia] crea una cierta confusión porque realmente no sabemos qué es cada cosa. Sí me preocupa mucho que un niño y una niña necesitan un padre y una madre, y se debe valorar mucho este hecho, aunque efectivamente siempre hay que buscar un espacio donde tengamos todos un respeto mutuo con la condición de cada uno.

¿Tiene la fórmula mágica para acercar a los jóvenes a los templos?

Es un tema muy importante, que preocupa aquí y en cualquier parte del mundo a nuestra Iglesia. Hay una ruptura... ¿qué hacer? Querer atraer a los jóvenes porque sí, no va bien. Yo pienso que lo que tenemos que hacer es acompañarles y abrirles a la posibilidad de la fe, canalizar sus inquietudes. Tenemos que ir a su encuentro, saber romper con nuestras propias inercias. Tenemos realidades importantes, como en el mundo educativo, en las que podemos desarrollar propuestas para dar a conocer el hecho cristiano.