Banco Malo

El banco malo antepone la venta de los pisos de Madrid a los de Valencia

La sociedad que gestiona los pisos procedentes de la reestructuración bancaria da prioridad a las viviendas del centro y norte de España, con más demanda

j. l. g.

Las viviendas de la Comunitat Valenciana que sean incluidas en el banco malo tardarán un tiempo en salir al mercado. El Gobierno ya está trabajando en un plan para obtener rendimiento de los activos tóxicos que los bancos nacionalizados traspasen a esta nueva sociedad, y en él no se contempla deshacerse de las viviendas de autonomías como ésta hasta dentro de entre 36 y 60 meses, es decir, un horizonte de 3 a 5 años. El motivo no es otro que la escasa demanda de vivienda en el mercado valenciano, por debajo de otras autonomías.

El banco malo es la solución tomada por el Gobierno por imposición de Bruselas para quedarse con los activos tóxicos y sanear las entidades que han sido nacionalizadas, entre ellas Bankia —donde se integró la antigua Bancaja— y Banco de Valencia, ambas muy expuestas al ladrillo.

La Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), que es su nombre oficial, absorberá las viviendas (terminadas, en curso y terrenos), los préstamos a promotores y las participaciones en inmobiliarias de las entidades nacionalizadas. En total, reunirá 89.000 viviendas, muchas de ellas en la Comunitat Valenciana fruto de las políticas de Bancaja.

El banco malo estará participado principalmente por el Estado a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), con lo que captará financiación en condiciones favorables. Pero también habrá inversores privados: Santader ha dado el ‘sí’, La Caixa y Sabadell estarán casi con seguridad y el BBVA se lo piensa. También se espera capital extranjero. El Gobierno promete una rentabilidad del 15 % a 15 años.

Este accionariado permitirá al banco malo aguantar los activos tóxicos sin necesidad de desprenderse de ellos con urgencia y a bajo precio. Pero Sareb también está obligado a obtener un rendimiento de estos activos tóxicos, con los que sacará a la venta los pisos cuando el mercado sea más propicio.

Así, el plan de Sareb estima que las viviendas terminadas que los bancos nacionalizados tienen en Madrid, Cantabria, Navarra y País Vasco estén vendidas en un plazo más cercano, entre 6 y 18 meses. Sin embargo, las previsiones para vender las viviendas del resto de comunidades se amplía hasta 2017. En ese margen se encontraría la C. Valenciana, con un mercado más parado. Por poner un ejemplo sobre cuál es la situación, el edificio de viviendas de lujo construido sobre los antiguos juzgados en la plaza Porta de la Mar de Valencia, comienzan a venderse gracias a descuentos brutales de hasta el 62 %. El banco malo no tendrá tanta prisa, y se da quince años para desprenderse de sus futuros activos.

En busca de la banca y capital extranjero

El Gobierno necesita accionistas privados que pongan 2.200 millones en Sareb en cuestión de dos semanas. Está siguiendo dos caminos para ello: implicar a la gran banca española y escudriñar el mercado en busca de capital extranjero que reforzaría la posición del «banco malo» ante los inversores. Y en ambos el Gobierno está encontrando dificultades.

Los bancos han mostrado su reticencia a la solución del banco malo el último año. Sus recelos se han asociado a las dudas sobre la rentabilidad futura de Sareb. Pero otras interpretaciones vinculan tales reparos a la estrategia general de la gran banca, que asiste a la reordenación financiera y a la extinción de las cajas de ahorros dispuesta a conquistar cada parcela que se ponga a tiro, trabajando sobre la idea de que a no mucho tardar en España el mercado financiero se lo repartirán seis o siete entidades.

El negocio del banco malo será básicamente adquirir los pisos de bancos en dificultades con importantes descuentos y revenderlos a medio plazo con plusvalías. De resultar así efectivamente se conjuraría el riesgo de pérdidas públicas y los inversores privados ganarían dinero.

La rentabilidad potencial y las ventajas fiscales son los cebos que el Gobierno está poniendo para captar socios extranjeros. Pero pueden pesar más los puntos flacos: la incertidumbre general sobre la economía española, la expectativa de que el ajuste de los precios inmobiliarios no ha terminado y el temor a que la demanda de vivienda tarde mucho en recuperar el pulso.

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