Vida en la terreta

Viviendo el duro invierno

La lana sigue dando trabajo y fama a las empresas textiles de Morella que producen mantas y toquillas para toda España

j. tena morella

En Morella, la ganadería, la lana y los tejidos van unidos de la mano. En la calle principal las tiendas de artesanía todavía evocan a las «mantas morellanas». Y es que el frío propicia que los hombres y mujeres tengan que taparse. Ellos con mantas, ellas también, pero con toquillas. No se entendería la historia de Morella sin los telares ni los talleres textiles. Hoy, entre murallas y en su entorno se sigue tejiendo tradición, economía y futuro.

«En 1918 la familia Valeró inició la elaboración y comercialización de toquillas. En 1988 no tenían descendencia y vinieron a casa de mis padres para ofrecernos la posibilidad de entrar en el negocio. Entonces nosotros no sabíamos lo que era un gramo de hilo». Habla Jesús Ortí quien un cuarto de siglo después vive de la transformación de la lana en toquillas, bufandas, vestidos... todo lo imaginable en torno a un telar.»Estuvimos dos años trabajando con ellos y a los dos años entramos por nuestra cuenta». Fue su camino hasta hoy.

La familia Valero empezó a comercializar las toquillas en los primeros años del siglo XX. Durante buena parte de la centuria todos los modelos eran de un sólo color: el negro. Eran piezas de artesanía hechas a mano.

Hasta los años 70 todas evocaban lo oscuro. A partir de la década de la apertura hacia la democracia desde el negro se evolucionó hacia el color. El gris y el azul se abrieron paso. Los Valero eran una estirpe más de los morellanos que vivían de la transformación de lana.

Camilo José Cela les dijo a los morellanos «vosotros ya habéis nacido con las murallas». Las murallas traen turistas, pero los turistas en Morella buscan algo más que historia y piedra. Buscan trufa, buena mesa y mantas, pero también toquillas. La cuestión es taparse.

En un taller artesano, como es el de Jesman todos hacen piña para salir de la que cae cosiendo y tejiendo. Es la evolución del textil en Els Ports. «La tradición del textil se rompió en los setenta. Ahora dedicados al textil quedamos dos o tres», recuerdan los que siguen bien vivos.

A Jesús se le ha unido Javier. Ambos llevan un telar en las neuronas.

«Nos costó encotrar máquinas que pudiesen tejer toquillas. Encontramos algunas que permitían sacar las piezas como hechas a mano». Y hoy es realidad. Reflexionando sobre el pasado saben que la semilla de la manta tiene muchas ramas. «Morella tiene fama por la manta morellana, pero la toquilla es tan antigua como la manta morellana. Se ha gastado siempre. Es un producto que no tiene fama de Morella aunque aquí se producen la mayor parte de las toquillas que se venden en España».

La evolución de la artesanía hacia la industria ha acabado con decenas de talleres y fábricas. Para la historia han quedado El Tint, la Fábrica Giner... Pero el poso se mantiene y el textil sigue formando parte de los apoyos que dan vida y color de futuro a la ciudad amurallada.

«En los años 80 por cada 100 toquillas negras se vendían 500 de colores. Ahora el negro es un color más. Hay más de 30 colores. Las señoras mayores se han modernizado en coloridos» aseguran los Ortí.

Pingüinos en el Guadalquivir

La prenda elaborada en Morella tiene como común denominador el frío. «La toquilla es una prenda de abrigo. Tuvo su boom a principios de siglo XX. No había calefacción en las casas y abrigaba» describen en el taller. Hay una máxima: «Nosotros trabajamos todo el año para el invierno» y también un certero comentario salpicado con humor que luego se argumenta: «Siempre decimos que queremos que haya pingüinos en el Guadalquivir. Si hay pingüinos allí el año es bueno. Y si el frío llega antes de Navidad mucho mejor, porque luego ya llegan las rebajas. Además la gente está condicionada por el 'ya es primavera en El Corte Inglés' aunque haga un frío que pela. La psicología determina muchísimo la compra. Todo lo que no se vende antes de Navidad la gente no compra, aunque el invierno venga tras los Reyes Magos».

Casi nadie hace toquillas en España. Nadie teje tantas como en los telares morellanos. «Se ha mantenido por tradición. Es cultural. Es una prenda clásica», apuntan sus creadores destacando sus virtudes y polivalencia: «es cómoda para vestir y tiene aplicaciones que no imaginábamos. Por ejemplo puede utilizarse para la termodiálisis en los hospitales».

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