La Generalitat Valenciana ha aprobado con seis años de retraso respecto a la publicación de la ley de Patrimonio Arbóreo monumental el catalogo donde se identifican los 705 árboles descubiertos hasta ahora que superan alguno de los parámetros marcados por el texto legal y que se hacen merecedores por ello de una protección genérica sin que por medio haya ningún tipo de declaración administrativa.

Según dispone la ley, cualquier árbol que supere los 6 metros de perímetro de tronco, 25 de diámetro de copa, 30 metros de altura 0 350 años de edad merece y debe estar en este catálogo abierto todavía al que se han sumado 140 árboles monumentales declarados de interés local por los municipios que los albergan y también miman.

Antonio Marzo, responsable de la Conservación de Recursos Genéticos Forestales del Centro para la Investigación y Experimentación Forestal (CIEF) de la Conselleria de Infraestructuras y Medio Ambiente explica que el punto de partida para el catálogo fueron los trabajos previos realizados por las diputaciones provinciales, aunque han sido los agentes medioambientales, a pie de campo, los que han ido comprobando uno por uno que los árboles previamente identificados merecían, por sus dimensiones o edad, ser calificados de monumentales. «Algunos habían desaparecido o se tenían referencias pero la localización exacta», añade. El conocimiento de los agentes del espacio rural y forestal ha permitido, además, la incorporación de decenas de ejemplares nuevos.

Atajar la sangría

La ley nació en un momento en el que la sociedad valenciana era especialmente sensible a la pérdida de patrimonio arbóreo. La repetición de casos de «saqueo» de olivos milenarios en Els Ports provocó una corriente de opinión favorable a la adopción de medidas de protección.

Marzo cree que la ley contribuyó a su vez a alimentar es corriente favorable. «Se creó un sentimiento que identifica los árboles monumentales como un patrimonio común, un recurso turístico de primer orden e incluso un valor económico, como ocurre con el aceite de los olivos milenarios de la Çenia». «A partir de ese momento— añade- el saqueo de estos ejemplares se frenó. No digo que no haya habido casos, pero muy limitados».

Una vez promulgada la ley, el CIEF y los tres técnicos territoriales asignados a esta tarea han tenido que realizar cientos de informes sobre ejemplares amenazados por obras civiles, cambios de uso de suelo, transformaciones agrícolas o sobre ejemplares que amenazaban con caer y provocar una tragedia.

Antonio Marzo responde que los valencianos han pasado ya la fase «arboricida» que pudo ser una amenaza para estos árboles. «Muchos propietarios nos han llamado personalmente para darnos a conocer un ejemplar y en algunos sitios hemos visto que los árboles han servido para dar valor añadido a una propiedad e incluso a una promoción urbanística», añade.

El catálogo deberá completarse en el futuro, una vez elaborado un reglamento que los defina con claridad, con los denominados «árboles monumentales de protección expresa» y los «singulares», aquellos que todavía no dan la talla pero que son, en palabras de Marzo, la «cantera» del futuro.

De las 845 inscripciones actuales—705 árboles monumentales de protección genérica y 140 monumentales de interés local— aparecen 63 especies botánicas protegidas. Las más representadas son el olivo (36%), la sabina albar (17%), el algarrobo (8%), la carrasca (7%) y la palmera datilera (5%). Un 52% se encuentra en ciudades y el resto asociado a cultivos o en terreno forestal.

«Guerra electrónica» para salvar a la garrofera de l’Alfàs

La garrofera/algarrobo de la partida de la Foia Brell, en l’Alfàs del Pi, se moría y nadie sabía la razón. Cada vez más debilitada, el ayuntamiento, uno de los pocos que ha terminado de elaborar su propio catálogo de árboles monumentales, pidió la ayuda de los técnicos del CIEF, que ya han salvado decenas de ejemplares dignos de formar parte del catálogo amenazados por la sequía, las plagas de insectos o por la inoportunidad del paso de una obra pública.

Después de investigar sin resultado sobre las causas más probables de un declive como el que apuntaba la centenaria garrofera—con 800 años es la de mayor edad en toda la Comunitat Valenciana— los expertos del CIEF recurrieron a una medida desesperada: colocar una cámara de vigilancia las 24 horas del día. Descubrieron que el árbol está habitado por dos serpientes de especies diferentes y que una zorra asoma el hocico toda las noches. El problema, sin embargo, estaba en las ratas. Las cámaras vieron como decenas de ellas se comían los brotes más tiernos del árbol. Bastó controlar la población de ratas para que el mítico algarrobo se recuperara espectacularmente.