El «gall de canyar» o calamón (Porphyrio porphyrio) dejó de nidificar en las zonas húmedas de la Comunitat Valenciana en los primeros años del siglo XX. «La caza excesiva y la tranformación de humedales» fueron las causas comúnmente aceptadas de su declive, según escribía hace unos años Juan Antonio Gómez, director del Centro de Recuperación de Fauna del Saler de la Generalitat Valenciana. Sin embargo, hoy admite una tercera causa o detonante de un declive que arranca, probablemente, del día el que el calamón dejó de ser un ave doméstica, una especie de mascota habituada a la presencia humana que correteaba, jugaba y hasta vacilaba a los granjeros.

Juan Antonio Gómez asegura que durante los trabajos previos a la reintroducción del calamón en la Albufera de Valencia recogieron algunos testimonios de mayores, habitantes del entorno del humedal, que recordaban al calamón próximo a sus casas, picoteando todo lo que encontraba a su paso, como uno más de la familia, antes de que perros y gatos „mucho más útiles„lo desplazaran.

«Hay algo extraño en la distribución del calamón común rodeando el Mediterráneo que no se corresponde con ningún otra ave», explica el investigador. «Ademas, excepto en el Nilo, donde tienen su propia variedad, es siempre la misma subespecie», añade.

Una posible respuesta a esta peculiar distribución llegó en 1999, cuando la Granja, tras el éxito internacional del programa de reintroducción del calamón en la Albufera, colaboró en experiencias similares en Portugal y Sicilia. «Una de las razones que nos dieron en Coimbra, de donde desapareció en el siglo XIX, fue que el calamón estaba allí desde la época romana», relata. Así lo atestiguan decenas de mosaicos en las ruinas de Conímbriga en los que el «gall de canyar» es uno de los motivos ornamentales más repetidos.

En el año 2000, y una vez consolidadas las poblaciones de calamón en la Albufera, la Granja recibía la visita del Instituto Nazionale per la Fauna Selvática. Querían reintroducir el calamón en Sicilia, de donde desapareció en la década de los cincuenta del siglo XIX. También allí, el calamón común estaba en decenas de mosaicos, como en l´Alcúdia de Elx, en Túnez y Pompeya y todo el Mediterráneo. Desde entonces, Juan Antonio Gómez recopila toda la información que le llega a través de trabajos científicos y también de amigos que descubren para él la presencia del calamón en museos y ruinas romanas.

Al trabajo en la vertiente histórica y arqueológica, se suma la óptica del naturalista que representa Gómez. «Hay ya algunos estudios que apuntan al calamón como el ave utilizada por los augures que acompañaban a las legiones y que adivinaban el futuro según volaban las aves. El calamón vuela con dificultad, de modo que era fácil para los augures seguir sus evoluciones. Sus comportamientos son muy diferentes a otras aves acuáticas. Es un ave que le gusta hacerse notar y que siempre ha dado mucho que hablar», añade.

Este uso «sagrado» „su carne no tiene calidad y es fácil cazarlo„ justificaría su expansión y peculiar distribución a partir de una subespecie procedente de Irán, que estudios de ADN en proyecto podrían acreditar. Tras las legiones llegaba la romanización y con ella, probablemente, los calamones correteando por estanques y jardines. Y así hasta el siglo XIX.

Plinio cita al calamón en la vieja Roma, donde se le atribuye la cualidad de desenmascarar a la mujer adúltera y siglos después lo hacen también Luis de Camoens, Martín Villaverde (1570) en su «Bestiario de don Juan de Austria» y Gaspar Escolano (1611) en las «Décadas de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia». Siempre doméstico y siempre próximo, el calamón vuelve a reinar en la Albufera.

Valencianos por el mundo

El éxito de la cría en cautividad y reintroducción del calamón ha sido reconocido en Europa, aportando un gran prestigio en este campo a la Generalitat Valenciana, que supo implicar a los vecinos en este programa a través de los escolares del Palmar. Tras alcanzar una población estable de más de doscientos ejemplares, los calamones valencianos han repoblado humedales en toda España, Italia y Portugal.