Aunque el urbanismo mal entendido engulló en los años 60 y 70 del pasado siglo casi hasta el último palmo de suelo cultivado, Alaquàs tiene entre sus vecinos a uno de los pioneros de la agricultura ecológica de la Comunitat Valenciana. Francesc García Barberà, Quico la viuda, comenzó a producir de forma totalmente natural en 1980, cuando conceptos como la ecología o la soberanía alimentaria no formaban parte, ni de lejos, de una sociedad que se asomaba a la democracia. «Això no té cap futur», recuerda que le dijo un experimentado agricultor de Torrent. El mismo, 20 años después, le reconoció que «es el único futuro».

La dedicación de Quico a fomentar una agricultura más respetuosa con el planeta no fue por casualidad. Hijo de una familia acomodada, propietaria de tierras, eligió desde su adolescencia involucrarse, en lugar de pasar de puntillas por la vida. «Estudiaba en las escuelas profesionales de Jesuitas y se organizaban charlas», recuerda. La que impartió José Beunza, el primer objetor de conciencia de España, le marcó. De allí salió en parte del Moviment d´Objecció de Conciència (MOC) en el que García se involucró. «Las primeras reuniones eran en un local del Arzobispado y asistíamos personas vinculadas a los grupos cristianos de base, y libertarios y anarquistas», narra.

Su antimilitarismo le llevó a relacionarse con los primeros antinucleares y ecologistas que ya abogaban por otra forma de agricultura. Y decidió comenzar en sus tierras. «Mi padre no lo tenía claro pero vio que era más rentable aunque la producción sea más limitada», dijo. El siguiente paso fue fundar una cooperativa con otros productores que a finales de los 90 se reconvirtió en una Sociedad Agraria de Transformación y opera con el nombre de Ecomediterània.

Como objetor de conciencia, García Barberà realizó el servicio sustitutorio en el Barrio del Cristo, donde se involucró en la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), a la que sigue vinculado, igual que al movimiento de objeción. «El objetor lo es toda la vida, no era sólo no hacer la mili, es reclamar que se replantee el papel del Ejército y el gasto militar. El movimiento no acabó ni cuando se legisló la objeción ni cuando se suprimió el servicio militar obligatorio», reflexiona.

Hoy sigue vinculado a grupos pacifistas, no falta cada año al simbólico asalto a la base de la OTAN en Bétera y practica la objeción fiscal, como un puñado de alaquassers de su generación. «Dejamos de ingresar el porcentaje que estimamos que se dedica a gasto militar, (del 7% y el 12%) para entregarlo a Cáritas o a una ong», explica, lo que en alguna ocasión le ha supuesto pleitear con Hacienda. «Los Ejércitos defienden fronteras cuando lo que hay que defender es la vida digna de las personas. Y aunque lo revistan de actuaciones humanitarias, están al servicio de grandes intereses ocultos. En una guerra gana el más fuerte, no el más justo», defiende.

De Alaquàs elogia su dinamismo asociativo aunque echa en falta más número de entidades con compromiso social.

Agradece a la educación y los conocimientos adquiridos, que sus planteamientos se hayan reafirmado con los años. De ahí que además de todas sus batallas, en los últimos años forma parte del movimiento de asociaciones de padres de alumnos. Comenzó en la AMPA del instituto Clara Campoamor, fomentó con otras entidades la Interampa de Alaquàs y es desde hace varios años el presidente de FAPA de l´Horta Sud. Sus convicciones cristianas no le impiden reclamar «por encima de todo» una «escuela pública y laica» porque «es lo que garantizará que cada persona pueda desarrollar privadamente cualquier creencia o religión y es lo más respetuoso». Pero sobre todo defiende que «Jesús era un laico y todas sus actuaciones fueron siempre fuera de la oficialidad de la Iglesia que había».