Antonio Aranda Mata (1888-1979) fue uno de los héroes del bando nacional en la Guerra Civil, contienda que sajó en dos a la España de la II República tras el levantamiento militar protagonizado de julio de 1936.

El entonces coronel logró sobrevivir al asedio de Oviedo con muchos menos recursos y hombres que las «milicias mineras». Sus logros en Asturias lo auparon hasta el cargo de general. Después, participó „y ganó„ varias batallas que lo llevaron a las puertas de Valencia en 1939, entonces plaza mayor de la II República.

Una vez finalizado el conflicto, fue designado gobernador militar de la capital del Túria. Pronto se convirtió en una figura «incómoda» para el régimen. En 1943 fue arrestado por conspirar contra Franco para restituir a la monarquía. No duró mucho en la cárcel, ya que sus logros militares causaron una pronta liberación.

Un golpe de Estado de 2 millones

Los historiadores han ensalzado su figura como la de uno de los grandes conspiradores de la dictadura, destacando sus contactos con agentes de la inteligencia británica.

El libro Juan March: el hombre más misterioso del mundo (Pere Ferrer, Ediciones B) relata un pago de dos millones de dólares a Aranda por parte del MI6 para que encabezara un golpe de estado. El conocido banquero habría actuado como enlace.

También se ensalzan sus predilecciones por la coalición de los aliados en la II Guerra Mundial, mientras Franco se dejaba fotografiar y filmar junto a Adolf Hitler.

Ahora, un artículo publicado el pasado jueves 23 de mayo por el diario británico The Guardian sitúa a Antonio Aranda en una amplia nómina de hombres poderosos de la época que recibieron recompensas por «aconsejar» a Franco que mantuviera la neutralidad en el conflicto mundial. El artículo, firmado por el periodista Richard Norton-Taylor, se basa en recientes documentos desclasificados, que relatan una vertebrada trama de sobornos en una España devastada por los estragos de la guerra.

En total, la inteligencia británica habría gastado más de 200 millones de dólares (150 millones de euros) para que los prohombres afines al poder presionaran a favor de la neutralidad española en la contienda bélica.

Los documentos a los que ha tenido acceso el rotativo anglosajón destacan las advertencias realizadas por Samuel Hoare „embajador británico en Madrid„ del «inmediato peligro de que España abandone su neutralidad y se una a la causa nazi si no llegan los pagos». Estos se habrían realizado a través de la delegación de un banco suizo en Nueva York. Antonio Aranda habría sido uno de los beneficiarios.

El dinero británico también habría servido para «acelerar» arrestos de personalidades y mandos militares que se habían posicionado a favor de los alemanes.

Los documentos desclasificados también describen encuentros entre agentes británicos y líderes de la resistencia republicana en Lisboa „aunque no trasciende nombre alguno„ para llevar a cabo una revolución si Hitler ocupaba la Península. Lord Halifax „ministro de asuntos exteriores de Churchill„ habría enviado un telegrama a Hoare sobre los contactos con las guerrillas. «Por favor, queme esta carta cuando la haya leído». El documento nunca llegó al fuego.

El espía inglés que fue arrestado disfrazado de mujer

Los recientes documentos desclasificados por los servicios secretos de Gran Bretaña ilustran los movimientos entre bambalinas en la convulsa España de la II Guerra Mundial. Entre las vivencias descritas destaca el arresto del agente Dudley Clark «ataviado con un sostén, como si fuera una mujer». Cuando la policía española detuvo a Clarke, cuya tapadera se centraba en emular a un periodista del Times, el agente del MI6 declaró que era «un novelista que estudiaba las reacciones de los hombres hacia las mujeres en las calles españolas».

Posteriormente, Clarke comentó que había comprado las prendas femeninas para una mujer de Gibraltar y todo era «una broma».

Entre los elementos que decomisaron al agente del MI6 destacó «un rollo de papel de WC superfino, que sorprendió a los cuerpos policiales españoles».

El caso no pasó desapercibido para otros servicios secretos. Así, comunicaciones interceptadas de los alemanes definían las peripecias de Dudley Clark como un «caso de espionaje de primera clase». El agente del MI6 no pasó mucho tiempo en los calabozos, ya que fue prontamente liberado y rápidamente se marchó a Gibraltar.

El artículo publicado por el diario The Guardian narra que el entonces gobernador de Gibraltar declaró que Clarke fuera estrechamente vigilado y subido en el primer avión que partiera a Oriente Medio. «Si muestra signos de inestabilidad mental, debe ser enviado a casa en el primer barco que zarpe» ordenó el mandamás gibraltareño. Nunca ocurrió tal cosa. El autor Keith Jeffrey relató en la biografía de Clarke que «protagonizó una brillante carrera en el engaño».