Si la vida es la mejor escuela, fue entre los gitanos y excluidos del barrio de La Coma donde Raúl Contreras aprendió una de las lecciones más importantes del temario: «La ignorancia es la mayor pena; es peor que cualquier otra deficiencia». Él, un emprendedor inquieto que montó su primera empresa antes incluso de acabar la carrera de Económicas, descubrió entre los más olvidados de la sociedad que no hay flaqueza más grave que el desconocimiento.

Después de crear la segunda Sociedad Anónima Laboral de la Comunitat Valenciana, que exportaba alimentos artesanos del mundo rural y que contrataba a antiguos presos y personas con discapacidad, Raúl montó un holding de empresas de inserción en La Coma para gente sin empleo. Entre 1998 y 2009, unas 300 personas del barrio encontraron trabajo puntual y rotatorio gracias a su iniciativa. Inmerso entre los dramas cotidianos del barrio, le marcó mucho descubrir que algunas casas exhibían un gran televisor de plasma en el salón mientras tenían «la nevera en los hierros» „es decir, sin comida„ y las camas sin sábanas. «Conclusión: cuando no hay conocimiento, tomas decisiones que no son las más adecuadas», defiende Raúl.

La crisis le ha dado la razón: hipotecados que no necesitaban ser propietarios de una vivienda están al borde del desahucio y devorados por las deudas, o preferentistas (auto)engañados que olvidaron el gran consejo de la abuela: «Nadie da duros a cuatro pesetas». Al margen de los abusos de quienes mueven los hilos y el poder, entre la ciudadanía faltó prudencia, pero también conocimiento. Y por eso ha fundado Okonomia, una escuela popular de Economía enclavada en el corazón de Benimaclet cuyo objetivo es enseñar a la gente corriente a moverse entre la jungla capitalista, entender el lenguaje imposible de los bancos, «encriptado a propósito para hacerse incomprensible», y proporcionar las herramientas necesarias para que las personas sean dueñas y conscientes de sus decisiones económicas. Parece algo básico en la vida.

Pero, como constata Raúl Contreras, «no figura en el currículo escolar, ni siquiera en la asignatura de Economía, que se centra más en la historia y en nociones teóricas de microeconomía y macroeconomía».

En las clases de esta escuela popular, que se imparten cada jueves por la tarde en el colegio público Pare Català de Benimaclet, quince alumnos „casi todos universitarios„ aprenden cómo afrontar la firma de un préstamo o una hipoteca; cómo trabajar con los principios clásicos de liquidez, seguridad y rentabilidad; o cómo se pueden generar ingresos y reducir gastos en la economía doméstica mediante el ahorro energético, un consumo más responsable o el uso de monedas sociales.

Incluso dan un paso atrás y les enseñan a los participantes en esta escuela piloto a reflexionar y plantearse cuestiones elementales para su economía. Como la más crucial de todas: «¿Por qué quieres ser propietario de una vivienda? Si con el uso de una vivienda te sobra y eso puedes conseguirlo con alquileres, ¿para qué quieres endeudarte de por vida?», reflexiona Raúl Contreras. Sin embargo, si deciden dar el paso de comprar una vivienda „añade„les enseñamos todas las cláusulas de una hipoteca».

Tras varios meses de curso, los alumnos «ya controlan lo que van a firmar y las consecuencias que conlleva», se enorgullece el impulsor de Okonomía.

Pero no sólo difunden saberes prácticos. A quien quiera „«sin adoctrinamientos ni fundamentalismos», advierte Raúl Contreras„, se le invita a dar un paso más allá y convertirse a la economía solidaria como alternativa al capitalismo feroz. Y pone dos ejemplos: «Aunque los veas en el mercado, los pantalones a dos euros no existen. Alguien está pagando la diferencia. Y si el que hiciera los pantalones fuera tu hijo, ya no es que no los comprarías, sino que les pegarías fuego. Más allá del ámbito de la subsistencia, no entiendo cómo hay gente con convicciones sólidas que ejercen un consumo tan irresponsable como comprar las zapatillas que provocan el paro de su padre y nos quitan la riqueza».

Pero él insiste: lo más importante es que los ciudadanos se empoderen. Que cualquier persona pueda conocer y dominar los conceptos y las herramientas básicas del sistema económico con los que dar respuesta a sus problemas particulares y a los de su comunidad. Desde dentro del sistema, como un virus o un caballo de Troya. Con sus mismas armas, si no quieren cambiar de bando y levantar una barricada frente al capitalismo. Pero con el conocimiento y la conciencia de a quién dejan su dinero, qué hacen con él y qué efectos tiene. Al final, lo que pretenden conseguir son ciudadanos difíciles de asustar ante las fauces de la fiera „«el miedo, derivado de la ignorancia, es lo que permite implantar con facilidad las políticas que de otro modo no entrarían ni a tiros», advierte Raúl„ y para que si a alguien se le queda la nevera en los hierros, al menos haya sido con conocimiento de causa.