La expulsión de Blasco del grupo popular monopolizó ayer las conversaciones en el desembarco de la cúpula del PP en Alicante con motivo de les Fogueres. El jefe del Consell, Alberto Fabra, llegó acompañado de un séquito que le escoltó en todo momento. La intención era clara: trasladar imagen de unidad escasas después de que el propio Fabra decidiera, a través del comité disciplinario del PPCV, expulsar a Blasco del partido. El exsíndic popular no estuvo físicamente, pero su nombre retumbó en los corrillos que formaban los dirigentes del partido. Y eso, que todos (o casi todos), sabían de antemano que la carrera de Blasco en el PP estaba más que finiquitada. Sólo faltaba ponerle la puntilla. «Ya era hora», sentenció un «notable» popular momentos antes de que arrancara la «mascletà».

La sombra del exconseller fue ayer muy alargada. Tanto, que al presidente no se le preguntó por otra cosa. Respondió visiblemente serio y no se mordió la lengua en sus respuestas. Fue casi el único momento en el que el semblante del jefe del Consell no esbozó una sonrisa. También puso cara de circunstancia cuando, casi a punto de subirse al coche oficial, media docena de trabajadores de RTVV le increparon por el expediente de regulación de empleo en el ente público. El resto de la mañana fue plácida para él.

Dialogó en varias ocasiones con su número dos en el Gobierno y presidente provincial del PP en Alicante, José Císcar; atendió a todas las personas que se acercaron a saludarle; se le vio complicidad con el conseller de Economía, Máximo Buch; y departió con los diputados de las Cortes que le acompañaban. Ahora bien, ¿qué tal con la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo? Mejor de lo que se podía prever. Trató de disipar cualquier atisbo de duda (al menos de cara a la galería) y no la rehuyó. Todo lo contrario. A diferencia de lo que ocurrió el pasado lunes con la llegada del AVE a Alicante, Fabra no se limitó ayer a guardar las formas, como hicieron entonces Rajoy y De Cospedal. Tanto el jefe del Consell como la alcaldesa estuvieron juntos en varias ocasiones, compartieron confidencias, comieron y subieron al mismo coche oficial.

Ninguneo al imputado Alperi

El que no puede presumir de lo mismo es Luis Díaz Alperi, imputado en Brugal, al igual que Castedo, por haber amañado presuntamente el Plan General de la ciudad para favorecer al constructor Enrique Ortiz. El vacío que le hace la cúpula del PP al exalcalde es más que evidente. Ya se evidenció el lunes en la estación del AVE y ayer se refrendó con creces. Fue el propio Fabra el que le «ninguneó» hasta en dos ocasiones.