Ya no es sólo el heroinómano obsesionado con la jeringuilla ni el enganchado a la cocaína que piensa en deslizarse otra vez al lavabo sin que se note demasiado. Un tercio de los adictos atendidos en Proyecto Hombre de Valencia ya lo es por su adicción al alcohol y el cánnabis y, además, este año se han duplicado las atenciones a personas con adicciones no tóxicas relacionadas con las nuevas tecnologías.

Juan Manuel Ferrer, director terapéutico del Proyecto Hombre, puso tres casos reales que han recibido este año: un joven estudiante que no podía despegarse de su teléfono móvil y estaba adicto al Whatsapp, el servicio de mensajería instantánea y gratuita que acapara cada vez más la atención de los usuarios de teléfonos inteligentes; un adulto también enganchado al teléfono móvil y a sus aplicaciones que ya no se sentía libre ni independiente; y un hombre que recurrió a Proyecto Hombre por su adicción al juego por internet, principalmente el póker online. En los primeros casos de adictos al móvil han recibido atención terapéutica de al menos dos veces por semana y la familia recibía una sesión semanal. En el tercer ejemplo, el ludópata cibernético no quiso someterse a un proceso a fondo de desintoxicación. «No hemos tenido forma de controlarlo», subrayó Juan Manuel Ferrer.

Esta nueva forma de adicción está en auge y todavía es muy invisible y hasta imperceptible por los propios afectados. Entre los atendidos por Proyecto Hombre Valencia han pasado del 0,8 al 1,7 %. Apenas representan una decena en cifras totales. En cambio, el asunto preocupa porque «existe la percepción de que hay mucho más pero está soterrado», destaca el responsable terapéutico de la organización, quien no duda en subrayar algo evidente: «Las tecnologías desarrolladas para facilitarnos la vida también pueden complicárnosla». Comportamientos como la «obsesión por adquirir la última novedad tecnológica, sustituir los contactos personales por los virtuales o la necesidad de estar conectado a internet de forma permanente, explica», pueden derivar en auténticas conductas adictivas «dada su potencialidad de generar dependencia y de restar libertad al restringir la vida normal de la persona, además de interferir en su vida cotidiana, familiar, escolar o social».

La cocaína, la más frecuente

Más allá de la novedad tecnológica, la sustancia que sigue dominando el inicio de un tratamiento en Proyecto Hombre sigue siendo la cocaína, que copa el 50,3 % de los casos. Por delante incluso de la heroína, que absorbe el 12,75 % de las adicciones atendidas, en segundo lugar se encuentra el alcohol, con casi el 21 % de atenciones. Los socorridos por la adicción al cannabis y sus derivados se han duplicado en los últimos cuatro años hasta rozar el 13 %. Especialmente se ha detectado un gran aumento entre la población más joven. Juan Manuel Ferrer lamenta la «poca percepción del riesgo» de esta sustancia y acusó a los «culturetas» por la pátina positiva con la que tratan el cannabis y alaban que es «más sano» que otras drogas.

La cifra de usuarios de Proyecto Hombre en sus centros de Valencia, Gandia, Ontinyent y Sagunt tiene centros de día y residencias no ha variado y se mantiene estable: han atendido a más de 3.067 personas y sus usuarios en programas ascienden a 940 personas, una más que el año pasado. El perfil se consolida: varón, de alrededor de 36 años, con estudios primarios, soltero, de nacionalidad española, parado y que recurre a Proyecto Hombre porque siente que ha «tocado fondo».

La atención requiere recursos económicos, y Proyecto Hombre criticó que la Conselleria de Sanidad le debe «unos 500.000 euros» del año pasado y del ejercicio actual. De hecho, Concepción Guillén, presidenta de esta fundación que depende de la Iglesia, criticó que el año pasado tuvieron que destinar 102.000 euros a los bancos por los gastos financieros derivados del impago de la Administración. Una tarea, recalcó Guillén que no compete a Proyecto Hombre.