Ruta histórico-turística
El genocidio morisco en 22 murales
Los municipios de El Valle y la Muela de Cortes reconvierten la tragedia de la masiva expulsión del año 1609 en un recurso turístico
ana hernández | valencia
La expulsión de los moriscos condenó a decenas de pueblos del interior de Valencia a un declive económico y social del que costó siglos salir. El drama de miles de personas forzadas a abandonar su hogar con lo puesto y de la noche a la mañana se ha convertido, gracias a la iniciativa «La Ruta de los Moriscos» en un reclamo turístico.
Los municipios de El Valle y la Muela de Cortes„donde la presencia morisca todavía es perceptible en pequeñas aldeas como Otonell„?ofrecen a sus visitantes un recorrido a través de 8 poblaciones cuyo principal atractivo se basa en una colección de 22 paneles cerámicos pintados a mano. En ellos se narra, en forma de cómic o con lenguaje propio del cine y la fotografía, la historia real de «una de las mayores tragedias del Reino de Valencia», según define la expulsión de los últimos moriscos en 1609 el creador de este proyecto, José Vicente Poveda.
Aunque los mosaicos cerámicos se sitúan junto a poblaciones y paisajes que tienen algo de idílico, los paneles con la historia de la expulsión no son más que «los hitos que delimitan unos umbrales que la humanidad nunca debiera traspasar», apunta José Vicente Poveda Mora, guionista e ilustrador de la Guía Turística y Ruta Histórica «Último otoño morisco» o «La Ruta de los Moriscos».
Ayora, Zarra, Cofrentes, Teresa de Cofrentes, Jarafuel, Jalance, Cortes de Pallás, y la aldea requenense de Casas del Río, son las localidades del interior valenciano, donde se enmarca esta ruta histórico-turística.
Cada uno de estos 8 pueblos acoge entre dos y cuatro paneles cerámicos de 10 metros cada uno, situados en puntos estratégicos del casco urbano, como en las plazas, iglesias, ayuntamientos, las fuentes o a las puertas de los castillos.
En los paneles aparecen representados desde de la vida cotidiana de los moriscos, ajenos a su destino fatal, en Casas del Rio; hasta la odisea de la expulsión con todos sus matices. Escenas como el éxodo hacia los puertos de Alicante y el destierro a Berbería, la toma del castillo de Bicorp, el levantamiento en armas de 2.350 moriscos en el Valle o la emboscada de Teresa de Cofrentes. Las imágenes reflejan también las súplicas de los moriscos que pedían aplazamientos en su expulsión o una clemencia que no encontraron en Felipe III.
Cada mural cuenta, además, con un texto explicativo sobre la imagen. En ellos se pueden encontrar más de 1.500 casas de la época, 1.000 figuras humanas, muchas de ellas con nombres propios obtenidos de los archivos; más de 200 animales, 30 castillos, medio centenar de plantas distintas y una reconstrucción del plano histórico de cada una de las poblaciones
Todavía hoy, cuatro siglos después de la tragedia, es posible visitar algunos de los escenarios que fueron testigos mudos de aquella época y que todavía perduran, «tales como los 8 castillos del Valle, La Cueva de Don Juan en Jarafuel o las diferentes iglesias», explica Jesús García, agente de desarrollo local en Jarafuel.
«La ruta atrae, sobre todo, a parejas de mediana edad con niños y que cuentan con un nivel educativo alto. También hemos notado una gran afluencia de extranjeros del norte de Europa, gente interesada en estos paisajes, en castillos medievales y manifestaciones artísticas», añade Jesús García.
El castillo de Chirel en Cortes de Pallas, que domina el río Júcar, es uno de los mejores vestigios conservados de la época. Desde allí se apuntaló la expulsión y la posterior represión de quienes se negaron a abandonar sus casas.
Otras «herencias» de la época son más sutiles: se esconden tras la gastronomía o en las pequeñas acequias que alimentan sistemas de regadío con los que todavía hoy se riegan algunos de los que son, para los vecinos de El Valle, «los mejores melocotones del mundo».
La visión positiva del pasado moruno surgió a finales del siglo XIX
Manuel Ardit,catedrático de historia en la Universitat de Valencia y autor del capítulo dedicado a la expulsión en «La Historia del Pueblo Valenciano» publicada por Levante-EMV, asegura que la visión sobre los moriscos ha estado dividida «entre la moriscofobia y la moriscofília».
Para muchos escritores que vivieron el proceso e incluso siglos después, el destierro morisco contaba con una serie de ventajas políticas y religiosas. Con frecuencia se atribuía a moriscos y conversos de nuevo cuño terribles crímenes.
Se cuestionaba su capacidad de trabajar y su rendimiento. «La opinión mayoritaria entre los cristianos viejos era que los moriscos eran agricultores poco eficientes y pobres..., recuerda Manuel Ardit. «Otro tópico», escribe el investigador, era el de la superpoblación morisca y su capacidad para multiplicarse, lo que permitía presentarlos como como una amenaza. «Esta imagen negativa de la minoría morisca se mantuvo durante todo el siglo XVII y buena parte del XVIII», añade.
A finales del XIX la percepción empieza a cambiar. Manuel Lomas, historiador de la Universidad de Valencia reflejaba en el suplemento del 9 de octubre que publicó Levante-EMV una visión más actual: «La expulsión es uno de los hechos más transcendentes de la historia valenciana. Por sus repercusiones, por su incidencia en la economía, demografía, urbanismo y cultura de nuestra comunidad». «El reino quedó despoblado y en crisis y necesitó varios decenios para recuperarse». a.h. valencia.
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