Éste es el relato de dos historias que se cruzaron en 1938 para mezclarse con la muerte y la amargura y que, 75 años después y dos generaciones por medio, han vuelto a reencontrarse para alumbrar un final, si no feliz „porque el horror deja marcas indelebles debajo de las cicatrices más cerradas„, al menos sí lleno de vida y efecto analgésico. Es, por un lado, la historia de Dolores Orts. Su padre, un cabo de la 64ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República, marchó al frente de Teruel el mismo 18 de febrero de 1937 en que Dolores nacía en Meliana. Aquel soldado era el hijo del alcalde republicano de Meliana, tenía 26 años, se llamaba Cándido Orts Muñoz y su joven esposa, Dolores Molins, no pudo ni despedirlo en la estación porque acababa de dar a luz a su primera hija y debía guardar reposo. «Dile a tu hermana que me voy, pero volveré», le dijo Cándido a su cuñada María antes de despedirse en el andén.
También es la historia del catalán Joan Font. Su padre, Josep Font Pujol, llegó al frente de Teruel a finales de julio de 1937 dejando atrás al pequeño Joan con apenas siete meses de edad. Vivía en el pueblo barcelonés de Alella, tenía también 26 años, era carpintero y su compromiso político le había hecho enrolarse en el histórico Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Josep Font también fue encuadrado en la 64ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República.
Al año siguiente de partir hacia la guerra, la noticia más temida llegó a las respectivas casas de Meliana y Alella: ni Cándido ni Joan iban a regresar ya del frente. Un soldado de Meliana trajo la noticia de la muerte de Cándido en un bombardeo. Aquel paisano, que fue el último que lo vio con vida, contó a la familia que el cabo Cándido Orts le había enseñado una fotografía de su esposa y de su hija recién nacida y que, mientras besaba aquel retrato blanquinegro tan manoseado, le dijo que sólo le sabría mal morir por ellas. Inmediatamente después comenzó el fatídico bombardeo. Cuando moría su padre, Dolores cumplía 16 meses y su madre tenía 21.
El «cartero» más temido. A la casa de Alella también llegan noticias. Primero son entrañables. Como la carta enviada desde el frente, fechada un mes antes de morir, en la que Josep Font le confiesa a su esposa que cada día se reserva un momento para mirar la foto «del nene» y pensar en él. Después, las noticias son descorazonadoras: llega un certificado oficial a la familia y al ayuntamiento que informa de que el soldado Josep Font ha desaparecido del frente. Finalmente, las noticias son tremendas. Acabada la guerra, cuando aún conservan esperanzas de que Josep se haya escondido y regrese a Alella, un soldado del pueblo vecino que había compartido frente con Josep Font acude a ver a la familia y les comunica que Josep ha muerto en un bombardeo. Cuando su padre muere, Joan sólo tiene un año y medio.
En ese punto acaba la historia de los dos soldados republicanos: murieron en combate el 18 de junio de 1938. Ése es el final que dictan los fríos papeles oficiales. Pero no es el final que imperó en los sentimientos a flor de piel de sus descendientes, la parte que menos rastro deja y que siempre olvida la Historia en mayúsculas.
Una vida recompuesta. Dolores Orts, que tuvo una infancia y juventud dificilísima en el hogar recompuesto con la llegada de un padrastro, ahora cuenta con 76 años y siempre ha tenido una obsesión: encontrar el lugar donde pudiera estar enterrado su padre con el sueño de poder recoger algún resto suyo y enterrarlo junto a su madre ya fallecida. A ello se ha dedicado con ahínco con la ayuda de dos sobrinos suyos: el periodista y escritor Toni Mollà y su hermano Cándido Mollà, quien en 2007 consiguió localizar en el Archivo de Salamanca la ficha de la desaparición de Cándido Orts. Así conocieron que había desaparecido en el municipio turolense de la Puebla de Valverde aquel 18 de junio de 1938. ¿Dónde exactamente? Ya no pudieron averiguar nada más. Y fue la propia Dolores Orts quien lo contó en un reportaje publicado en Levante-EMV el 11 de noviembre de 2007, cuando todavía creía que su padre había fallecido en aquel enclave turolense tras 48 horas de bombardeos de la Legión Cóndor nazi.
La muerte de Josep Font tampoco se borró nunca de la mente de su hijo Joan. Hace dos años, el viejo Joan „que también tiene ahora 76 años„ le pidió un favor a su hijo Josep Font Piqueras, arqueólogo e historiador. Antes de morirse, le dijo, le gustaría saber dónde y cómo había sido asesinado su padre. Con amor de hijo, ternura de nieto y pasión de historiador, Josep Font se puso manos a la obra.
Rebuscando por casa encontró un documento oficial que indicaba que Josep Font Pujol, nacido en 1911 en Alella, había muerto en la Puebla de Valverde. Empezó a tirar del hilo, logró el certificado de defunción a través del Archivo de Salamanca y así descubrió que su abuelo pertenecía a la 64ª Brigada Mixta del Ejército Popular de la República.
Gracias al periódico. Las búsquedas por internet lo condujeron al reportaje de Levante-EMV sobre la infructuosa búsqueda de Dolores. «Era demasiada coincidencia, porque era el mismo día y el mismo lugar en el que murió mi abuelo», cuenta Josep, de 38 años. A través de Toni y Cándido Mollà contactó con Dolores y vio que ella no tenía más información.
Eso ocurrió hace un año. En todo este tiempo, Josep Font nieto ha removido Roma con Santiago para descubrir el lugar donde perdió la vida su abuelo y qué circunstancias rodearon aquel fallecimiento. Desde el Archivo de Salamanca hasta el Archivo de Ávila, que custodia los documentos de ambos Ejércitos en la contienda, Josep Font se ha empapado de partes de guerra, diarios de guerra, diarios de operaciones, órdenes de operaciones, etc., y ha viajado sobre el terreno tras gastarse algunos centenares de euros en copias, documentos y traslados. Pero al fin ha logrado cuadrar el rompecabezas y cumplir el sueño de Joan Font y Dolores Orts, los septuagenarios que perdieron a sus padres cuando tenían un año y que ahora, después de toda una vida con semejante vacío emocional, pueden conocer el relato de los hechos ansiado durante 75 años.
Y el relato dice así.
El Día D. Es sábado 18 de junio de 1938 y la Guerra Civil se enquista en el frente de Aragón. La 64ª Brigada Mixta del Ejército republicano se halla defendiendo la intersección entre los términos municipales de la Puebla de Valverde, Manzanera y Sarrión, provincia de Teruel. La 64ª se halla al lado de la 96ª Brigada Mixta, que juntas forman la llamada 39ª División del Ejército Popular de la República. Esa mañana, la 64ª Brigada Mixta „que venía de cubrir en los últimos meses Alfambra, Sierra Palomera, los Altos de Celadas y su terrible bombardeo, la Sierra del Pobo, Mora de Rubielos y Manzanera„ amanece cubriendo la línea entre la Fuente del Cañuelo y las Casetas del Pescater, a unos 3 kilómetros de distancia. La 96ª Brigada Mixta monta guardia entre las Casetas del Pescater hasta una cota llamada Creventada, otros tres kilómetros de frente.
Estos soldados republicanos no lo saben, pero el día anterior la 81ª División del Ejército Nacional ha enviado unas órdenes para la jornada siguiente que cavarán la tumba de Josep Font, Cándido Orts y tantos otros. Las órdenes para la 1ª Brigada, en la que se integra la 4ª Bandera de la Falange de León, son: «Objetivos: cota 1594 y 1517 al Norte del Barranco de la Hoz - Casetas del Pescater - Barranco de Medievilla. Hora de iniciar el avance: en dirección a la cota 1594 al Norte del barranco de la Hoz, a las 9,45 horas. Aviación: Gran bombardeo, a las 9,45 h sobre el Barranco de la Hoz des de su confluencia con el Barranco del Tajo hasta la vertiente S.E. de la cota 1594 (al Norte del Barranco de la Hoz) y citada cota. Cadena, a las 10,05 sobre la cota 1594». En lenguaje civil, esto es: primero avance de infantería, luego bombardeo y finalmente un ataque en cadena (con ametralladoras desde los aviones bajando en picado).
El resultado es devastador. Y Josep Font ha encontrado los partes de aquel día de uno y otro bando. El del bando atacante, la 4ª Bandera de la Falange de León, dice con gran pomposidad bélica: «Opera la bandera en vanguardia brillantísimamente conquistando los objetivos indicados por el Alto Mando en 47 minutos. Se toman las cotas 1541, 1560, 1560, 1594 y 1517. En esta operación se sorprendió al enemigo por la rapidez con que se efectuó haciéndole huir desordenadamente y cogiéndole 52 prisioneros y 138 muertos». El parte republicano del 18 de junio de 1938 corrobora la versión: «A las 9:45 procedentes del N. aparecen 14 trimotores y 16 cazas enemigos efectuando a las 10 horas dos bombardeos sobre posiciones enlace con el XIII y Sector 64 Brigada, a la vez que ametrallan por espacio de mas de una hora».
El lugar buscado. Casi una cuarta parte de la 64ª Brigada Mixta murió en ese ataque. No existe lista de muertos. Pero como estaban en plena guerra, los cuerpos fueron enterrados en el mismo lugar de la masacre o a escasos metros de allí, como era costumbre. Y eso fue en el Barranco de la Hoz, en las cuatro cotas distanciadas entre sí por apenas 1,5 kilómetros, aproximadamente. Allí, sobre la cota 1594 o los alrededores, murieron con seguridad entre las diez de la mañana y las doce del mediodía Cándido Orts y Josep Font. Allí, según dicta la lógica, están enterrados sus restos.
Sus respectivos hijos, con 76 años, lo acaban de saber ahora. Han llorado, se han emocionado. En pocas semanas viajarán hasta el lugar de los hechos para realizar un homenaje sobre la tierra que vio morir a sus padres y que los esconde en su interior. Saben que es imposible la exhumación: aquello está plagado de restos humanos y no puede saberse el punto exacto. Una vez allí, Dolores „que siempre lleva un medallón en torno al cuello con el retrato de su padre„ cumplirá una parte de su sueño: «Recogeré tierra y me la traeré a Meliana para ponerla dentro de la lápida de mi madre y en la de mis abuelos. Con esto, la herida se habrá cerrado». Y la Brigada Mixta de la Triste Memoria que formaban sin saberlo ni conocerse Dolores y Joan, podrá romper filas tres cuartos de siglo después.