El estreno parlamentario de la secretaria autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones Institucionales, Esther Pastor, a la que el jefe del Consell, Alberto Fabra, ha investido de poderes en detrimento del vicepresidente José Ciscar, resultó ayer accidentado, casi bronco. La nueva jefa de Presidencia compareció a petición del grupo socialista para informar de su plan de actuación y trabajo al frente de la nueva secretaría autonómica creada por Fabra tras la reestructuración de Presidencia de junio pasado. Pastor justificó la creación de este departamento para «reforzar el área de apoyo» a las gestiones diarias y reuniones de Fabra, un objetivo que dijo haber «logrado» con una estructura «más sencilla» y que ha permitido un ahorro de 220.000 euros, y defendió que pretende dar «más transparencia» y potenciar la coordinación del Consell. Pero, a partir de ahí, no dio muchas más explicaciones.

La oposición la bombardeó a preguntas sobre el fichaje, al que renunció después Fabra al hacerse público, de un entrenador personal en liderazgo político, así como de un cocinero para Presidencia. Mireia Mollà (Compromís) la inquirió por las reuniones de Fabra con Rajoy y Montoro sobre financiación. Pero Pastor, a la que se vio nerviosa en su debú en las Corts, no se salió del guión. Literalmente. Leyó su primera intervención, algo habitual en los comparecientes, en la que resaltó que ahora la gestión institucional se coordina «desde una sola unidad», y explicó que se ocupa de la coordinación de la agenda del presidente y del resto de integrantes del Consell y también la de los «eventos y actuaciones representativas de la Comunitat Valenciana».

Con Fabra, 8.000 actos públicos

Hasta mostró una tabla estadística para evidenciar que ejerce «el control de toda la actividad pública del Consell». «Desde que Fabra es presidente se han realizado más de 8.000 actos públicos, 350 al mes», recalcó. Pero también leyó su réplica a los diputados. E incluso su tercer y último turno, rechazando contestar a cualquier pregunta que no fuera sobre su plan de actuación. «Creemos en la transparencia y si las Corts me reclaman ahí estaré pero otras preguntas se pueden hacer por escrito», asestó en una de las dos ocasiones en las que se salió del guión. Ante esta actitud, el diputado de EU Ignacio Blanco se levantó y abandonó la comisión. La otra fue cuando Mollà puso el cascabel al gato de los «méritos» que la acompañan para haberse convertido en la jefa de Presidencia. El socialista Rafael Rubio le había recordado su meteórico ascenso, de asesora a viceconsellera en año y medio. Pero ella se negó a hablar de su «formación personal», «igual que no entro a valorar la formación de los diputados». «Ese argumento sería aplicable también a los miembros de la comisión», remató, entre las protestas de la oposición, que apeló a su elección por los ciudadanos. «Considero que estoy capacitada, pero lo importante es que así lo han considerado las personas que me han nombrado», concedió.

«¿Cuándo notó que Fabra no estaba tan fuerte y recomendó la contratación de un entrenador personal?», le lanzó un torpedo Rubio, quien apuntó que además se eligió a una empresa «que no tenía mucha experiencia en 'coach' político» y por un precio «excesivo», 20.993 euros, según la resolución por la que se anuló la contratación, fechada el 4 de julio. También vio un «insulto» contratar a un cocinero «mientras recortan en comedores escolares».

A eso replicó Pastor esgrimiendo la creación de la plaza y nombramiento de Eduardo Mazcuñán como «maestresala» de Presidencia en 1990, en la etapa de Joan Lerma. Rubio la acusó entonces de «mentir» al «mezclar el puesto ganado por un funcionario» con el fichaje como asesor de un cocinero, Eugenio Ramón López. «Ciscar me ha enviado hoy una respuesta para evidenciar que iba a mentir», sostuvo, para añadir: «La oposición hemos sido respetuosos pero ¡cuídese de los suyos!» Pastor mantuvo que le ha enviado la documentación sobre el entrenador y Rubio la volvió a acusar de «mentir». Blanco subrayó que «a la presidencia de la Generalitat no se va a aprender, se llega aprendido». El popular Eduardo Ovejero también leyó su intervención: «Su área es la más cercana al presidente; para la oposición, es un baluarte a destruir».