Cuando la miro pienso en mi padre, en la terra... porque para mí es indiferente ser de derechas o de izquierdas, la tradición está por encima de todo». El de Julio Sabater es sólo el testimonio de uno de los miles de valencianos que ayer, en plena vigilia del 9 d´Octubre, no quisieron desperdiciar la ocasión de visitar el Salón de Cristal del Ayuntamiento de Valencia para rendir su particular homenaje a la Reial Senyera. Allí, flanqueada por dos agentes de la Unidad de Caballería de la Policía Local de Valencia y bajo la custodia permanente de un concejal del consistorio, el histórico estandarte se preparó para la llegada del día grande de la Comunitat Valenciana, en el que, como cada año, se convertirá en el indiscutible protagonista. De la misma forma que sucederá este mediodía cuando comience a descender por el balcón de la casa consistorial, las fotografías y las miradas emotivas asediaban ayer la bandera valenciana. Incluso, pese a que un prudente metro de distancia separaba el emblema de sus seguidores, más de un beso clandestino sobre las cuatro barras granas, el fondo dorado y la franja azul terminó por escapar al férreo protocolo, gracias a la comprensión de los vigías. La devoción por la Senyera es irrefrenable.

Así lo atestigua Paula Delgado, jefa del servicio de patrimonio histórico y cultural municipal. «Es el tercer año consecutivo que se expone y es un éxito. El año pasado se contabilizaron cuatro mil visitas, y en muchos casos se producen escenas muy emocionantes», subraya Delgado.

Un claro ejemplo es el de María Cervera. Pese a la edad y sus achaques, esta valenciana hacía cola a las puertas del ayuntamiento, mientras esperaba a que todos sus compañeros de residencia estuviesen listos, para el «gran momento». «Vengo desde hace años, porque ver la Senyera es algo formidable, y lo más importante: no se dobla baix ningú», remarca conmovida.

Eso dependerá, en gran medida, de la habilidad y la fuerza que demuestre el concejal de Deportes y Juventud, Cristóbal Grau, portador en esta ocasión de la bandera después de ser designado por la alcaldesa para el acometido. «Llena de orgullo llevar el símbolo de los valencianos. Lo que pesa es, sobre todo, la ilusión», resalta Grau, quien ya pudo «entrenarse» ayer durante el traslado de la Senyera desde el Museo hasta el Salón de Cristal. El regidor, complacido por su representativa función, apunta que el de hoy «es un momento en el que es importante esa unión que nos ayudará a hacer frente a retos de futuro».

Pero en el día de la expresión máxima de la identidad valenciana sobrevuelan las reivindicaciones soberanistas en Cataluña, como la «Via cap a la independència». Sin embargo, para los fieles a la Senyera, las «esteladas» del 11 de septiembre sólo han acrecentado las ganas de realzar la fuerza de la insignia valenciana.

«Yo lo tengo claro, lo primero de todo es España. Nuestro himno es uno de los más bonitos, porque dice que hay que ofrenar noves glòries a Espanya. Ahora bien, yo defiendo el valenciano, y entiendo que valenciano y catalán son variantes de un mismo idioma, pero cada uno en su

sitio», apunta Julio, al que un viaje de última hora lo dejará sin poder participar en la Processó Cívica.

Más contundente en este aspecto se muestra Ricardo. «Desde que tengo uso de razón he visto bajar la Senyera», explica. Este año repetirá de nuevo, y eso sí, la franja azul que no falte. «Siempre he sido de la blava. Están los que se escudan en el que el Penó no lleva la franja azul, pero la Senyera es la Senyera y el Penó es el Penó». Sobre la problemática catalana, Ricardo no duda en mojarse. «Ya es hora de que se separen, porque es desagradable, pero la verdad es que España se está rompiendo».

Por otro lado, no sólo de valencianos de «soca-rel» vive el fervor a la Senyera. Una parte importante de los adeptos a la bandera son los valencianos «por adopción», enamorados de los colores de su segunda identidad. Es el caso de Luisa. «No conozco la historia, soy de Albacete, pero vivo aquí desde hace muchos años. Me parece muy bien lo de enseñar la Senyera, porque yo me emociono. Me gusta Valencia, me casé con un valenciano y tengo hijos valencianos. Me emociono más por Valencia que por Albacete», relata en un castellano castizo.

Algo similar le sucede a Francisco Tamayo, natural de Zaragoza. «Le tengo un gran respeto a la Senyera, aunque no soy valenciano. La tengo como una seña de identidad de un pueblo y que representa su cultura. Quizás el pueblo valenciano debería sentirse mucho más identificado con la bandera, que es de todos. España es como una gran familia y mientras la gente no se sienta orgullosa de ser española, es una desgracia. En los Estados Unidos, que es un país mucho més extenso, si se pone una bandera en la calle todos se ponen firmes. En cambio, en España se quema», diserta sobre el conflicto identitario en la piel de toro.

También, los turistas que no soportaron la tentación de las puertas abiertas, conocieron la Senyera. «No teníamos ni idea de lo de la bandera, pero sí, es bonita», resumía fríamente una pareja belga.