La televisión que ayer parecía la clandestina Radio Pirenaica en el exilio, por su combatividad y rebeldía frente al poder y la complicidad con sus nuevos camaradas radioyentes, también tiene un pasado. Ayer, sus trabajadores vituperaban en antena al Consell con todos los adjetivos inimaginados antes -le achacaban "vileza y acto de cobardía"-; atribuían a los gobiernos de la Generalitat hechos nunca antes transmitidos por ese canal, como que habían llevado a cabo "una gestión política y económica que ha hundido la empresa"; y hablaban sin tapujos de "la corrupción del caso Gürtel o el caso judicial de acoso sexual del exsecretario general de RTVV a tres periodistas de Canal 9". La misma tele que anoche daba micrófono en directo a Obrint Pas para que los otros proscritos Xavi Sarrià y Miquel Ramos hablaran sin tapujos ni cortapisas, también arrastra un pasado de manipulación informativa conocido a grandes trazos por la sociedad valenciana, especialmente en el área de Informativos. Pero son los pequeños detalles de injerencias -más sorprendentes todavía en programas de entretenimiento- los que ayudan a comprender cómo se vivió en Canal 9. O, en palabras de Antonio Albert, para entender el "régimen comunista de censura" instalado en los estudios de Burjassot.

Antonio Albert trabajó en una productora que en 2003 realizó el programa La Guillotina para Canal 9. El programa, que dirigía el propio Albert, sólo duró una temporada. Y menos mal, debió pensar él. Porque en un concurso a priori neutro como aquel, vivió situaciones difíciles de creer. Cuenta que, antes de emitirlas en pantalla, había que enviar las preguntas del concurso al departamento de corrección lingüística de Canal 9 para que las supervisara y diera su visto bueno previo. "Pero, curiosamente, más que por errores lingüísticos, las broncas casi siempre llegaban porque tal cosa no se podía decir y tal otra no se podía preguntar".

Y pone algunos ejemplos reales de aquella larga época: "No se podía preguntar cuántos goles había metido el pichichi de la Liga Ronaldo, el del Barça, porque eso podía ofender a los valencianistas". La pregunta "¿En qué isla vivía Peter Pan?" tampoco podía preguntarse y fue tumbada. ¿Por qué? "Porque la respuesta en valenciano del "País de Nunca Jamás" -el País de Mai Més- podía recordar fonéticamente al Nunca Máis del Prestige y eso podía dañar al Gobierno de Aznar.

También acerca de Aznar había preguntas prohibidas. "La palabra "botella" no podía utilizarse, ni tampoco expresiones como "la botella medio llena o medio vacía", porque Botella era la señora del presidente y podía tomarse como una ofensa", recuerda Albert. A veces, el equipo de guionistas, que no entendían esa susceptibilidad extrema, jugaba a "meter goles". No en las preguntas, sino en las respuestas.

"Preguntábamos cuál era la canción del Pirata en la novela de Stevenson para que respondieran "Ron, ron, ron, y la botella de ron"". Como señala Antonio Albert, "aquello parecían las películas del Franquismo en las que se intentaba burlar la censura mediante el ingenio, o como cuando se ven películas sobre la Stasi [el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana]". "Hay que ser retorcido -afirma- para creer que estás ayudando a defender tu partido o a tus jefes por que se callen esas cosas. Era un escrutinio muy heavy, una paranoia muy grande", dice.

La gran venganza de los guionistas fue preguntar cómo se llamaba el tanque que liberó Paris, que era el Guadalajara, "un tanque republicano que nos permitía hablar de los republicanos y la Guerra Civil", recuerda Antonio Albert, que hoy dirige el programa Deseos Cumplidos en la gallega TVG. Él no ha vuelto a trabajar en Canal 9 desde entonces y ha pasado por muchos programas en cadenas públicas y privadas. "Nunca -asegura-, ha visto una manipulación similar. "Aquí había un control absoluto de contenidos. El calibre de la censura era extraordinario", recalca. Todo eso en un concurso que duró menos de un año.

"Mis mentiras en Canal 9"

Algunos relatos de manipulación se hicieron públicos ayer sin vergüenza. Como el de la exredactora de Canal 9 Iolanda Mármol, que escribió un artículo en internet titulado Mis mentiras en Canal 9. Y dice así: "Recuerdo cuando nos exigían grabar a Eduardo Zaplana de su perfil bueno. Y la oda que me encargaron sobre él cuando dejó la presidencia de la Generalitat Valenciana para ser ministro. También recuerdo la bronca y los gritos que me dedicaron cuando en ese video de retrospectiva Zaplana aparecía en una imagen con la tránsfuga que le había permitido hacerse con la alcaldía de Benidorm. Recuerdo poco después, cuando de ser el Elegido, paso a ser el innombrable. Cómo nos prohibieron que apareciera en los planos".

También rememora "cuando trataron de prohibirme que contase que Zaplana dejaba su escaño en el Congreso. Cuando me prohibieron decir que Zapatero había anunciado el cheque-bebé, como si de este modo los valencianos no fuesen a conocer la noticia. (...) Cuando nos desplegaron para loar las maravillas de Terra Mítica en su inauguración y no podíamos decir que no había ni una sombra. Cuando me reñían porque me salía el acento catalán "y eso molesta a los blaveros". También recuerdo cuando se pagaban directos millonarios para que Camps saliese hablando en directo en pleno Amazonas. Y los millones de veces en las que no me dejaron poner declaraciones de la oposición. O de cualquier ciudadano que criticase al PP, o a la Generalitat. Y recuerdo también cuando nos prohibieron decir "recortes". (...) No poníamos pancartas explícitas contra Rajoy, ni contra el PP. Y fueron tantas, tantas, que un día empiezas a sentir vergüenza de trabajar para ellos".

Una rebelión callada hasta que llegó el ERE

La rebelión que ayer se desbordó en los platós y las conexiones de Canal 9 sucede a unos movimientos de protesta que sólo empezaron en RTVV una vez que la dirección del ente comunicó que iba a acometer un Expediente de Regulación de Empleo. Hasta aquel 16 de julio de 2012, la manipulación, el "enchufismo" y el aumento de la deuda y de la plantilla apenas hallaron resistencia entre los trabajadores del ente público más allá de quejas del Comité de Redacción de Canal 9. Pero ese 16 de julio, cuando supieron que un ERE iba a despedir a un máximo de 1.295 trabajadores, un grupo de trabajadores de Canal 9 ocupó el plató e impidió la emisión del informativo. Luego protestaron ante el Consejo de Administración y se desataron las protestas, con un encadenamiento incluido. El 9 d'Octubre de los dos últimos años siguió la protesta en la calle. Los primeros despedidos hicieron ruido. Ayer, ese ruido se desbordó. p. c. valencia