Con Joan Lerma, RTVV dio sus primeros y titubeantes pasos en 1989; con Eduardo Zaplana, la plantilla engordó a un ritmo desmesurado, casi triplicándose en apenas siete años; con Francisco Camps, la deuda se disparó hasta cifras inasumibles, pasando de 360 millones a unos 1.300 millones; mientras que con Alberto Fabra llega la firma definitiva del certificado de defunción. Nada es casualidad. Cada decisión política ha traído, a medio o largo plazo, sus devastadoras consecuencias.

Corrían los albores de la década de los ochenta cuando RTVV llegó a los hogares valencianos. Por entonces, el socialista Joan Lerma presidía la Generalitat Valenciana y lo hizo seis años más, hasta que en 1995 el PSPV entregó la vara de mando al PP. Cuando Lerma dejó de liderar la Comunitat Valenciana, RTVV contaba con una plantilla de 654 trabajadores, que suponían un coste aproximado de 24 millones de euros [aunque en pesetas, ya en aquella época era la moneda en circulación] y la deuda del ente autonómico rondaba los 32 millones, según recogen los informes anuales de la Sindicatura de Comptes. Con la llegada de Eduardo Zaplana a la Generalitat, los números empezaron a desmadrarse. Primero, el número de empleados. Después, las pérdidas de RTVV.

La cifra más llamativa del mandato de Zaplana deja constancia del crecimiento sin freno de la plantilla durante los siete años que duró el Gobierno autonómico del exalcalde de Benidorm, hasta que fue reclamado por Aznar para dar el salto al Ejecutivo central. En menos de dos legislaturas, la RTVV se descontroló. Si en 1995, el número de trabajadores ascendía a 654, apenas siete años después la plantilla casi se triplicó, alcanzando cotas asombrosas, con 1.496 al final del año 2002, lo que generaba un coste anual de trabajadores superior a los 56 millones de euros. Por su parte, la deuda que presentaba el ente autonómico también crecía de manera disparatada, multiplicándose por diez durante el mandato de Zaplana. A finales de 2002, la deuda a corto y largo plazo se situó en los 359 millones de euros, cuando apenas dos años antes estaba en torno a los 200 millones de euros.

Y es que el principal legado del dirigente del PP no se refleja en sus balances, sino que tuvo su reflejo en los años posteriores. Todo porque Zaplana decidió con el cambio de milenio que RTVV podía endeudarse para pagar gasto corriente, sin que la Generalitat tuviera que costear los millones y millones de deuda que se iban acumulando con el paso de los años. A partir de esa fecha, el ente autonómico empezó a financiar sus «números rojos» con préstamos bancarios, permitiendo así que RTVV se endeudara a largo plazo. Fue el principio del fin.

Tras un periodo de interinidad de José Luis Olivas, Francisco Camps tomó el mando de la Comunitat Valenciana en junio de 2003. En sus ocho años al frente del Consell, el ente autonómico vio dispararse sus pérdidas, cuadruplicándose en esas dos legislaturas. Y es que cuando Camps llegó a la Generalitat, la deuda de la televisión y la radio rondaba los 359 millones de euros, mientras que en 2011 -último informe publicado por la Sindicatura de Comptes­- superó el umbral de los 1.300 millones de euros.

Durante ese periodo, con Camps al mando, fueron los años de vino y rosas, con el aumento de la contratación de producciones externas y la compra de multitud de derechos de retransmisiones deportivas, como la Liga, la Champions, la Fórmula Uno o la Copa del América de vela. La plantilla de trabajadores también iba a la par, alcanzando picos históricos en 2005, con casi 1.800 empleados.

Y 24 años después del inicio de sus emisiones, con miles de trabajadores y millones de euros de deuda, el presidente Alberto Fabra acaba por certificar la muerte definitiva e «innegociable» de RTVV.