«Ja ve Nadal, diu el pardal.Diu la gallina: „La mort s´aveïna.Diu el pollastre: „Açò és un desastre.Diu el borrego: „Pa mi no hi ha sosiego.Diu el porc: „Jo ja sóc mort.Diu el capó: „Això ho pague jo.Diu la lloca: „A mi no em toca.I diu el pollet: „Jo m´estic quetet»

TRADICIÓN POPULAR

«A NADAL UN PAS DE PARDAL», DE DANI MIQUE

Su abuelo Pepe era un gran cuentacuentos y su madre siempre tarareaba canciones tradicionales. Esa herencia corre por sus venas y permanece incrustada en su carácter. Pero lo más decisivo para Dani Miquel fue el regalo que le hizo su padre a los 12 años. Una dolçaina. Aquel regalo le cambió la vida. Porque no era un instrumento, sino una filosofía de vida. Con aquella xirimita fue tocando de pueblo en pueblo como un trotamundos al tiempo que descubría las tradiciones de cada lugar. Bailes, dichos, romanços, canciones populares?

Así empezó la vida musical del cantacançons valenciano más conocido, el hombre que lleva ocho años enseñando canciones y costumbres tradicionales a los más pequeños tras haber recorrido las ferias medievales de media España tocando la viola de rueda. Sin duda, acertó en su apuesta por dejarse el trabajo fijo que tenía en la fábrica del pueblo „de máquinas para lavar coches„ para probar suerte en la música e invertir todo el dinero que tenía en su primer disco. Dani Miquel ya se ha convertido en un fenómeno infantil cuyos números asombran: 7.500 discos vendidos de los discos Musiqueries y Més musiqueries „con canciones tradicionales de llar i séquia„, más de 150 actuaciones anuales en las escuelas y, sólo en este mes de diciembre, 46 espectáculos ya concertados.

Porque ahora estrena algo más que un disco llamado A Nadal, un pas de pardal que viene acompañado de un cuento, propuestas didácticas, un capçal y un reloj solar de Joan Olivares. Lo que estrena Dani Miquel es la actualización del cancionero navideño valenciano: la recuperación de una veintena de nadales en lengua propia casi olvidadas y en peligro de extinción que, gracias a él, vuelven a sonar en ultramodernos equipos de música y „lo que resulta más importante y sorprendente„ en las gargantas de los niños.

Desde el «Pastorets i pastoretes, feu-me llenya que tinc fred; no me la feu d´argelagues, feu-me-la de romerets», hasta aquellos otros versos sobre l´Olla de Nadal que cuentan que «En temps de Nadal fa el dia curtet, les dones se´l passen jugant al burret. Mig endormiscades a la plaça van; i el primer que busquen, un bon tros de carn» para rematar que «nap i xirivia, penqueta i cigró, no poden faltar en aquesta funció». De los compases olvidados del «Angelets del cel, què menjareu a Pasqua? Ous i colomins, fulletes de carrasca», a la música antigua que aconseja a los niños: «Aneu preparant la palla i les garrofes per a que els tres reis vos porten moltes coses».

Excepto dos letras que él mismo ha compuesto „una en honor a los dulces caseros de Navidad sepultados por los Ferrero Rocher y los polvorones a granel, y la otra sobre el ciclo solar que empieza Per Santa Llúcia un pas de puça, i a Nadal, un pas de pardal„, todas las canciones están recogidas de la tradición con música modernizada y altamente pegadiza. Además, entre una canción y otra ha intercalado voces antiguas de personas mayores „alguna con un acento atávico ya difícil de encontrar „que cantaron estos villancicos a Vicent Torrent para la Fonoteca de Materials.

Dani Miquel está reviviendo el Nadal tradicional. De las coques cristines al belén de Tirisiti. Pero hay una cosa que echa en falta de la vieja Navidad que él mamó en l´Alcúdia. «Lo que más se ha perdido en la Navidad es el contacto humano. Antes nos juntábamos para hacer cosas simples. Por ejemplo, los niños nos construíamos instrumentos con cañas de río. Ahora, en cambio, la gente sólo se junta pagando. Van al centro comercial para ver las luces navideñas. Antes, las luces las hacías tú, las hacía todo el pueblo, con hogueras o como fuera. Todo era más fraternal, más natural», evoca.

Los tiempos cambian. Él lo nota en sus conciertos. «Allí ves que los niños absorben todo lo que les eches. Los padres, en cambio, están alelats. Y los iaios flipan, porque vuelven a escuchar aquello que cantaban de pequeños. Hay una generación que se ha desconectado de esta tradición musical. Justamente „recalca„ es la generación televisiva». Y es esa generación criada con la pequeña pantalla la que ha de pagarle a Dani Miquel „que se quitó el televisor de casa hace una década porque le resultaba «demasiado asqueroso»„ para que sus hijos escuchen y canten las viejas canciones tradicionales.

Todo empezó con una dolçaina en 1979, aquélla que un día hizo llorar a una mujer de Alginet («des d´abans de la guerra que no escoltava ixe so!») y que otro día, en Benimodo, llamó la atención de un hombre con gafas que, emocionado, le dijo: «Xiquet, ixe toc que mai es perda». Era Estellés. Se entiende por qué Dani Miquel insiste en que la dolçaina no es un instrumento, sino «un revolucionario de masas».