Hacer intercambio de idiomas en Valencia es tan fácil como escuchar Born in the USA de Bruce Springsteen y dejar que los pies se pongan a bailar. Esto es lo que ocurre cada anochecer en más de una veintena de cafés y pubs de Valencia donde preguntar a alguien de dónde es y a qué se dedica, ajustando bien el acento y la colocación de las palabras, no es una intromisión en su vida, sino la invitación a mantener una conversación en cualquier idioma del orbe, aunque la frase más habitual sea: «Do you speak English?». A la búsqueda de compatriotas de Lord Byron, Arthur Rimbaud, Friedrich Schiller, Giovanni Bocaccio o José de Espronceda salen cada tarde-noche centenares de jóvenes para compartir, junto al brindis de cerveza, experiencias, gustos, anécdotas...

Los bares de intercambio de idiomas son los grandes abolicionistas de las diferencias que separan a los pueblos. Ni fronteras, ni prejuicios. En una sala del pub Big Ben de Valencia, grupos de jóvenes charlan el día siguiente a Navidad alrededor de diferentes mesas. Acaban de incorporarse una chica española que viene a practicar el inglés y un chico japonés que quiere mejorar su español. Es un ambiente distendido, como el que hay en los bares de las facultades, pero más amistoso.

El artífice del encuentro es un joven indio, Niní Manuja, que se pasea por las mesas, saluda y organiza, sin apenas dejarse notar. Hace cinco años puso en marcha, sin proponérselo, una reunión informal de personas deseosas de perfeccionar los acentos de los idiomas que estudiaban en las escuelas y academias y hoy ha conseguido agrupar a casi diez mil seguidores en su página de Facebook bajo una única consigna: intercambio de idiomas. Esta noche apenas hay gente porque muchos de los asiduos han volado a sus hogares en medio mundo para celebrar la Navidad.

«Solemos reunirnos unos 200, no cabemos, la sala se pone a reventar», apunta Guillermo Bandrés, uno de los 30 coordinadores que trabajan desinteresadamente para organizar eventos, encuentros, reservar establecimientos, lo que haga falta para mantener el alma poderosa del numeroso grupo de seguidores de «Valencia Language Exchange», un récord de adhesiones en tiempos tan difíciles para atraer la atención de los ciudadanos jóvenes, con ideas, creativos, emprendedores y deseosos de viajar y de conocer mundo.

Marco Serussi, de 26 años, nacido en Cerdeña y consultor de marketing de una empresa afincada en Singapur que tiene como clientes a Facebook y Google, reside en Valencia desde hace cuatro años; es el coordinador del área de italiano . «Yo he vuelto de viaje a las ocho y media de la tarde y me he venido directamente aquí con traje y corbata para no perderme un encuentro», expresa el joven, que apunta que en esas veladas de intercambio hay algo más que enseñarse a hablar o afinar el oído en una lengua diferente a la propia. «Sobre todo hay amistad, ganas de conocernos, de estar juntos, tanto con los que nos encontramos siempre como con la gente de paso que llega por primera vez», agrega.

Es la fuga de la rutina, de la monotonía, es como sumergirse en un globo terráqueo y viajar a cualquier país del mundo a partir de la conversación y de las experiencias compartidas con una persona que acaba de llegar de las antípodas o de un barrio de cualquier ciudad del mundo.

«Es como si estuvieras siempre de Erasmus y de viaje», afirma Manu, 23 años, natural de Amiens (Francia), que al igual que decenas de asiduos a los intercambios ha encontrado aquí a su novia, Irene, una valenciana diseñadora gráfica que asegura que el grupo de Niní es un sitio, «donde siempre se puede acudir porque te alegra la vida». Irene conoce al impulsor de este movimiento desde hace tres años y como la gran mayoría acudió por el tirón de desenvolverse bien en inglés, «te enganchas a venir, conoces a mucha gente, haces excursiones, viajes, es estupendo para alguien que tenga ganas de ofrecer».

Alrededor de las mesas donde se comparten experiencias y perfeccionan otras lenguas hay siempre uno o dos nativos, dos extranjeros y cuatro o cinco españoles. «El espíritu del intercambio es que uno da lo que tiene y sabe, y el otro también», precisa Niní. Sus coordinadores son más amigos que colaboradores. Son ellos quienes deciden por votación anual el café donde se celebrarán los encuentros. Todos comparten el entusiasmo por esta iniciativa. «Empecé con esto hace año y medio intentando probar algo diferente, conocer gente y me convertí en coordinador», afirma Guillermo Bandrés, 26 años, que todos los días a las siete de la mañana entra en conversación telefónica con Hong Kong como importador de artículos de electrónica desde China. El próximo reto es organizar un macrofestival de tres días con 30 grupos de música. Será en septiembre de 2014 en el río. El Ayuntamiento tendrá la última palabra. Yes, it will be.