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Abadesa Sagrario: «Son tiempos de ir cerrando conventos»

Las tres justinianas del monasterio de Agullent dejan su cenobio de forma discreta para reagruparse en Cuenca No hay más expedientes en marcha

Vista del convento de San Jacinto de Agullent, ahora cerrado, en una imagen tomada ayer. agustí perales

Al otro lado del teléfono responde la abadesa Sagrario, madre superiora de las Pasionistas de Torrent. ¿Todavía resisten en el convento? «Por ahora sí», responde con amabilidad. Pero subraya el factor de provisionalidad porque, aunque cuente 76 años y viva aislada en un monasterio de clausura, todavía vive en este mundo y sabe que su sector se halla en pleno proceso de reestructuración interna. «Son tiempos de ir cerrando conventos», proclama la abadesa, al corriente de la salida de las clarisas del convento de La Trinidad de Valencia.

En su monasterio quedan cinco religiosas contemplativas. La mayor, la hermana Dolores, tiene 87 años. Las otras tres monjas españolas superan los 70. Y una religiosa colombiana que se ha incorporado en el último año ronda los 50. «¡Vaya sumando cuántos años tenemos y verá: un montón tenemos entre todas?!», bromea Sagrario. Constata que «las jóvenes de ahora no están por la labor» de entrar en un convento y sólo pide una cosa: «Que el Señor nos conserve la vocación. Y Dios dirá».

Dios no se sabe, pero el Arzobispado de Valencia asegura que, en estos momentos, «no hay ningún otro expediente de fusión o supresión de monasterios» en la diócesis valentina. Lo corroboró ayer el vicario episcopal para la Vida Consagrada, José María Ciller, quien admite que la Iglesia está inmersa «en un movimiento de reajustes de estructuras que dependen del proceso de edades, actividades, el ritmo interno de la Iglesia y el de la sociedad».

Una salida callada de Agullent

Ahora ha sido el cierre del convento de la Trinidad de Valencia tras cinco años de clausura por la fusión de la comunidad con otra de la misma orden situada en Valencia. El último monasterio valenciano que cerró, aunque hasta ahora no había trascendido, es el de las justinianas de Agullent. En ese convento dominico de San Jacinto, originario del siglo XVI con pinturas atribuidas a Josep Renau, padre del ilustrador y cartelista, y que durante la Guerra Civil se convirtió en asilo de refugiados procedentes de Madrid o Santander, quedaban tres monjas justinianas hasta hace quince meses: una mayor y otras dos con la salud deteriorada. Pero según confirmaron fuentes eclesiásticas, las tres religiosas cerraron el convento en octubre de 2012, abandonaron Agullent y se reagruparon con la comunidad de justinianas de Cuenca. Allí siguen. El convento, propiedad del arzobispado, sigue vacío. La imagen del Cristo ya ha sido trasladada a la parroquia de este municipio de la Vall d'Albaida.

El fenómeno se ha repetido en la última década: las agustinas descalzas dejaron Xàbia en 2003; las agustinas abandonaron el monasterio de Bocairent en 2006; las dominicas pusieron fin en 2010 a su presencia en Carcaixent, ciudad de la que también se han marchado las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl; las clarisas abandonaron Xàtiva en 2001; las siervas de María se despidieron de Mislata en 2010; las carmelitas descalzas cerraron y desacralizaron en 2007 el convento barroco de San José y Santa Teresa en Valencia y luego lo pusieron en venta.

Según datos oficiales, quedan 28 monasterios femeninos de vida contemplativa en la diócesis (hay sólo uno masculino). Hace un año había 289 monjas de clausura.

El Vaticano ordena la fusión de la comunidad con otra de la misma orden situada en la Puridad, junto a la sede de la Diputación

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